lunes, 9 de julio de 2007

La Biblia y el Espíritu Santo

Ministerio Evangelistico Shekinah
¡Ahora veras si mi palabra se cumple o no.! (Números 11:23)



“¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?” (Lucas 14:31)


Es bien importante que los cristianos sepan que pueden resistir al diablo. ¿Tenemos lo que necesitamos para poder “pelear la buena batalla de la fe” y vencer las fuerzas de la maldad? Muchos cristianos sencillamente no conocen la verdad. Ellos oran y esperan, pero al no tener una fuerte convicción del poder de Dios, sienten que hay algo en sus vidas que no les permite vencer. Ellos no saben que los cristianos poseen “municiones” espirituales.

En Efesios 1:17-19, Pablo oraba “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”. Ésta es la clave del poder de Dios en el Nuevo Testamento. No es que poseamos una cantidad personal, sino que TENEMOS LA CERTEZA EN NUESTROS CORAZONES de que tenemos el poder de Dios “en nuestras vidas”. Nosotros no utilizamos nuestro poder sino el poder de Dios. Permítame mostrarle lo que quiero decir con esto.

Tres Hechos Maravillosos

1. Ninguna persona que haya nacido de nuevo carece del Espíritu Santo. Todo cristiano es “nacido del Espíritu” y vive gracias a las constantes e incansables atenciones de ese mismo Espíritu. Dios desea que vivamos como sus hijos, fue por esto que nos envió al Espíritu Santo. Dios nunca abandona a sus hijos como si fuesen huérfan s, Él nos selló con su Espíritu. El Espíritu Santo es la señal de todo cristiano. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).


2. El Espíritu Santo no es algo “extra” que se le da aquellos cristianos que son “extra” buenos. Jesús dijo que a nosotros nos convenía que Él partiera de este mundo. En otras palabras, que era necesario que Él partiera para que el Espíritu Santo pudiese ser enviado al mundo (Juan 16:7). Fue por esta razón que ocurrió el extraordinario evento de la Ascensión de Cristo. Algunas personas piensan que el poder del Espíritu Santo es un lujo. Que es algo así como comer caviar o faisán; algo que es sólo para las personas privilegiadas. Jesús nunca dijo eso. El Espíritu Santo es para todos, aún para los niños. Jesús comparó al Espíritu con cosas tales como el pan, los peces y los huevos (Lucas 11:11-12). El primer día en que el Evangelio fue predicado, Pedro proclamó que la bendición del Espíritu era para todos: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39).

3. Es por medio del Espíritu Santo que Dios puede realizar sus obras. Tanto la Salvación como todas las otras cosas se convirtieron en una realidad gracias al Espíritu Santo. Él es la fuerza principal detrás de toda obra cristiana. Del mismo modo en que un artista no puede pintar una obra maestra si no tiene pintura, o un escultor no puede esculpir una estatua si no tiene una piedra; así mismo, las obras de Dios no se pueden realizar sin el poder del Espíritu Santo. Dios no tiene un plan “B” para acomodar a aquellas personas que quieren trabajar sin el Espíritu Santo. Si no hay Espíritu Santo, no hay obras.

Es aquí donde debemos asegurarnos de que nuestro punto de vista está correcto. No podemos pensar que el Espíritu Santo es algo “extra”; que es mejor tenerlo que no tenerlo. Sin la presencia del Espíritu Santo, ser cristianos no tendría sentido alguno. El Espíritu Santo nos ayuda, pero solamente en la medida en que nosotros lo ayudamos a él. La obra es de Él. Algunas personas ven al Espíritu Santo solamente como el Consolador. Él verdaderamente es el Consolador, pero su propósito no es únicamente ayudarnos en la jornada de nuestras vidas. De hecho, sin él, no habría jornada – sin su poder ni tan siquiera podríamos comenzar la jornada. Yo sé que algunas personas no se consideran lo suficientemente importantes para tener al Espíritu Santo. Sin embargo, esto es algo que nadie debe pensar. Todos necesitamos al Espíritu Santo. Y es precisamente el Espíritu Santo quien nos convierte en personas importantes.

Entendiendo al Espíritu Santo


Ahora voy a hablar un poco más de lo que dice la Palabra acerca del Espíritu Santo. Tener entendimiento no significa llenarnos la cabeza de conocimientos, sino dejar que la verdad estimule nuestra fe y avive nuestros corazones.

