sábado, 22 de diciembre de 2007

Guiados en el Espíritu Santo

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)


Hechos 8

Vamos a tratar de adquirir conocimiento de todo el mover del Espíritu Santo:El descendió en forma como de paloma, pero no es paloma; quema como fuego, pero no es fuego; embriaga como vino, pero no es vino; te puede hacer hablar en lenguas, pero no es lengua. Es una persona real, tangible. Les decía a todos los músicos que por qué cantan ese coro, “aunque mis manos no te puedan tocar,” si sí lo podemos tocar. ¿Cuándo nos vamos a poner de acuerdo en qué queremos? Cantemos lo que queremos. Cantamos que con manos vacías nos presentamos ante Dios, y la Biblia la Palabra acá que el Espíritu llenó a Jesús. Dice que no nos presentemos con las manos vacías. Es un problema cantar cuando no se saben las Escrituras. Dice Llenos, guiados en el poder. Si se dan cuenta, la transición entre que Dios te llena y caminas en su poder, es ser guiado por el Espíritu Santo.


Hechos 8:29
Y el Espíritu dijo a Felipe acércate y júntate a ese carro. El Espíritu nos puede guiar a cosas específicas como esta. Acércate a ese carro, dirígete a una colonia, ve a la casa de alguien. Ese es al nivel que todos queremos que el Espíritu nos guié. El Espíritu nos puede dar dirección, guiar, pero no dar guianza. El te puede dar instrucciones. Aquí había un momento específico en que el Espíritu Santo le habló a Felipe palabras que no estaban en ningún lugar del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento. Sin embargo, el Espíritu Santo fue el que llamó a Felipe y le dijo “acércate a ese carro”.

Hay gente que quiere ser guiada por el Espíritu violando los mandamientos del Espíritu. Felipe sabía que el mandamiento era predicarle a todo el mundo, y el que creyera y fuera bautizado, sería salvo. El mensaje que Felipe llevaba a esas personas, de gran jerarquía, y lo que le presentó fue el mensaje de salvación. Pero muchos quieren ser guiados por el Espíritu a no presentar el mensaje de salvación. El Espíritu nos guía para presentar el evangelio. Si queremos conservar al Espíritu como nuestro guía, y conservar el avivamiento, tenemos que seguir haciendo aquello para lo cual Dios estableció a su iglesia. El modelo es importante. Después de hablarle, sucede algo sobrenatural.

39 cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebato a Felipe… el evangelio a todas las ciudades…

Soy guiado por el Espíritu para anunciar el evangelio. Mucha gente le llama avivamiento del Espíritu a encerrarse en un closet todo el día, salga a hablar de Jesús. Di: “Recibir unción es recibir trabajo”. Hay gente que tiene más unción que yo, pero trabaja menos. No te van a medir por cuanta unción tienes, sino por los resultados que obtuviste con la unción que te dieron. Conforme a la uses, va a crecer su manifestación. Muchos de ustedes no han crecido porque han dejado de compartirla con las demás personas.

Hechos 10:19-20
Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado.

13 Y le vino una voz Levántate Pedro, mata y come.

El Señor había bajado un lienzo con animales inmundos y Pedro le dijo: “Jamás he comido cosa inmunda”. Aquí hay pasajes donde podemos notar que el Espíritu Santo nos puede guiar a cosas muy específicas. Puede ser que hoy que vayas a tu casa, el Espíritu Santo te diga “desvíate y lleva esta Palabra”. Eso es fantástico, pero el problema es que la gente sólo quiere oír eso del Espíritu Santo, y no que su vida sea dirigida por El.

El Espíritu nos puede guiar en tantos detalles tan precisos, pero encuentra un problema que gente se espiritualiza mas de la cuenta. El evangelio ya de por sí es místico, pero sólo así quiere vivir. No le da un beso a la mujer si el Señor no le dice, no va a trabajar si el Señor no los guía. Y el Espíritu no los está guiando a ningún lado.

Lucas 5:17
Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.

Sin leer esta Palabra, ni sueñe ser dirigido por el Espíritu. El poder estaba para sanar. Estaba Jesús haciendo lo correcto. Tú puedes estar enseñando y tener sobre ti el poder para sanar, pero no estás sanando. Debes aprender a escuchar la voz del Espíritu. Tú pudieras ministrar el poder de Dios fuera del tiempo en que Él quiera que lo ministres. Hay que aprender a escuchar.

