martes, 10 de julio de 2007

El Bautismo en el Espíritu Santo - I

La Señal de Cristo


¿Cuál fue el primer comentario que se hizo acerca de Jesús? Fue esta asombrosa profecía: que Él bautizaría en el Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11. Lucas 3:16). Juan el Bautista fue enviado por Dios para anunciar que Jesús vendría y para mostrarnos cómo habríamos de reconocerlo. Existen muchas religiones, pero un sólo Cristo. Antes de que Cristo comenzara su ministerio, las personas habían sido informadas de que El habría de ser reconocido como El que bautizaría en el Espíritu Santo.

Nosotros tenemos el derecho de saber con quién estamos tratando. Existen muchos espíritus, muchas religiones y muchas experiencias. ¿Qué garantía tenemos de que estamos en la verdad? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos estableciendo una relación con el verdadero Cristo y no con un impostor? La señal del Verdadero Hijo de Dios es que Él bautiza en el Espíritu Santo. Pídale a Jesús que le dé el Espíritu Santo y usted no recibirá un escorpión - eso es una promesa.

Es muy interesante observar que Jesús nunca bautizó cuando estaba aquí en la tierra, sino luego de haber ascendido al cielo. El propósito del bautismo en el Espíritu era que pudiésemos reconocer las señales de la presencia de Jesús luego de que Él hubiese partido al cielo. Este Bautismo no les fue dado por señal a los discípulos mientras Jesús estuvo entre ellos. Ni tampoco fue una señal que ocurrió en el pasado y que ya no ocurre. Este bautismo era y aún es la señal de la identidad de Cristo. Una señal que nunca ha cambiado ni ha sido eliminada. Este bautismo sería la señal que representaría a Jesús a través de toda la era Cristiana.

¿Qué es el Bautismo?

Hoy día, la palabra "bautismo" nos parece un poco extraña. Sin embargo, en el idioma griego esta es una palabra muy común cuyo significado es "bañado" o "sumergido". Esta era una palabra que se utilizaba especialmente cuando se teñían las telas. ¡Qué imagen tan maravillosa! La tela estaba en el tinte y el tinte estaba en la tela. A medida que la tela se saturaba del colorante asimilaba el color del mismo. El bautismo por lo tanto está estrechamente vinculado con la acción de absorber las características del elemento en el cual un objeto es sumergido. Juan el Bautista bautizó en las aguas heladas del Río Jordán, pero Cristo bautizaría con el Espíritu Santo y fuego.

La Biblia nos enseña que el carácter de Dios es fuego consumidor. En las Escrituras, la palabra fuego tiene varios significados, y no todos son negativos. Por ejemplo, Lucas 3:17-18 dice: "Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo".

El Fuego transforma los huesos secos

En la historia bíblica donde Ezequiel le profetizó al valle de los huesos secos, los huesos se unieron y se convirtieron en un ejército de seres humanos. Dios les impartió un soplo de vida a esos huesos sin vida. Existe también otra manera de transformar los huesos secos - sometiéndolos al fuego. Quizás usted tiene una vajilla de porcelana en su hogar. Es una vajilla de platos tan finos que suenan como una campana cuando los toca con una cuchara. Las vajillas de porcelana, se hacen con huesos que han sido triturados hasta ser convertidos en polvo. Ese polvo de huesos se mezcla con barro blanco, luego se vierte en moldes, se decora y finalmente se hornea. El fuego transforma la mezcla de huesos y barro en unos platos blancos preciosos listos para adornar nuestras mesas.

Existen cristianos de huesos secos - o por mejor decir, cristianos secos hasta los huesos. Pero cuando estos esqueletos espirituales sin vida son bautizados en el Espíritu Santo y reciben el fuego del Señor en sus huesos, se convierten en instrumentos de Dios listos para hacer su obra. Este proceso produce una señal pura, inconfundible y maravillosa. Dios hace uso del fuego en sus obras del mismo modo en que el alfarero utiliza el horno para crear sus platos. "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras..." (Efesios 2:10). Nosotros somos su creación, creados para producir buenas obras.

Dejemos los sentimientos a un lado

El bautismo en el Espíritu produce un poder permanente pero no una sensación permanente de poder. Desafortunadamente, nosotros medimos el poder espiritual en base a lo que sentimos o vemos. Los cables que conducen electricidad son idénticos no importando si están siendo utilizados para llevar electricidad o no. De la misma manera, no podemos juzgar nuestra condición muscular basándonos en lo que sentimos, sino más bien utilizando los músculos. Los hombres fornidos no sienten su fuerza. Ellos no se sientan a disfrutar de su poder. Sin embargo, cuando se les pide que levanten un objeto pesado, ellos están conscientes de su poder y lo levantan.

De acuerdo al apóstol Pablo en 2da de Corintios 4:7, Dios deposita su poder en "vasijas de barro". Cuando nosotros nos sentamos a descansar o cuando estamos ocupados haciendo alguna tarea, no sentimos que estemos llenos de poder. En todo caso, nos sentimos completamente normales; no estamos conscientes del poder de Dios en nosotros. Muchas de las oraciones que se hacen para recibir poder se hacen mayormente para sentir la sensación del poder de Dios, para sentir ese latido o palpitación. Esto sin embargo, es un gran error. El poder se hace evidente cuando se utiliza. Cuando un hombre levanta pesas, éste muestra su fortaleza. El poder espiritual es una fuerza que se encuentra latente en nuestro espíritu. Este poder está listo para ser utilizado siempre que las circunstancias lo ameriten. De surgir una situación donde sea necesario utilizar el poder de Dios, éste comienza a fluir de inmediato a través de nosotros y se ajusta a la necesidad de la circunstancia.