El Templo de Salomón es un símbolo de los creyentes. En ese templo no vivía nadie. Esa era la casa de Dios (2 Crónicas 7:1). Hoy en día, Dios mora en el corazón de sus hijos. Ellos son el nuevo Templo, y Él mora en ellos (Juan 14:17). El Espíritu no es para las personas del mundo, sino para todas aquellas personas que están en Cristo. La paloma es símbolo del Espíritu Santo. Cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma y permaneció con Él. Cuando pienso en Noé, (Génesis 8:8-12) recuerdo cómo él envió una paloma dos veces, y dos veces ella regresó al no encontrar un lugar donde descansar. Nosotros somos la morada del Espíritu Santo, ya que como Cristo dijo, él mundo no lo puede recibir. En cierto modo, el Espíritu Santo tampoco tiene ningún lugar dónde morar en este mundo, con la excepción de los creyentes. Sin la hospitalidad de los hijos de Dios, el Espíritu no tendría dónde morar en este mundo. La tercera vez que Noé envió la paloma, ella no regresó. Algunos cristianos viven sus vidas con el temor de que el Espíritu Santo se vaya de sus vidas y los abandone, así como hizo la paloma de Noé. Sin embargo, eso no es típico del Dios de fidelidad. La primera vez que Noé envió la paloma, él extendió su mano y la paloma entró al arca. Aquellas personas que no están seguras si el Espíritu Santo vive en ellas deberían seguir el ejemplo de Noé. El Espíritu está esperando por ellos para poder entrar a morar en sus vidas. “¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13)

El Cristianismo es un Regalo del Espíritu Santo


Cuando Jesús apareció en escena, estaba lleno del Espíritu Santo y poderosas señales le seguían (Lucas 3 y 4). Las cosas que Jesús hizo no habían ocurrido nunca antes. Muchas personas consideran que debido a los preceptos morales, la fe cristiana es una doctrina o un sistema religioso. Sin embargo, la base del cristianismo no es otra cosa que el quebrantamiento sobrenatural que ocurre en nuestras vidas mundanas por medio del Espíritu Santo. “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4:20). En los primeros tres Evangelios, Jesús habló muy poco acerca de las doctrinas evangélicas; sin embargo, Él sí habló y enfatizó la importancia de entrar en el Reino de Dios por medio de la fe y de recibir al Espíritu Santo.

Jesús dijo, “pedid, y recibiréis” (Juan 16:24). Con la excepción de Eliseo, cuando le pidió a Elías “una doble porción de tu espíritu” (2 Reyes 2:9), nunca antes ninguna persona había pedido o recibido al Espíritu Santo. Este fue un evento geo-celestial (un evento terrenal y celestial). Juan el Bautista, el mayor de todos los profetas de la Ley, dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él (Cristo) bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16).

A pesar de que Dios había escrito sus mandamientos sobre tablas de piedras, la ley no tenía el poder necesario para hacer que las personas cumplieran con los mandamientos. Sin embargo, la ley de Cristo - que es el Espíritu; es una fuerza que nos llena de deseo, determinación y propósito (Romanos 8:2). La ley de Moisés estaba llena de legalismos, pero la ley de Cristo es poder, gozo, y valor. La diferencia entre la Ley y el Espíritu es similar a la diferencia entre un matrimonio forzado y un matrimonio por amor.

El Antiguo Pueblo de Israel no tenía la promesa del Espíritu Santo


Jesús dijo, “pedid, y recibiréis” (Juan 16:24). Con la excepción de Eliseo, cuando le pidió a Elías “una doble porción de tu espíritu” (2 Reyes 2:9), nunca antes ninguna persona había pedido o recibido al Espíritu Santo. Este fue un evento geo-celestial (un evento terrenal y celestial). Juan el Bautista, el mayor de todos los profetas de la Ley, dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él (Cristo) bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16).

A pesar de que Dios había escrito sus mandamientos sobre tablas de piedras, la ley no tenía el poder necesario para hacer que las personas cumplieran con los mandamientos. Sin embargo, la ley de Cristo - que es el Espíritu; es una fuerza que nos llena de deseo, determinación y propósito (Romanos 8:2). La ley de Moisés estaba llena de legalismos, pero la ley de Cristo es poder, gozo, y valor. La diferencia entre la Ley y el Espíritu es similar a la diferencia entre un matrimonio forzado y un matrimonio por amor.

El Espíritu Santo en el Libro de los Hechos


¿Es el libro de los hechos un libro histórico o un manual de instrucciones?