24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

¿Qué es lo que hace que el poder de Dios sea ministrado? ¿Una enseñanza, una prédica o un mandato? ¿El poder que estaba sobre Él se manifestó cuando predicó o cuando mandó? Los milagros, las sanidades, son una orden. Usted no va a caminar guiado por el Espíritu Santo; para estar bajo el poder del Espíritu Santo a no ser que aprenda de autoridad. Aquí puedo pasar enseñando no sabe cuanto. Mucha gente quiere ser guiada por el Espíritu, pero muchos de ellos no respetan autoridad, ni ministran bajo autoridad. ¿Se recuerdan cuando Jesús ayudo a un hombre con más fe, y encontró a un romano? El reconocía autoridad, le dijo: “Tú di la Palabra y mi siervo sanará”. Entonces, hay dos palabras que tienes que aprender a administrar: la Palabra, que es la prédica y la enseñanza que difunde o manifiesta el poder de Dios. El poder estaba ahí para sanar, pero no estaba sanando hasta que Jesús dio la Palabra. La enseñanza y la prédica la vas a aprender leyendo lo que Jesús dijo, pero la Palabra de autoridad, debes formar el carácter en el cual está el poder de Dios. Ahí estaba siendo guiado, sabía que el poder estaba y llegado el momento, lo usó. El pudo hacerlo diferente, sanarlo y luego enseñar. No tiene idea cómo batallé yo con eso. Porque mucha gente espiritualiza todo.

Morir a uno mismo no es encerrarse en un cuarto a llorar. Cuando el Espíritu te guía, muchas veces te va a guiar y no va a pasar lo que pensabas que iba a pasar, hasta asegurarse que tiene tu obediencia pasen o no las cosas, y cuando estés verdaderamente muerto, las cosas van a empezar a pasar. Saben que les enseño a ministrar, a llevar bien su vida, pero el reino de los cielos es sobrenatural.


Romanos 8:6
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.

Guiado por el Espíritu. Yo voy a caminar conforme al Espíritu. ¿Qué es caminar conforme al Espíritu? He leído en no se cuantas versiones este versículo y la que más me impresiona es la King James.Walk after the spirit, estos son los guiados por el espíritu de Dios. Voy a caminar después del espíritu. Siempre vas a vivir entre la carne y el espíritu, siempre estás entre dos. Y dice que los guiados del Espíritu Santo son los que caminan después del espíritu, no de la carne. La carne te dice: “No pidas perdón”, y la carne misma se siente, y empiezas a sentir una humillación fea antes de ir a pedir perdón. Y la voz del Espíritu te dice: “Ve y hazlo,” ahora estás entre lo que oyes. Si no empiezas con eso, mucho menos vas a pasar al grado superior de ser guiado por el Espíritu Santo. O empiezas a caminar detrás del Espíritu en todo lo que hagas o Él no te va a poder guiar. Los que siguen la carne no son hijos de Dios.

Dice la Biblia que las obras de la carne son manifiestas, que son adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, celos, iras, contiendas, disensiones, y les digo que los que practican tales cosas, no entran al reino de los cielos, mucho menos ser guiados por el Espíritu Santo. Esto empieza en la vida diaria, donde debes decidir seguir las obras de la carne o las del Espíritu. Dices: “A este le voy a decir tres bien puestas”. ¿Eso te lo dijo el Espíritu? Pero después, quieren hacer milagros. Por eso es que vemos mucha gente carnal hablando en lenguas, y los cultos es hablar en lenguas y de ahí no pasaron. Camine detrás del Espíritu Santo. Dios me dijo que me vaya a España a abrir una obra misionera, y le preguntan por su mujer y dice “que se aguante”. Ese es el relajo espiritual que tenemos y por lo cual no vemos un avivamiento en muchos lugares. Hoy te aseguro que viste al Espíritu y oíste a la carne. ¿A quién seguiste? Esta siendo guiado por el Espíritu. Seguir al Espíritu te va a meter en problemas, pero seguir a la carne, jamás vas a salir de ellos. Por seguir a cualquiera de los dos, vas a tener problemas. Yo prefiero seguir al Espíritu. Siempre te vas a aguantar de una o de la otra.