Algunas personas no laboran dentro del Reino de Dios porque "sienten" que no tienen ni el poder ni la autoridad para hacerlo. Ellos le piden al Señor que les dé poder para luego salir a realizar sus obras. Debido al hecho de que estas personas sienten que no tienen poder, continúan orando por algo que probablemente ya poseen. ¡Qué perdida de tiempo y esfuerzo! Si ellos verdaderamente conocieran al Señor, entenderían que el poder está a nuestra disposición cuando lo necesitamos. Los millonarios no llevan consigo millones de dólares. Ellos pueden recurrir a sus fortunas cuando así lo deseen sin tener que llevar los bolsillos repletos de dinero. Nosotros no tenemos que estar temblando bajo el poder de Dios desde el desayuno hasta la cena para demostrar que tenemos poder. En todo caso, eso es algo que no depende de nosotros. Las obras que hacemos son posibles porque Dios es quien tiene todo el poder y eso es lo que importa.

¿Es a caso la fortaleza física lo que impulsa a los hombres fornidos a trabajar con mucho esfuerzo y entusiasmo? Estos hombres pueden ser fuertes pero al mismo tiempo perezosos. Quizás nunca hacen otra cosa con su tiempo que no sea desarrollar sus músculos. Muchas personas oran a Dios para que Él les conceda un poder que los impulse y les dé ánimo para poder testificar y laborar. Un poder que los obligue a vencer su pereza, o sus miedos y desganos. Ellos quieren que Dios los empuje de tal manera que se vean obligados a salir a testificar y a servirle. Eso es una petición absurda. Nunca sucederá. Dios nunca nos va a obligar a hacer algo que no queramos hacer.

Usualmente, el siguiente pensamiento yace detrás de las oraciones de avivamiento: "Renuévame Señor, dame fuerzas, tómame y envíame" Esta es una oración que no tiene mucho sentido. La realidad es que podemos encontrar muchos incentivos, y recibir variedad de exhortaciones y estímulos, pero no existe ninguna fuerza que nos pueda levantar de la silla donde nos encontramos y nos empuje a la calle. El levantarnos de la silla y salir afuera es nuestra responsabilidad. Dios está esperando a que nosotros tomemos ese paso. Él pregunta, "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" (Isaías 6:8). En el Reino de Dios la participación es voluntaria, no compulsoria. Una cosa es cierta: una vez comenzamos a enfrentar al diablo, podemos estar seguros de que el Espíritu de Dios estará con nosotros.

Un continuo fluir
Los primeros capítulos del libro de los Hechos nos dicen que en el día de Pentecostés, los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo. Los restantes capítulos del libro muestran cómo los discípulos continuaron llenándose del Espíritu día a día y sin interrupciones. Jesús describe esta plenitud del Espíritu Santo como un río (vea Juan 7:38).

Permítame usar una ilustración. Piense en una batería de auto. La batería de un auto solamente necesita ser conectada a un cargador cuando el auto no está en movimiento. Mientras usted está manejando el auto, la batería se carga automáticamente. El motor genera su propia electricidad a medida que el auto está en movimiento. El motor mueve el alternador y el alternador a su vez envía la corriente al motor. Si nos mantenemos sirviendo a Dios y haciendo su voluntad, siempre estaremos llenos del poder del Espíritu Santo.


En California, durante el invierno del 2001, hubo una crisis de energía eléctrica. Las grandes compañías de electricidad sufrieron dificultades económicas. Millones de personas se quedaron sin electricidad. El poder de Dios no nos abandona aunque existan problemas económicos. No importa si somos ricos o pobres, la promesa del poder de Dios es nuestra. Lo que es mejor aún, el poder de Dios no se puede comprar. El bautismo del Espíritu Santo no nos es dado como señal de la cantidad de dinero que hemos donado a una buena causa.

En ocasiones, las plantas generadoras de electricidad, no pueden suplir la demanda de la población. El poder de Dios sin embargo, nunca escasea. Para Dios no existen apagones. Usted nunca podrá consumir en su totalidad el poder del Espíritu Santo, no importa cuánto lo utilice. Las Escrituras dicen en Deuteronomio 33:25, "...Y como tus días serán tus fuerzas". Nosotros debemos entender que Dios no comparte su poder con nosotros basándose en nuestros méritos. Él no mide la cantidad de poder en base a los méritos sino en base a la obra que ha de ser realizada.

Hoy día existen la misma cantidad de poder y bendiciones que hubo durante la época en que el apóstol Pablo comenzó sus viajes misioneros. Esta semana tenemos la misma cantidad de poder que la semana anterior. Este año la misma cantidad de poder que el año pasado o el año que viene. Existe la misma cantidad de poder en todos los lugares, países y servicios. El poder de Dios es interminable, potente, poderoso y de un amperaje perfecto. Dios nunca suple la mitad de su poder en unas ocasiones y más de la mitad en otras. El poder de Dios no tiene un punto máximo ya que siempre está en lo máximo. Usted puede que se tome un día de vacaciones, pero Dios nunca se toma uno. El poder de Dios no está basado en nuestras emociones. Si usted se siente débil, no se preocupe ya que de acuerdo a 2da de Corintios 12:9, su poder se perfecciona en nuestras debilidades.

Cuando Dios envió a Moisés a liberar al pueblo de Israel, Moisés se asustó. "¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?", le preguntó Moisés a Dios (Exodo 3:11). La actitud de Moisés no tomó a Dios por sorpresa ya que Él sabía quien era Moisés. El punto importante aquí es que había sido Dios quien había enviando a Moisés a realizar la obra. "Yo soy el que soy," dijo Dios; y eso era suficiente (Exodo 3:14). Lo importante no es quiénes somos sino quién nos ha equipado y enviado.

El bautismo no es una doctrina fría


El poder espiritual es renovado a medida que lo necesitamos

De acuerdo al libro de Efesios 1:18-20, Pablo oró a Dios por los cristianos de Efeso de la siguiente manera "...alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fortaleza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales."

El significado de la palabra griega que Pablo utiliza aquí para describir la grandeza del poder que tenemos disponible, es megethos. Cuando los científicos estaban desarrollando la bomba nuclear, querían encontrar una palabra que pudiera medir la mayor explosión de poder conocida; megethos fue la palabra que utilizaron. La fuerza de las armas nucleares se mide en base a megatones de poder. Sin embargo, Pablo va más allá cuando habla de "hyper" megethos - grandeza suprema. Esta palabra equivale a lo que hoy día llamaríamos "súper grandioso". Así es como deberíamos medir la eficacia de nuestro servicio al Señor. El poder de Dios es un recurso que está disponible para todos los cristianos. No se equivoque: este poder es tan inmenso y potente que es capaz de resucitar a los muertos.

Algunos cristianos aún comienzan los servicios o reuniones reprendiendo a los demonios que se puedan encontrar en ese lugar. Cuando en realidad, ese sería uno de los lugares donde menos se encontrarían. Debemos entender que aunque las personas sí se reúnen en el nombre de Jesús, los demonios definitivamente no. De hecho, si los demonios tuvieran algún tipo de sentido común, se irían lo más lejos posible de ese lugar. A mí me parece muy extraño que cuando nos reunimos en el nombre de Jesús muchas veces le damos al diablo crédito por estar entre nosotros. Sin embargo, existe alguien que siempre está presente cuando las personas se reúnen en el nombre de Cristo - el Espíritu Santo. Él se presenta con todo su poder. Él no sólo se encuentra entre nosotros cuando estamos en un servicio de la iglesia; él nunca está ausente.


Cuando el Espíritu de Dios se encuentra presente, cualquier cosa es posible. Sólo los corazones secos y pasivos pueden impedir los milagros. Los milagros son una constante posibilidad cuando el Espíritu de Dios está presente. Él siempre se encuentra presente dondequiera que existan situaciones que glorifiquen a Dios. Si usted no labora para Dios, usted no necesita de su poder y por lo tanto, no lo recibirá. Una vez usted haya sido bautizado en el Espíritu Santo las posibilidades serán interminables.

El poder de Dios ES Dios

El poder de Dios no es un poder impersonal que pueda desaparecer. El poder del Espíritu Santo es la persona del Espíritu Santo y no es un poder que se evapora, se desaparece, o se filtra. En el Reino de Dios, no existe tal cosa como desgaste debido al uso. Si usted fuere lleno del Espíritu Santo hoy, de aquí a medio siglo, o de aquí a mil años, usted aún permanecería lleno. Después de todo, para Dios mil años es como un día.

Pablo les dijo a los romanos uno o dos años por adelantado, que "llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo" y que "...deseo veros, para comunicaros algún don espiritual" (beneficio) a la iglesia (no a los individuos) cuando fuera a visitarlos (Romanos 15:29 y 1:11). Pablo sabía que el fluir del Espíritu de Dios era constante y permanente. La única ocasión cuando los cristianos necesitan volver a ser llenos del poder de Dios es cuando han dejado de obedecer a Dios y su comunicación con Dios se ha enfriado. En ese caso, ellos tienen que arreglar sus vidas y comenzar a caminar con Él nuevamente.

Un amigo mío estaba limpiando su garaje y tiró un pedazo de metal hacia una esquina donde había lo que parecía ser una montaña de basura. Cuando el pedazo de metal cayó, produjo chispas. Mi amigo fue a investigar y se dio cuenta de que en medio de la basura había una batería de auto usada. El pedazo de metal que él había tirado, había caído sobre los terminales de la batería y había ocasionado un corto circuito. Al darse cuenta de que la batería aún tenía carga, mi amigo decidió guardarla por si la necesitaba en un futuro.

Para algunas personas, esta ilustración puede servirles de parábola - usted se ha dado por vencido, y piensa que ha perdido el poder. El poder nunca desaparece. Despeje el camino, y se dará cuenta de que Dios no es tan fácil de apagar.

El bautismo no es una doctrina fría

El bautismo en el Espíritu Santo no es una doctrina fría. Juan el Bautista bautizó a las personas en las aguas frías del Río Jordán pero Cristo bautizaría en un río de fuego. Esta imagen muestra la diferencia entre la frialdad de los sistemas religiosos y la realidad de Dios quien es "fuego consumidor". En el altar del Templo ardía un fuego, pero Cristo encendería un fuego divino en los corazones humanos.


De acuerdo a la historia, Jesús ciertamente cumplió todas esas expectativas. Sus seguidores fueron contagiados con una fe que ardía. "Y ellos saliendo, predicaron en todas parte, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que le seguían" (Marcos 16:20). Ellos encendieron el oscuro y frío mundo pagano en el que vivían. Derritieron el Imperio de Hierro y conquistaron a los conquistadores. Los emperadores doblaron sus rodillas delante del que habían crucificado como a un criminal. Sólo el poder de Dios, pudo haber obrado tantas maravillas. El secreto se encontraba en las personas que habían sido bautizadas en el bautismo de fuego y estaban ardiendo por Dios.

Así fue que sucedieron los eventos. Sin embargo, a través de los siglos las cosas han cambiado. ¿Sería posible que las personas de épocas pasadas tuviesen fuego pero que ahora sólo tengamos velas? ¿Es esto acaso una sucesión apostólica? Si nosotros somos parte de ese linaje que comenzó con los apóstoles, de seguro debe de haber otra cosa aparte de las túnicas que muestre nuestras semejanzas. Nosotros necesitamos el verdadero manto apostólico, pero algunas personas le temen a este manto como si fuera un hechizo. ¿Cuántas personas hoy día asocian a los cristianos con el fuego? Son más las personas que van a las iglesias para asistir a funerales que las que van para obtener vida. Muchas iglesias, no son más que un círculo social o un centro cultural con unas cuantas ceremonias religiosas.

No obstante, existe algo que me hace feliz – las cosas secas y muertas se encienden fácilmente. ¡Eso es lo que yo quiero ver! Nosotros debemos ser como brazas enviadas a calentar las calles heladas y a traer luz a las personas que están viviendo vidas en la oscuridad. El apóstol Pedro dijo, “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que estén lejos…” (Hechos 2:39). Nosotros calificamos; nosotros estamos lejos.

Como ya había dicho, Jesús nunca bautizó a nadie con fuego mientras estuvo en la tierra. Él dijo que lo haría luego de que hubiese subido al Padre. Y así lo hizo. En el Día de Pentecostés tal y como está escrito en Hechos capítulo dos, el Señor comenzó a bautizar en el Espíritu Santo. Ese periodo al que Jesús se refería: “luego de haber subido al Padre”, aún está vigente. El plan no ha cambiado. Jesús continúa bautizando en el Espíritu Santo. Él ni se ha retirado ni ha cambiado su misión. ¿Cómo podría Él hacer algo así cuando su promesa es para las personas que se “encuentran lejos”?

Permítame contarle la maravillosa historia de Cristo el conquistador durante épocas pasadas. Mientras el Imperio Romano existió, el Evangelio fue predicado solamente a los judíos y a los gentiles que habitaban en el área del Mar Mediterráneo ya que los grupos bárbaros del norte no se consideraban como candidatos para posible conversión. Sin embargo, de alguna manera el fuego comenzó a encenderse en el norte. Tan rápido como se convirtió Roma, se comenzaron a convertir las tribus del norte (los alemanes, los anglosajones, los vikingos y los escoceses). Estas tribus fueron a saquear las tierras cristianas y en el proceso fueron conquistados por la fe de sus víctimas. Una vez convertidos, estos grupos llevaron el fuego más allá del mundo que los romanos conocían. "Ellos llegaron al Oriente y “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

¿Y qué ha pasado hoy día? Hoy día se está escribiendo un nuevo capítulo de los Hechos de los Apóstoles. Hace noventa y seis años, un grupo de personas, se sentaron en tablones de madera en un área pobre de una ciudad en Estados Unidos. Ellos habían leído que la Palabra de Dios prometía que el poder estaba disponible para todos a través del bautismo en el Espíritu Santo. Estos individuos se convirtieron en una chispa muy pequeña, pero causaron una explosión espiritual cuyas ondas alcanzaron muchas naciones. Actualmente, una de cada diez personas en el mundo, ha sido alcanzada. En otras palabras, aproximadamente 600 millones en un mundo de 6 billones. El esfuerzo se torna más poderoso cada día. Hoy día, el bautismo en el Espíritu Santo aviva a cientos de miles de nuevos convertidos. A pesar de que muchas de estas personas nunca han entrado a una iglesia, han recibido el fuego del Espíritu a través de otras personas.

La importancia de la enseñanza

A medida que se comenzó a enseñar acerca del bautismo en el Espíritu Santo, se descubrió una importante verdad acerca del Espíritu. En el pasado, se hablaba del Espíritu Santo como una presencia que estaba esparcida, que operaba amablemente, que era invisible y que no había sido realizada. De acuerdo con las palabras de un antiguo himno, "el viene a impartir su dulce influencia, suave como la brisa de la noche". Yo estoy seguro de que el Espíritu Santo está en todas partes y que logra sus propósitos aún cuando nosotros no estamos conscientes de su presencia. Pero esa no es la forma en que las Escrituras describen al Espíritu. Usualmente, el Espíritu se destaca por su actividad. Él viene a los creyentes (no al mundo) y los creyentes están bien conscientes de esto. De todas las manifestaciones del Espíritu de Dios, la más impresionante es el bautismo en el Espíritu Santo.

Algunas personas sienten una extraña animosidad por las cosas sobrenaturales y por el hablar en lenguas. Yo no entiendo el por qué de esa forma de pensar. ¿Por qué razón una persona rechaza un regalo de Dios que claramente es fomentado a través de las Escrituras? Yo jamás rechazaría un regalo de un ser querido. Ni tan siquiera podría rechazar una margarita silvestre que uno de mis nietos haya arrancado del césped. Si nosotros amamos a Dios, ¿cómo podemos despreciar el don de lenguas?

Otras personas rechazan el milagro de Pentecostés basándose en estudios que ellos alegan han realizado. Estas personas se contaminan a sí mismos con incredulidad. Las teorías que utilizan para rechazar el movimiento Pentecostés de hoy día, no son respaldadas por la Biblia. Ellos hablan de "analizar correctamente la Palabra de Dios" cuando en realidad, lo que hacen es despedazarla. Ellos omiten versículos como si no existieran y echan muchas de las promesas en el sepulcro de la incredulidad. Ellos se convencen a sí mismos con sus interpretaciones y rechazan lo que los Apóstoles recibieron. ¡Ellos no quieren ser incluidos; yo no quiero ser excluido! Una cosa sí va más allá de toda controversia - de acuerdo a la Biblia, siempre que ha existido una dispensación del poder del Espíritu, la misma ha estado acompañada de señales y prodigios físicos. ¿Nosotros queremos una religión basada en lo que dice la Biblia o una religión templada y sin poder?

Hablar en Lenguas

El bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas es la última Reforma. Este bautismo, afirma todas las doctrinas bíblicas y provee una nueva dimensión para las enseñanzas cristianas. El hablar en lenguas es la manifestación física de una verdad espiritual.

Las doctrinas bíblicas, siempre han estado compuestas de dos partes: la física y la espiritual. Desde el principio de los tiempos, el Espíritu ha operado tanto en el mundo físico como en el espiritual. El bautismo en el Espíritu tipifica a la persona del Espíritu Santo. Me explico, el bautismo en el Espíritu afecta tanto al cuerpo como al alma porque el Espíritu siempre ha obrado con las cosas físicas al igual que con las espirituales. Marcos 16:20 dice, "...ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que les seguían". Una de esas señales era el hablar en lenguas.

Permítame mostrarle lo que quiero decir comenzando por el Antiguo Testamento. Los profetas del Antiguo Testamento no habían sido bautizados en el Espíritu Santo, ni tenían al Espíritu Santo morando en ellos. Ellos se movían cuando el Espíritu se posaba sobre ellos. Esta era una de las señales que distinguían a los apóstoles. Otra de las señales, eran los milagros que en ocasiones ocurrían por medio de los profetas. Durante esos tiempos, cuando ocurrían actos sobrenaturales se les atribuían al "soplo de Dios". En hebreo, la palabra "soplo" y la palabra "espíritu" tienen el mismo significado - ruwach. Cuando Dios tocó al Rey Saúl, las personas decían que el soplo, o el Espíritu de Dios había venido sobre él.

El Espíritu de los profetas

El bautismo en el Espíritu Santo enviste a los creyentes con el Espíritu de los profetas. Cuando los profetas experimentaban la presencia supernatural de Dios, lo llamaban "el Espíritu de los profetas". Joel 2:28 promete que el mismo Espíritu de los profetas sería derramado sobre toda carne y todo tipo de personas profetizarían. El Espíritu ya no vendría sobre unas pocas personas. Además, el poder del Espíritu ya no sería otorgado para realizar obras especificas sino como un regalo permanente de Cristo para todos los creyentes.

Esto no quiere decir que todos los que han sido bautizados en el bautismo de los profetas harán las mismas obras que Elías o Isaías hicieron. 1ra de Corintios 12:29 pregunta, "¿Somos todos profetas?" El Evangelio tiene una naturaleza profética la cual no pude ser alterada. Si nosotros decidimos compartir el Evangelio con otras personas, necesitamos el Espíritu de profecía para que nos revele el mensaje del Evangelio con validez profética.

El pueblo de Israel creía que Dios siempre se encontraba presente y obrando tras bastidores. Aunque el Salmista le pidió a Dios que saliera de los lugares donde se escondía, él sabía que Dios estaba presente. Cuando David se lanzó a la guerra con Israel, él lo hizo por medio de su Espíritu. Cuando el viento dividió las aguas del Mar Rojo, fue por causa de "Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas;" (Éxodo 15:8). Cuando los profetas profetizaban, era Dios el que obraba, pero Dios como el Espíritu del Señor. Pedro también utilizó ese mismo concepto cuando escribió, "Toda la Escritura es inspirada por Dios..." (2da Timoteo 3:16).


En el primer día de Pentecostés, "...de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se le aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos" (Hechos 2:2-3). Todos hablaron en otras lenguas, "las maravillas de Dios" (Hechos 2:11). En su discurso, Pedro señaló: "Mas esto es lo dicho por el profeta Joel..." (Hechos 2:16). La profecía de Joel decía que los jóvenes y los viejos profetizarían. Al leer el discurso de Pedro en su totalidad, no cabe duda de que Pedro consideraba que las lenguas y las profecías eran semejantes. Básicamente, profetizar es hablar estando bajo el poder de Dios.

La Experiencia de Cristo con el Espíritu de Dios

Cristo recibió una experiencia humana de parte de Dios para demostrar cómo debía ser la experiencia perfecta. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas describen el momento cuando el Espíritu Santo se posó sobre Jesús. El cuarto evangelio, el libro de Juan, narra el evento con más detalles. Juan el Bautista, el precursor de Jesús, declaró, "...vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él" (Juan 1:32). Jesús mismo dijo, "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas..." (Lucas 4:18). El apóstol Pedro dijo, "...Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret" (Hechos 10:38).

Juan el Bautista añade algo de suma importancia: "...el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo" (Juan 1:33). Jesús fue el primero entre muchos. El primer hombre que recibió el bautismo en el Espíritu Santo. Juan 3:34 dice "...pues Dios no da el Espíritu por medida" y Juan 1:16 declara "...de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia". Ésta es la maravillosa realidad - lo que Jesús recibió era para nosotros. Él fue lleno del Espíritu para que a su vez, nosotros pudiésemos ser llenos de la plenitud infinita de Dios.

Jesús se identificó con nosotros. Él dijo que necesitaba el bautismo en el Espíritu porque "así conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3:15). Jesús y Juan establecieron un patrón, el cual permanecería a través de los siglos. Todo cuanto Jesús hizo fue para nosotros. Él nació por nosotros. Vivió por nosotros. Fue bautizado en agua y en el Espíritu por nosotros. Ministró, murió, y ascendió al Padre por nosotros. Y ha de venir por nosotros. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!

Jesús escogió el papel de ser hombre y de padecer todas las necesidades humanas: "Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos..." (Hebreos 2:17). Esto quiere decir que nosotros debemos ser como él. Como ser humano, Jesús reconoció su necesidad por el Espíritu Santo. Si Jesús necesitaba del Espíritu Santo, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros? Esa "justicia" a la que Jesús se refería no era simplemente someterse al bautismo en las aguas, sino también al bautismo en el Espíritu.


Aunque Jesús era el Hijo de Dios, él se encontraba al mismo nivel que todos los seres humanos. Por esta razón, el día llegó cuando él fue ungido con el Espíritu de Dios. No fue una conversión, ni un nuevo nacimiento. El hijo de Dios nunca necesito esto. Por medio de su ejemplo, Jesús demostró que el bautismo en el Espíritu no debía ser confundido con el volver a nacer o con algún otro acontecimiento espiritual. Él recibió una experiencia única y exclusiva del Espíritu para su ministerio. Eso es lo que debe ocurrir con nosotros.


Jesús no fue un hombre extraño o raro. Él fue un hombre perfecto. En otras palabras, el modelo ejemplar para todos nosotros. Aunque Jesús era Dios encarnado y nosotros no, aún así todos los que siguen sus pasos saben que Dios mora en ellos.

Una experiencia positiva

El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia positiva. Es una bendición que no debe ser confundida con la experiencia de recibir dones espirituales. El bautismo en el Espíritu, no está relacionado con los presentimientos, sueños o visiones religiosas; ni tan poco con los niveles espirituales o el crecimiento espiritual. Ésta es una experiencia sencilla que tiene por señal el hablar en otras lenguas. El bautismo en el Espíritu, enciende el fuego en nuestras almas, nos llena de poder y nos incita a continuar la obra de Dios.

El Nuevo Testamento nos habla de personas que aunque conocían a Dios y habían tenido experiencias con el Espíritu Santo, recibieron el bautismo del Espíritu. Una de estas personas fue María la madre de Jesús. Aproximadamente treinta años antes de María haber sido bautizada en el Espíritu, el ángel Gabriel le dijo a ella que era muy favorecida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;..." (Lucas 1:35). María se convirtió en la madre de Jesús luego de que el Espíritu Santo la cubriera. Mientras María estuvo en estado de embarazo, ella cantó en el Espíritu esas maravillosas palabras que hoy día conocemos como el "Magnificat" (Lucas 1:46-56). Aún así, María fue una de las ciento veinte personas que fueron bautizadas en el Espíritu y que hablaron en otras lenguas el Día de Pentecostés. Muchos de los discípulos habían reprendido demonios y sanado enfermos cuando Jesús estaba entre ellos. Sin embargo, ellos también se encontraban presentes en el Aposento Alto aguardando al Consolador. Si todos ellos necesitaron el bautismo en el Espíritu, nosotros también lo necesitamos.

El Espíritu Santo y sus dones

El Espíritu Santo no debe ser confundido con sus dones ni con sus obras. El hablar en lenguas es similar a una bandera majestuosa que se eleva en un palacio para indicar que el rey está en su morada. Así como el rey no entra al palacio con el único propósito de que eleven la bandera, el Espíritu Santo no entra a morar en nosotros únicamente para que hablemos en otras lenguas. Sin embargo, una vez él mora en nosotros, las lenguas (al igual que la bandera en el palacio) son una señal de su presencia.
Una novia no se casa con su prometido por la sortija que éste le va a entregar, sino por lo que él significa para ella. El propósito de Dios va más allá del que las personas queden perplejas y atónitas ante sus maravillas. Dios no es un dios arrogante. Su objetivo principal es amarnos y establecer una relación personal con nosotros. Él desea estar con nosotros y que nosotros estemos con él en profunda comunión.
El Espíritu Santo es mayor que las obras que él realiza. Su presencia en nuestras vidas es más importante que sus dones. Él obra en nosotros, a través de nosotros y con nosotros. Él es nuestra fortaleza y el fuego que no se puede apagar en nuestras almas. Él nos brinda dones espirituales, frutos espirituales, unidad, aplica la sangre de Cristo para borrar la mancha de nuestros pecados, nos incita a nacer de nuevo, y mucha otras cosas más. Pero…aparte de las obras que él realiza, el Espíritu viene a nosotros tal como él es, por lo que él es: nuestro gran regalo.

El deseo de estar junto a Dios, no las señales y los prodigios, es lo que hace a una persona verdaderamente Pentecostal. Ser Pentecostal envuelve mucho más que simplemente tener dones o ser “carismático”. Nosotros deberíamos estar “Pentecostalizados”. Pablo escribe en 1ra de Corintios 12 al 14 acerca de los dones impartidos por el Espíritu Santo y utiliza dos palabras, pneumatikon y charismaton. Pneumatikon se refiere a dones espirituales. Charismaton a dones relacionados con la gracia. Los dones son señales de algo mayor – ellos expresan que el Espíritu Santo está morando en nosotros. Los dones son importante, sin embrago, es al Espíritu Santo a quien anhelamos.

Un puente entre el cielo y la tierra

El bautismo en el Espíritu es nuestro puente personal entre el cielo y la tierra. Miqueas 5:7 dice que Jehová descenderá “como las lluvias sobre la hierva“ – lluvia celestial sobre la tierra. Si usted ha estado en el campo en un día de tormenta, puede que haya podido divisar la lluvia a la distancia. El cielo se nubla y se torna morado. En los lugares donde está lloviendo, parece como si hubiese una pared oscura (lluvia) entre el cielo y la tierra. El cielo y la tierra dan la impresión de ser uno; como si estuviesen unidos.
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Cuando somos llenos del Espíritu, podemos hablar con certeza de “las lluvias tardías”. El Espíritu Santo siempre ha sido quien nos ha traído la obra de Dios. Él es el eslabón entre el cielo y la tierra. Él es quien trae el cielo a la tierra. Una vez somos bautizados en el Espíritu, recibimos una muestra de la realidad espiritual que vamos a conocer en el cielo. El Espíritu Santo del cielo es el mismo Espíritu Santo de la tierra. Él es Dios manifestado de una manera sobrenatural, tanto divina como física.

El bautismo sobrenatural del Espíritu Santo muestra realidades espirituales a personas que viven en una dimensión carnal y que han estado muertas ante las maravillas espirituales. Es así como Él trae el Evangelio a “los hijos de la tierra”, a nosotros los seres humanos. Al entrar en las nubes celestiales que contienen las lluvias tardías, nuestros espíritus quedan saturados y recibimos revelaciones que no podemos ni tan siquiera expresar.

Quizás usted ha manejado un auto bajo una tempestad y se ha dado cuenta de que todos los autos que vienen en dirección opuesta a usted traen las luces encendidas. Los autos y los camiones no sólo están mojados sino que al traer las luces encendidas muestran que han estado en un lugar donde era necesario encender los focos del auto para poder manejar. Usted no tiene que ser un detective para saber que cinco minutos antes, estas personas habían estado manejando bajo fuertes lluvias. Por medio del bautismo en el Espíritu, nosotros participamos de una lluvia celestial. El Señor se derrama sobre nosotros como la lluvia sobre la hierva. Luego de haber sido saturados, dondequiera que vayamos, debemos llevar con nosotros señales y evidencias de que estuvimos bajo esa lluvia celestial. Dios estará con nosotros. Será difícil ocultar las señales. Nuestras luces brillarán a medida que encontremos personas en el camino. No estaremos solos ya que otros que vienen tras nosotros llevarán las mismas señales celestiales. Para que sus luces brillen delante de los hombres, usted debe entrar en la lluvia celestial.

Un obsequio, no un logro

El Bautismo en el Espíritu es un obsequio, no el resultado de un logro. Una persona no es superior a otra por haber sido bautizada por Dios en el Espíritu. No podemos dividir a los cristianos en dos grupos, aquellos que han sido bautizados y los que aún no han recibido el bautismo. El don es para todos por igual, inclusive para los que aún no lo han reclamado. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestial en Cristo” (Efesios 1:3). No importa cuantos hijos tenga un hombre rico, todos se sientan en la mesa por igual.


Sin embargo, se nos exhorta a tomar ventaja de lo que tenemos a nuestra disposición. Jesús dijo que debíamos pedir, buscar y llamar para poder obtener el Espíritu Santo (Mateo 7:7), mientras que el apóstol Pablo nos exhorta a que “sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). A mí me gusta mucho lo que dice Hechos 1:2-4: Jesús les dijo a sus apóstoles que “esperasen la promesa del Padre”. Si continuamos leyendo, llegamos a Hechos 1:15 donde encontramos a 120 creyentes que se reunieron y fueron llenos del Espíritu Santo. ¡Todos ellos decidieron participar de la promesa! Pedro no protestó como lo hizo Josué cuando algunas personas recibieron el Espíritu Santo en el campamento de Moisés, sino que por el contrario dijo, “Porque para vosotros es la promesa (esta promesa es el Espíritu Santo), y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39).

Eliseo

En el Antiguo Testamento solamente se menciona a un hombre que buscaba el Espíritu de Dios. Ese hombre fue Eliseo. La historia de lo que le sucedió a Eliseo representa en sí un estudio bíblico. Eliseo no tenía poder ni podía hacer milagros. Elías era el hombre de Dios durante ese periodo. Dios le había dicho a Elías que ungiera a Eliseo para que continuara su ministerio, pero Elías no lo hizo. Dios había dicho que Elías sería levantado. Fue por esta razón que Elías le preguntó a Eliseo qué cosa deseaba que él le dejara. A lo que Eliseo respondió “una doble porción de su espíritu” – esto no significaba que Eliseo iba a recibir una doble cantidad del espíritu que había en Elías sino que recibiría la porción que correspondía en herencia a todo hijo primogénito. En otras palabras, Eliseo quería continuar la obra donde Elías había terminado.

No obstante, Elías le dijo a Eliseo que eso era algo muy difícil de conceder. De hecho, esa fue una manera sutil de Elías decirle a Eliseo que era imposible para él otorgarle ese poder. En 1ra de Reyes 19:19, Elías había echado su manto sobre Eliseo como símbolo de haber sido escogido, pero esta acción no produjo ningún poder en la vida de Eliseo.

No es sino hasta que llegamos al segundo libro de los Reyes que Eliseo comienza a obrar con autoridad divina. Elías y Eliseo estaban en Gilgal y Elías le dijo a Eliseo, “Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el” (2 Reyes 2:2). Pero Eliseo no estaba dispuesto a dejar a Elías solo y por esta razón lo siguió primero a Bet-el, luego a Jericó y finalmente al otro lado del Jordán.

Gilgal era el lugar donde el pueblo de Israel renovaba el pacto con Dios y donde eran circuncidados. Este era el lugar donde los israelitas re-dedicaban sus vidas a Dios. Es en Gilgal donde comienza nuestra experiencia espiritual. El Espíritu Santo nos es dado cuando nos encontramos débiles. Sin embargo, éste no es un obsequio casual o indiferente otorgado a aquellos cuyo único deseo es tener una experiencia nueva. El bautismo es maravilloso pero no es para aquellos que lo único que desean es pasar un buen rato. Para Dios el bautismo en el Espíritu Santo es un asunto de mucha seriedad.

Una vez salieron de Gilgal, Elías y Eliseo llegaron a Bet-el. Bet-el había sido el lugar donde Dios se le había aparecido a Jacob y donde comenzó la ordenar su vida. Este evento no dependió en lo absoluto de Jacob – quien solamente intentaba descansar. Este evento fue orquestado por Dios. El crédito de todo cuanto Jacob tenía que era digno de admiración, pertenecía al Señor. Los sucesos que ocurrieron en la vida de Jacob fueron una señal de la gracia de Dios. El Espíritu Santo nos es dado a nosotros bajo esas mismas condiciones – para que nos transforme. Nosotros no podemos usarlo a él, pero su intención es poder utilizarnos a nosotros.

Luego llegaron a Jericó – el lugar donde la fe había vencido. Ya para ahora, es claro que la travesía de Elías y Eliseo a través de la nación de Israel representaba una secuencia espiritual. Una preparación que culminaría en un momento especial. El Espíritu Santo se encuentra obrando.

Finalmente llegaron al Río Jordán. Cuando el pueblo de Israel cruzó el Jordán fue un momento decisivo para su futuro. Ellos dejaron atrás su pasado para reclamar una vida nueva en una tierra nueva, ya no había vuelta atrás. Jesús tomó un paso similar en el Río Jordán cuando fue bautizado en sus aguas y ungido con el Espíritu Santo. Una vez somos bautizados en el Espíritu Santo, ya no hay vuelta atrás. No podemos negar nuestra experiencia. Nuestras vidas quedan marcadas para siempre y nada puede cambiar este hecho. No existen bautismos temporeros. El Espíritu nos es dado para toda la vida con el propósito de que sirvamos a Dios toda la vida.

¿Qué les sucedió a Elías y a Eliseo cuando llegaron al Jordán? Primero que nada, Elías golpeó las aguas con su manto y éstas se abrieron para que ambos hombres pudiesen cruzar al otro lado del río. Entonces, Eliseo le pidió a Elías ser su sucesor. Luego, Elías fue llevado al cielo en un torbellino y su manto cayó al suelo. Eliseo quien anteriormente había sufrido una experiencia negativa con un manto pudo haber pensado que no valía la pena recoger el manto de Elías. Sin embargo, lo recogió. Todos nosotros deberíamos hacer algo similar a esto – dar un paso de fe a pesar de las experiencias pasadas. Entonces, Eliseo hizo lo que Elías había hecho – golpeó las aguas del Jordán. ¿Y adivine lo que ocurrió? Las aguas hicieron por Eliseo lo mismo que habían hecho por Elías - se abrieron. El Dios de Elías se convirtió en el Dios de Eliseo.

El Dios de Elías se convierte en su Dios cuando usted sigue el camino trazado, recoge el manto en fe y dice: “¿Dónde está Jehová ,el Dios de Elías?” (2 Reyes 2:14). ¡El está con usted! Siga el camino trazado por Eliseo. Desde la dedicación en Gilgal hasta Bet-el donde Dios comienza la obra en usted. Luego a Jericó donde usted gana la batalla de fe y por último al Jordán donde usted debe decidir si desea servir a Dios para siempre o si prefiere volver atrás. Finalmente, reclame su herencia en Cristo.

¡Eso es todo! ¡Así de fácil! Sin esfuerzos complicados ni condiciones inventadas. Simplemente siga estos pasos: visión, oración, fe y dedicación. Entonces, una vez haya sido lleno del Espíritu – actúe de esa manera. ¡Utilice su manto de autoridad!

Actualmente, existen intelectuales que se hallan muy ocupados escudriñando cada palabra referente al bautismo en el Espíritu que se encuentra en la Biblia. Ellos se rompen la cabeza tratando de investigar la manera en que los autores del Nuevo Testamento hacen referencia al bautismo en el Espíritu. Estos intelectuales se encuentran debatiendo lo que la palabra “testigo” significa en el evangelio de Lucas y en el libro de los Hechos. Personalmente, yo no creo que Lucas haya sido tan minucioso. Lo cierto es que las personas que han sido bautizadas en el Espíritu se convierten en “testigos de estas cosas” (Lucas 24:48, Hechos 5:32). Esto es, testigos de la Resurrección. No, estas personas no se encontraban presentes cuando Jesús resucitó pero tan poco estuvieron presentes Pedro y los demás. No obstante, ellos fueron testigos en todo cuanto hicieron a medida que transcurrieron sus vida. Lo demostraron con sus propias vidas. Estas personas fueron impactadas por el poder de la Resurrección – el Espíritu Santo. Eso es todo cuanto Dios desea y todo cuanto nosotros necesitamos. Este es el propósito primordial y la mayor satisfacción de toda vida humana.

Sea lleno del Espíritu – lo demás vendrá por añadidura.

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