viernes, 21 de enero de 2011

CAPITULO 2 -JOHN G. LAKE

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)

John G. Lake fue conocido como "el apóstol de Dios para África".
Nacido en Canadá en 1870, su familia pronto se trasladó a Estados Unidos, donde él creció. Su ministerio de sanidad y predicación duró desde 1898 (cuando vio como su esposa fue instantáneamente sanada bajo el ministerio de John Alexander Dowie), hasta su muerte en 1935. En 1908 Dios lo envió a África, donde su ministerio ungido de milagros resultó en lo que fue descrito como "el movimiento misionero más extenso y poderoso en toda África". Como escribió Gordon Lindsay: "Durante aquel tiempo él pasó cinco años en Sudáfrica que hicieron historia, involucrado en un ministerio que en algunos aspectos llegó cerca a lo que era la iglesia temprana."

Después de su regreso a América, Lake estableció un ministerio en Spokane, Washington, que resultó en nada menos que 100'000 asombrosos milagros de sanidad en el lapso de cinco o seis años. Después estableció una obra similar en Portland, Oregon, que también atrajo mucha atención.

Como Smith Wigglesworth, también John G.Lake había experimentado victorias, unciones poderosas y un verdadero llamado de Dios, muchos años antes de Calle Azusa y el avivamiento pentecostal. Lo siguiente es un relato abreviado del hambre espiritual y de la preparación por Dios en la vida de Lake, poco antes del comienzo del período más ungido de su ministerio. (Tomado del libro "John G.Lake, apóstol a África", compilado por Gordon Lindsay, y relatado en las palabras del mismo Lake):

"Ocho años habían pasado después que Dios me había revelado a Jesús como Sanador. Yo estaba practicando el ministerio de la sanidad. Durante estos ocho años, cada respuesta a la oración, cada toque milagroso de Dios, cada respuesta de mi propia alma al Espíritu habían creado dentro de mí un anhelo más intenso por una intimidad con Dios, tal como me parecía que los discípulos de Jesús y la iglesia primitiva habían tenido... Poco después de comenzar mi ministerio de sanidad, mientras estuve en un servicio donde se presentó la necesidad del bautismo en el Espíritu, mientras yo estaba arrodillado en oración y nueva consagración a Dios, una unción del Espíritu vino sobre mí. Olas de la santa gloria pasaron por mi ser, y fui levantado a una nueva esfera de la presencia y del poder de Dios. Después de esto, las respuestas a la oración fueron frecuentes, y de vez en cuando ocurrieron milagros de sanidad.
Me sentí en el límite de una gran región espíritual, pero fui incapaz de entrar allí completamente, y así no estuve satisfecho con lo que había alcanzado..." (p.16)
"Cientos y cientos de personas fueron sanados por el poder de Dios durante estos diez años. Pero al fin de estos diez años, creo que yo era el hombre más hambriento por Dios que jamás vivió. Tenía tanta hambre por Dios que cuando salía de mis oficinas en Chicago y caminaba por la calle, mi alma se derramaba, y yo exclamaba: '¡Oh Dios!' - La gente se paraba para mirarme y se asombraba. Fue el anhelo ansioso de mi alma, buscando a Dios en una medida más grande de lo que yo conocía. Pero mis amigos decían: 'Señor Lake, usted ha tenido un hermoso bautismo del Espíritu Santo.' Sí, era hermoso hasta donde llegaba, pero no estaba respondiendo al clamor de mi corazón. Yo estaba creciendo en un mayor entendimiento de Dios, y de la necesidad de mi propia alma. Mi alma deseaba una entrada más grande en Dios, Su amor, Su presencia y poder. Y entonces, un día, un hombre anciano entró a mi oficina, se sentó, y en la media hora que seguía, él reveló a mi alma más conocimiento de Dios de lo que yo había sabido antes. Cuando él había salido, yo dije: '...Dios, si esto es lo que hace el bautismo del Espíritu Santo, yo quiero tenerlo.' Oh, ¡el milagro de Dios que entonces fue revelado a mi corazón!..."

"Finalmente fui guiado a apartar ciertas horas del día dedicadas a Dios, como tiempos de meditación y oración. Así pasaron varios meses, hasta que una mañana, mientras yo estaba arrodillado en oración, el Espíritu de Dios habló a mi espíritu y dijo: 'Ten paciencia hasta el otoño.' Mi corazón se alegró en esta palabra de ánimo, y continué mi práctica de meditación y oración como antes. Me fue fácil separarme de los asuntos de la vida, de la manera que mi espíritu mantenía su actitud de comunión con Dios aun mientras mis manos y mi mente estaban ocupados en los asuntos comunes de la vida diaria. ...Yo dije: 'Dios, si quieres bautizarme en el Espíritu Santo, y darme el poder de Dios, no permitiré que alguna cosa se interponga entre yo y una obediencia céntupla.'"

"Oré por el bautismo del Espíritu Santo durante nueve meses, tan honestamente y sincero en la fe como posible. Finalmente, un día estuve al punto de tirar la toalla y abandonarlo todo. Dije: 'Señor, quizás esto es para otros, pero no es para mí. Simplemente no puedes dármelo.' No culpé a Dios de ninguna manera. Una noche, un señor Pierce me dijo: 'Señor Lake, estuve deseando durante mucho tiempo que usted me visitaría para pasar una noche en oración.
Nosotros hemos estado orando por el bautismo durante un año entero, y ninguno de nosotros ha sido bautizado. Hermano, creo que usted no lo recibió tampoco, entonces podemos orar unos por otros.' Yo estaba tan hambriento de oración, que iba con todas las intenciones de orar por los demás, pero apenas estuve orando cinco minutos cuando la luz de Dios empezó a brillar alrededor de mí, me encontré en el centro de un arco de luz de tres metros de diámetro, la luz más blanca de todo el universo. ¡Tan blanca! Cuánto hablaba esto de pureza. El recuerdo de esta blancura, esta blancura maravillosa, ha sido el ideal delante de mi alma, de la pureza de Dios, todo el tiempo desde entonces."

"Entonces una voz empezó a hablarme desde esta luz. No vi ninguna forma. Y la voz empezó a recordarme de un incidente, y de otro incidente, de desobediencia hacia mis padres cuando era niño; de mi obstinación; y docenas de instancias donde Dios me instó a poner absolutamente mi cuerpo, mi alma y mi espíritu sobre el altar de una vez para siempre. Yo había dedicado mi cuerpo a Dios desde hace diez años, y era un ministro del Evangelio. Pero cuando viene el Señor, El abre el alma hasta las profundidades que nunca en la vida fueron tocadas. Sabes, después que fui bautizado en el Espíritu Santo, se me abrieron cosas en la profundidad de mi naturaleza que nunca en mi vida había tocado, y lo que habían sido solo sombras distantes se volvió real. Dios se me acercó e hizo brillar Su luz dentro de mí."

"Poco después de esta experiencia, un hermano ministro me llamó y me invitó a acompañarle para visitar a una señora enferma. Al llegar a la casa, encontramos a la señora en una silla de ruedas. Todas sus articulaciones le dolían con reumatismo inflamatorio. Ella había estado en esta condición por diez años ... Mientras mi amigo conversaba con ella, preparándola para que orásemos con ella por sanidad, yo estaba sentado en un sillón al otro extremo de la habitación amplia. Mi alma estaba clamando a Dios en una ansia demasiado profunda para palabras, cuando de repente me pareció que descendió una lluvia tropical agradable, que caía no sobre mí, sino a través de mí. Mi espíritu, alma y cuerpo se tranquilizaron bajo esta influencia, y sentí una calma tan profunda como nunca había conocido. Mi cerebro que siempre había estado tan activo, se tranquilizó completamente. Sentí gran asombro por la presencia de Dios. Sabía que esto era Dios."

"Unos momentos pasaron; no sé cuánto tiempo. El Espíritu dijo: 'He escuchado tus oraciones, he visto tus lágrimas. Eres ahora bautizado en el Espíritu Santo.' Entonces, unas corrientes de poder empezaron a atravesar todo mi ser, desde la coronilla de mi cabeza hasta la planta de mis pies. El poder aumentó en velocidad e intensidad. Pareció llegar sobre mi cabeza, atravesar mi cuerpo y pasar por mis pies en el suelo... Aun hoy tengo todavía en mi alma la solemnidad de aquella hora. Mi experiencia fue verdaderamente como Jesús dijo, que El será en nosotros 'un manantial de agua que fluye a la vida eterna'. Esta fuente sin fin ha fluído a través de mi espíritu, alma y cuerpo día y noche, y ha dado salvación, sanidad, y el bautismo del Espíritu en poder de Dios a multitudes."

"Poco después de mi bautismo en el Espíritu Santo, una obra del Espíritu comenzó en mí para revelar la naturaleza de Jesucristo ante mí y en mí. El me moldeaba de manera que una gran ternura por la humanidad despertó en mi alma. Vi a la humanidad a través de nuevos ojos. Me parecían como ovejas errantes, habiéndose apartado muy lejos, en medio de confusión, palpando y errando por allí y acá. No tenían ninguna meta definida, y al parecer no entendían su problema ni sabían como volver a Dios. En mi alma creció el deseo de proclamar el mensaje de Cristo, y de demostrar Su poder para salvar y bendecir, hasta que mi vida fue dominada por esta pasión abrumadora." (p.16-20)

"Encontré que mi vida empezó a manifestar los dones variados del Espíritu. Hablé en lenguas por el poder de Dios, y Dios fluyó a través de mí con una nueva fuerza. Las sanidades eran más poderosas. Oh, Dios vivía en mí; Dios se manifestaba en mí; Dios hablaba a través de mí. Mi espíritu estaba activado. Tuve una nueva comprensión de la voluntad de Dios, un nuevo discernimiento del espíritu, y una nueva revelación de Dios en mí."

"Entonces se manifestó una nueva maravilla. Me volví tan sensible que podía poner las manos sobre cualquier persona y decir cuál órgano estaba enfermo, y en qué medida, y todo acerca de ello. Lo puse a prueba. Fui a hospitales donde los médicos no podían diagnosticar un caso, toqué a un paciente, e instantáneamente supe el órgano que estaba enfermo, su condición y ubicación. Y un día desapareció. Un niño juega con un juguete, y su gozo es tan maravilloso que a veces se olvida de comer."

Antes de obedecer el llamado al ministerio a tiempo completo, Lake vio la necesidad de abandonar las ganancias de su negocio muy exitoso. Vendió todo, dio el dinero para la obra de Dios, y comenzó el ministerio a tiempo completo con un corazón lleno del fuego de Dios. Pronto después, mientras estaba ministrando en una ciudad en el norte de Illinois, Dios le habló claramente: "Anda a Indianapolis. Prepárate para una campaña en invierno. Consigue un auditorio grande. En primavera irás a África."

John G.Lake continúa: "Una mañana cuando bajé para el desayuno, descubrí que mi apetito había desaparecido. No pude comer. Hice mi trabajo como siempre. A mediodía no tuve deseos de comer, y a la hora de la cena tampoco. Esto continuó hasta el tercer día. Pero en la tarde del tercer día sentí un deseo abrumador de orar. Solamente quería estar a solas para orar. La oración fluyó de mi alma como un río. No pude dejar de orar. Tan pronto como podía llegar a un lugar apartado, me arrodillaba para derramar mi corazón ante Dios por horas. No importaba qué hacía, este río de oración seguía fluyendo desde mi alma... En la noche del sexto día de este ayuno que el Señor me había impuesto, mientras lavaba mis manos, el Espíritu dijo: '¿Cuánto tiempo has orado por poder expulsar demonios?', y yo respondí: 'Señor, mucho tiempo.' Y el Espíritu dijo: 'Desde ahora expulsarás demonios.' Me puse de pie y alabé a Dios." (p.21)

Una oportunidad para poner a prueba esta nueva unción, llegó el siguiente domingo cuando un hombre loco y violento fue traído a Lake. El ordenó al demonio en el nombre de Jesús a salir de él. El hombre fue instantáneamente liberado, y dos días después fue dado de alta de la institución donde estaba internado.

En abril de 1908, Lake y su familia partieron para Sudáfrica. Aunque no tenían ningún apoyo visible, recibieron provisión milagrosa para cada paso del viaje. Y así comenzó un avivamiento tremendo, con sanidades poderosas, milagros y liberaciones, que iba a impactar profundamente el continente africano por muchos años, incluso mucho después de que Lake se había ido. En 1913, después de la trágica muerte de su esposa, Lake volvió a América, pero para ese entonces la antorcha ya había pasado a Elías Letwaba y otros en África, y la obra seguía allí en gran poder. Lake continuó su ministerio en Norteamérica hasta su muerte en 1935, y como Smith Wigglesworth, peleó una batalla extraordinaria y corrió una gran carrera, hasta el fin.