Esta es la clave para la santidad, no es una condición que vives, sino decisiones que tomas, es de todos los días, a todas horas. No es que digas “soy santo”. La santidad es “tengo opción A o la B”. Le dicen “Dé $10,000 y tiene el negocio”, y el Espíritu le dice “si lo dejas de hacer, te prometo mejores negocios”. Y usted decide no hacerlo. Todos pasamos por eso, todos. Pero no todos decidimos lo mismo. Toma la decisión correcta por el Espíritu, practícalo y después de meses y años de hacerlo, vas a notar la diferencia entre tu vida y aquellos que estuvieron en la misma posición tuya que decidieron por la carne. Y se va a cumplir que el ocuparse de la carne es muerte, y del espíritu es vida y paz.

Dice aquí que por el Espíritu hagamos morir las obras de la carne. Hay una versión que no dice “hagas morir las obras de la carne”, sino que por el espíritu, hagas afligir las obras de la carne. ¿Como así? Resulta que usted era muy chismoso, y anda diciendo cosas de los demás. Estas en una posición en que naces de nuevo y tienes esa obra de la carne que tú sabes que lo haces y llega el día que estas con los amigos, oraste en la mañana y a la primera empiezas a hablar y se te sale. A los cinco minutos se siente un redargüir que dice Te equivocaste. Cuando uno quiere ser santo, esa cosa se siente bien feo. Y cuando vas al dormitorio en la noche le dices Perdóname, no lo quería hacer. Dos semanas después, te juntas con los amigos y están hablando y tratas de aguantarte, pero de repente dices si. Pero vas y pides perdón, y la carne empieza a menguar. Tres semanas después, ya te molesta esas conversaciones, y te alejas de esos amigos. La obra de la carne chisme se murió, pero esta la obra de estar condenando a todos. En la próxima conversación, estaban hablando mal, te levantas y los invitas a tu casa. Entonces, te sientes tan bien, y el Espíritu empieza a encontrar a alguien a quien un día le puede hablar y darle una instrucción.

Con Amor en cristo

Rodrigo Rojas Garzón
Evangelista


domingo, 9 de diciembre de 2007

Confiando en la Unción – Parte II

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)




Pablo no revela que tenía conocimientos de esa enseñanza. Él no tenía ningún problema afirmando que tenía la “plenitud” del Espíritu. Esto le puede parecer vanagloria a algunos predicadores, pero Pablo entendía que esto era una realidad de la vida cristiana. Esta confianza en la bendición de Dios, es algo que vemos a través de todo el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento no utiliza ningún otro tipo de lenguaje y no manifiesta ningún otro punto de vista. Ése era el punto de vista apostólico. Dondequiera que los apóstoles iban, ellos asumían que Cristo los respaldaría hasta el final; el poder de Dios no tenía fluctuación ni medida. Los apóstoles nunca estuvieron ansiosos con respecto al poder de Dios. Ellos no siempre declararon que tenían poder; no tenían necesidad de hacerlo. Los apóstoles tenían una profunda confianza en todo lo que hacían.

Los siguientes versículos bíblicos reflejan esto:

Colosenses 1:11 dice, “…fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad…”. Fíjese que Pablo no dijo que necesitaba paciencia para obtener poder, sino poder para obtener paciencia.
El versículo 29 dice, “…para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Aunque sus labores eran físicas, Pablo tenía una turbina de poder en su alma.

Efesios 3:7,20 dice: “…del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder”. Este versículo niega cualquier mención de que una persona pueda ser un siervo del Evangelio sin no tiene el respaldo del poder de Dios.

El versículo 20 dice: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…”. Si su poder no opera en nosotros, entonces no somos lo que Pablo entendía que los cristianos debían ser. Un cristiano es una persona en quien el Espíritu Santo está constantemente activo.

Romanos 15:8-9 dice: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre”. Ésta es otra versión de la Gran Comisión. El que los gentiles alaben el nombre de Dios es el propósito de la Gran Comisión. Pablo describe esto en detalles en los versículos 8 al 12.