El libro de los Hechos describe cómo comenzó el cristianismo y las cosas que ocurrieron en esa época. El libro muestra a los discípulos descubriendo el increíble potencial de la plenitud del Espíritu de Pentecostés. En más de una ocasión, Dios les mostró a sus discípulos las cosas que el Espíritu Santo podía hacer. Fue así como ellos, por medio del Espíritu, comenzaron a hacer cosas que nunca antes habían sido hechas. Jesús dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Hasta que llegó el Día de Pentecostés, nadie había podido hacer las cosas que Jesús había hecho. Cuando los pescadores de Galilea se convirtieron en portadores del Espíritu Santo, hicieron cosas que ningún profeta había podido hacer. Multitudes vinieron al arrepentimiento por medio de ellos. Ellos abrieron los ojos a los ciegos, los oídos a los sordos y reprendieron muchos espíritus inmundos.

El antiguo pueblo de Israel, al igual que el Salmista, clamó a Dios para que rasgara los cielos y bajara a la tierra. Y Dios así lo hizo. Él rasgó los cielos y bajó a la tierra – por medio de nuestro Señor Jesús. Cuando Jesús regresó al cielo, dejó la puerta abierta para siempre. Fue por esta puerta que el Espíritu Santo descendió a la tierra, y derramó su poder sobre los hijos de Dios. Poder que es sobre todo poder del enemigo.

La época de los apóstoles fue un periodo de tiempo dónde hubo mucho poder. El llamado de Dios es un reto para aquellos que desean proclamar su Palabra. ¿Fueron acaso los apóstoles la obra máxima del Espíritu Santo? Ciertamente, Jesús los envió, y sus ministerios fueron muy importantes. Pero, ¿Acaso Dios favoreció a los discípulos de tal manera que derramó un poder especial sobre ellos? ¿Fueron los Hechos de los Apóstoles solamente una manifestación inicial y una demostración del extraordinario poder del Espíritu Santo, algo exclusivo de aquella época que nunca más habría de ser repetido?

Algunas personas piensan que eso fue así, pero nadie ha podido encontrar ninguna evidencia en el libro de los Hechos, o en el Nuevo Testamento, que pueda confirmar esa teoría. Es necesario tener Escrituras que confirmen las cosas, que en nuestra opinión, parezcan ser ciertas. ¿Dónde se encuentra la evidencia que demuestra que después de los Hechos de los apóstoles, Dios se retiraría o disminuiría sus obras? El salmista decía: “Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder” (Salmo 77:14). Sus maravillas lo identifican. Si Dios dejara de hace maravillas, ¿cómo sabríamos quién es Él?

Cuando interpretamos las Escrituras, por ejemplo el libro de los Hechos, debemos tomar en cuenta el carácter de Dios. Nuestro Dios es un Dios fiel, verdadero, firme, e inquebrantable que no abusa de su poder. Su poder no tiene altas y bajas; “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Él no vive de apariencias. Dios siempre es el mismo. ¿Cómo es posible que un Dios que es inmutable, pueda hacer grandes maravillas por treinta años y luego deje de hacerlas?

Tanto el libro de los Hechos, como el resto de las Escrituras, revelan a un Dios inmutable. El libro de los Hechos fue escrito para ayudarnos a creer en el poder de Dios. Si el libro de los Hechos fuese un libro único, ¿estaría correcto que Dios hubiese hecho una excepción? ¿Es acaso Dios un Dios de excepciones? Todo lo contrario, el libro de los Hechos es la Palabra de Dios; el primer recuento de las cosas que ocurren cuando creemos en Cristo. Ésta debe ser la norma – un ejemplo de cómo deben ser las cosas.

Si nuestra experiencia como cristianos es diferente a las experiencias que vivieron los apóstoles en el libro de los Hechos, ¿tenemos nosotros una nueva religión? ¿Acaso somos diferentes a las personas del libro de los Hechos? El libro de los Hechos tiene el mismo propósito que tienen el resto de las Escrituras: revelar a Dios. Mostrar que Él es un Dios inmutable, que siempre tiene los mismos objetivos, que nunca modifica sus propósitos: la salvación y la sanidad del mundo. Los apóstoles no tenían poderes superiores a los nuestros. Ellos tenían el mismo Espíritu Santo que reciben todos aquellos que le piden a Dios de su Espíritu. No existe otro poder mayor a éste.

Los Hechos de los Apóstoles son una demostración de las cosas que Dios desea para su iglesia. Al igual que en el libro de los Hechos, en nuestras vidas se presentan circunstancias que requieren diferentes soluciones. Y el mismo Dios que salió a ministrar con los discípulos, confirmando su Palabra por medio de señales y prodigios, está con nosotros hoy. ¡Dios aún no se ha jubilado!

Queda con usted en el Poder de Cristo,

No hay comentarios: