lunes, 13 de agosto de 2012

LA PERSONA, DEL ESPÍRITU SANTO DE DIOS.

Ministerio Evangelistico Shekinah
¡Ahora veras si mi palabra se cumple o no! (Números 11:23)
Leer (Jn. 15:5).
 Mis hermanos: Entre los cristianos abundan las opiniones acerca del Espíritu Santo. Para algunas iglesias es lo principal, y para otras es insignificante. Muchas personas lo ven como un poder al cual aprovechar, o como una fuente de controversia que hay que evitar. Es por eso que debemos acudir a las Escrituras para tener una descripción precisa y verdadera de Él.

Primero, el Espíritu Santo es una persona. Sabemos esto porque las Escrituras nos dicen que Él tiene cuatro cualidades importantes de una persona: conocimiento, voluntad, emociones y actividad. El Espíritu Santo conoce los pensamientos de Dios y los revela a los creyentes (1 Co. 2:10, 11); ejerce Su voluntad en la distribución de los dones a los creyentes (1 Co. 12:7-11); está también lleno de amor (Ro. 15:30) y actúa como nuestro consolador, ayudador, maestro y guía.

Segundo, Dios Espíritu Santo es igual a Dios Padre y a Dios Hijo. Los atributos de cada miembro de la Trinidad están presente en los tres. Por tanto, el Espíritu Santo es omnisciente (lo sabe todo) y omnipotente (todopoderoso). Para lograr la redención del hombre, el Padre envió a Su Hijo a la tierra para que tomara forma humana y se convirtiera en nuestro Salvador.
 Después de volver al cielo, Jesús envió al Espíritu Santo para vivir dentro de los creyentes.
 La presencia interior del Ayudador nos identifica como posesión de Dios, nos separa del mundo incrédulo y es la garantía divina de que pertenecemos al Señor para siempre. La obra del Espíritu Santo es conformarnos a la imagen de Cristo (Gá. 5:16) y vivir la vida de Jesús a través de nosotros (Jn. 15:5).

Es el poder para ministrar

Hechos 3:1-8

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.

¿Qué fue lo que estaba esperando ese hombre después de 40 años de estar así? Dinero. Él no esperaba un milagro, ni siquiera sabía qué era eso.

El lisiado los miró con ansiedad, esperando recibir una limosna. Si usted lee los Evangelios, Pedro y Juan no podían caminar juntos, pero después de la visitación del Espíritu Santo, dice que iban juntos al templo. ¿Será que eso de andar juntos, unánimes, no es importante para Dios? La respuesta de Pedro fue: “Ni oro ni plata tengo, pero lo que tengo te doy”. Ahí empezó un proceso de cambio en ese hombre. El hombre no tenía fe, ahí obró la fe de los apóstoles.

Ellos hicieron lo bueno, y ya estaban los religiosos criticando, en vez de estar viendo que el cojo era sano. Mucha gente va a necesitar que generemos el ambiente de fe para que obre los milagros y señales. Es ser anfitrión de la gloria de Dios. El te va a utilizar a ti como el anfitrión que El quiere tener. 

En medio de la alabanza y adoración, pregúntate si verdaderamente anhelas la unción del Espíritu Santo para predicar las buenas nuevas con denuedo, para imponer manos con unción. No es para todos aquellos que no lo quieran recibir. Es un compromiso de responsabilidad porque usted debe recibir algo para ponerlo en práctica. Así como Pedro y Juan sabían que tenían algo más valioso que el oro y la plata.