La Predicación del Evangelio Activa las Promesas de Dios


El versículo 8 dice: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres…”. No había manera de que esas promesas pudiesen ser confirmadas si el poder de Dios no hubiese estado operando en Pablo cuando éste predicaba. Pablo asumió que el poder estaba con él. La predicación del Evangelio activa las promesas de Dios. Entonces, en el versículo 9 dice: “y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre”. En otras palabras, ellos fueron testigos del poder de Dios.

En el versículo 13, Pablo continúa diciendo: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. ¿A qué esperanza se refería él? A la esperanza de que los gentiles alabaran a Dios. Sus esperanzas reposaban en el poder de Dios. En resumen, los discípulos confiaban en la unción. Ellos sabían que podían contar con ella.

Los versículos 18 y 19 dicen: “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo”. Pablo no había pasado por alto ningún lugar, ni tampoco había tomado días libres; sino que constantemente había proclamado a Cristo con el mismo respaldo incondicional de Dios.

Pablo sabía muy bien las cosas que iban a ocurrir. Esa firme esperanza estaba siempre presente. Romanos 1:11 dice: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados…”. Él no dice quizás o a lo mejor. Él dice que cuando fuera a ellos eso era lo que él iba a hacer. Romanos 1:13 dice: “Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles”. Pablo no dice que eso es algo condicional, sino que establece de ante mano lo que iba a suceder. Su Evangelio era un Evangelio victorioso. Un Evangelio que no dependía de ninguna formula; sólo dependía de las promesas de la presencia y del poder de Dios.

Romanos 1:16 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. El Evangelio tiene su propio poder cuando es predicado. Todos aquellos que predican el Evangelio son hombres de poder.

La Demostración del Poder del Espíritu


1 Corintios 1:18 dice: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Pablo confirma esto en 1 Corintios 2:3 cuando dice: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor…”.

En 2 Corintios 1:15, Pablo dice que va a ir a los corintios para que éstos reciban otro regalo o bendición (la palabra “charis” en griego significa regalo). Pablo no les dijo a los corintios que él tenía la esperanza de que ellos recibieran otro regalo; él sabía que tenía el poder para llevarles ese “regalo”.

La predicación del Evangelio activa el poder de Dios. El Evangelio debe ser predicado para que se convierta en Evangelio. El Evangelio comunica noticias, no información. Las noticias no son noticias si no se reportan, si no se comunican. Una muerte no es noticia hasta tanto no aparece en los diarios. Si la muerte de Cristo nunca hubiese sido divulgada por los apóstoles, no existiría el Evangelio. Si la noticia más importante no se anuncia, no se convierte en las Buenas Nuevas. Cuando es predicado, el Evangelio es el poder de Dios para la salvación. Jesús salva cuando predicamos acerca de su salvación. De otro modo, Él no salva a nadie.

El Espíritu Santo no trabajar a medias. Él no actúa tentativamente. Nuestro Dios es un Dios que siempre obra con todo su poder. Él cubre nuestras debilidades, defectos y limitaciones con su poder. Él nunca es menos de los que debe ser; nunca menos que perfecto. Él no es un fuego que quema hoy aquí y mañana allá.

No existe tal cosa como cristianos sin poder. Si no tenemos poder, no somos cristianos. Esta fe es poder. Podemos tener un “cuerpo” de doctrina aprendida, pero si esa doctrina no tiene poder es sólo un cadáver. Cristo no es sólo la Verdad, sino también la Vida. Por definición, el cristianismo es el poder de Dios derramado en nuestras vidas.


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Una Fuente de Poder Integrado


Frecuentemente, escuchamos decir que no debemos salir a evangelizar si no tenemos poder. Lo cierto es que no debemos hacerlo ya que sin poder no hay Evangelismo. Cualquier otra cosa es sólo propaganda, promoción o crecimiento de la iglesia. Un Evangelio sin poder es como poner artículos en la vidriera de una tienda cuando la tienda no tiene esos artículos disponibles. Es como tener la letra de una canción pero no la música. El poder de Dios no es un ideal, sino una promesa que Dios nos hizo. No es el objetivo máximo, sino un ultimátum: “Ser llenos del Espíritu”. Es una necesidad. Algo con qué comenzar, no algo a lo que debemos aspirar.

La Gran Comisión tiene su propia fuente de poder. El Espíritu Santo está comprometido a respaldar el Evangelio. El Evangelio arde con el poder de Dios. Así como no puede existir fuego sin calor, no se puede predicar el Evangelio si no hay poder. La Gran Comisión y el poder de Dios están estrechamente relacionados; dependen el uno del otro. Si nosotros vamos, Él va. Si laboramos, Él labora junto a nosotros.

En el Nuevo Testamento encontramos 230 referencias acerca de la oración, pero ni una sola de ellas dice que debemos orar para recibir poder. Jesús dijo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…”, y cuando eso ocurrió ellos recibieron el poder y nunca más lo volvieron a pedir. Los creyentes del siglo anterior oraron constantemente por el poder. Ellos oraban por el Bautismo de poder.

La Falta de Poder


Vamos a hablar ahora de la falta o ausencia del poder de Dios. Considerando lo que he dicho hasta ahora, me pregunto lo siguiente: ¿Por qué existe tal cosa como la ausencia de poder? Si el poder está atado al Evangelio, ¿por qué tenemos que orar por todos nuestros esfuerzos evangelísticos? Por muchas razones. Entre ellas, lo que dice Romanos 15:30-32, “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta; para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros”.

Esos versículos contienen cuatro peticiones:

1. Por los ataques que Pablo enfrentaba, o sea por el Evangelio.
2. Por su seguridad.
3. Para que su ministerio fuese aceptado por los creyentes.
4. Para que Pablo llegara con gozo y fuese restaurado.

Pablo no les pide que oren para que él reciba poder, sino por los impedimentos que lo acosaban. Un ministerio puede ser atacado de muchas maneras. Por ejemplo, de forma física, como dice 2 Corintios 2:12: “aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia”. El poder que Pablo tenía quedó anulado por lo preocupado que él estaba por Tito.

Romanos 15:22 dice: “Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros”. 1 Tesalonicenses 2:18 dice: “por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”.

Estos son impedimentos físicos que limitan la obra de Dios, obstruyendo así el poder de Dios. Estos impedimentos deben ser objeto de oración. En 1 Corintios 16:9, Pablo se refiere a este mismo problema – “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios”. En 2 Corintios 2:11, Pablo habla de la posibilidad de que Satanás podía ganar ventaja sobre ellos.

Los Dones de Dios – no son Infalibles


En Colosenses, Pablo enfatiza la necesidad de orar. “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar”. Después de esto, Pablo cambia el enfoque de sus palabras y exhorta a las personas a que aprendieran a hablarle a los inconversos – “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Su comportamiento era un factor bien importante para que ellos pudiesen predicar la Palabra.

La
predicación del Evangelio puede ser interrumpida por muchos factores. Los dones de Dios no son infalibles. El poder del Espíritu Santo es vulnerable. 1 Tesalonicenses dice: “No apaguéis al Espíritu”. Cada referencia que existe en las Escrituras con respecto a la palabra “apagar” siempre se refiere al fuego o a la luz de una lámpara. La exhortación es para aquellos que, a propósito, le echan agua helada al fuego. Vale la pena mencionar que el Espíritu de Dios no se apaga si una mujer muestra sus tobillos.


Curiosamente, algunas personas piensan que ellos deben estar constantemente re-encendiendo el fuego de Dios. En Levíticos, el libro de la Biblia que muestra las imágenes de Dios en el Templo y de los sacrificios de Israel, leemos que: “El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará”. Dios había encendido la llama en el altar.

Permítame mencionar algo de pasada. Cuando Elías se paró en el Monte Carmelo y oró, el fuego cayó y consumió el sacrificio, la madera, el agua y quemó las piedras. El fuego cayó una vez y luego se apagó. Sin embargo, cuando el fuego de Pentecostés cayó, continuó ardiendo en las vidas de los discípulos. Nosotros no queremos un fuego terrenal como el de Elías, sino el fuego de Cristo. Nuestro deber es no hacer nada que vaya a apagar. El fuego puede arder eternamente siempre y cuando nosotros no lo apaguemos. El fuego de Dios no se apaga solo. El Espíritu Santo que está en nosotros nunca muere. Se dice que el amor no muere de muerte natural, sino que tiene que ser asesinado; lo mismo ocurre con el poder del Espíritu.


Obedeciendo la Gran Comisión


La gran revelación de la Gran Comisión se encuentra en 2 Corintios 6:3-10. Aquí Pablo habla en detalles de las condiciones en las cuales el poder del Espíritu Santo opera en la vida de los siervos de Dios. Él enumera tanto ayudas como obstáculos; pero no se equivoque, no existe argumento alguno que pueda ser tomado en cuenta para juzgar la presencia y el poder del Espíritu Santo. Pablo enumera 29 condiciones que son tanto positivas como negativas.

Léalas una y otra vez. Ese capítulo es el ejemplo a seguir por todo predicador aquí en la tierra. No existe ni una sola de esas condiciones que sea ajena a cada uno de nosotros. Todos nosotros debemos trabajar dentro de esos parámetros, o no somos dignos de predicar en lo absoluto. Los requisitos básicos son tolerancia, labor ardua, pureza, entendimiento, palabra de verdad, justicia, paciencia, y bondad en el Espíritu Santo con amor sincero.

Pablo también enumera circunstancias que debemos enfrentar – persecución, gloria, deshonra, difamación, falta de reconocimiento, y pobreza. Pablo mismo había pasado por todo esas cosas. Sin embargo, esas no son las cosas que apagan el fuego de Dios. El fuego del Espíritu de Dios arde eternamente y no necesita ser re-encendido cada domingo en la mañana, o cada vez que predicamos.

En el pasado, ha habido predicadores que no predicaban en las iglesias a no ser que sintieran que Dios estaba con ellos. Ellos buscaban sensaciones y certeza por medio de alguna señal del Espíritu. Yo estoy seguro de que el Señor sonreía amablemente; sin embargo, eso no era fe. Si ellos hubiesen pasado más tiempo leyendo la Palabra en lugar de estar orando, hubiesen ido con confianza a todo lugar, sabiendo que Dios no es inconstante. Dios no tiene que ser persuadido, o sujetado a manera de llave de lucha libre para estar junto a nosotros en el púlpito. Dé por seguro que Él está siempre con usted. La unción siempre está presente cuando obedecemos la Gran Comisión.

Hermano bendice a otra persona; cuentale de existencia de este ministerio.

Con amor en Cristo

Rodrigo Rojas Garzon

Evangelista

jueves, 6 de diciembre de 2007

Confiando en la Unción - Parte I

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)


En Marcos 16:15, Jesús dijo: “Id por todo el mundo”. Pero Él no se detuvo ahí, sino que más adelante añadió: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si Jesús no hubiese añadido esto, nadie hubiese podido salir a predicar el Evangelio. La Palabra dice en Marcos: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. ¡El Señor estaba con ellos!

Los discípulos confiaron totalmente en el Señor. En Juan 15:4-5, Jesús usó la parábola de la vid. Él dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Los discípulos vivían en una región donde se cultivaba la vid. Sin embargo, nosotros vivimos en una era tecnológica.

Hoy día, Jesús quizás hubiese usado una parábola relacionada con la electricidad. Si colocamos una bombilla en el receptáculo de una lámpara, en la noche tenemos que encender un fósforo para saber que está allí. Una bombilla es uno de los objetos más transparentes que he visto, no oculta nada. Sin embargo, por sí sola, sólo sirve de adorno. No sirve para nada más. Eso mismo ocurre con nosotros. Jesús dijo que sin Él no podemos hacer nada. Nosotros podemos tener una reputación transparente, podemos ser un dechado de virtudes, un adorno de la iglesia; pero por sí solos, no somos útiles. Una lámpara eléctrica no alumbra si no tiene electricidad. Nosotros estamos en esa misma situación, si no tenemos poder, no somos útiles.

Hemos Sido Llamados a Llevar el Poder


Ahora bien, veamos la misma bombilla cuando la corriente eléctrica pasa a través de ella. ¿Qué ocurre? Los filamentos de la bombilla se encienden, brillan. Alumbran la casa. El poder es lo que hace la diferencia.

La actitud de los discípulos después del Día de Pentecostés sorprendió a todos. Ellos habían visto a Jesús resucitar de los muertos, y sin embargo, Él los amonestó por su dureza de corazón y por su incredulidad. Después de la muerte de Cristo, los discípulos se retiraron de la vida pública y se encerraron en un aposento alto. Entonces, siete semanas más tarde, ellos salieron a las calles radiantes de poder y gozo. El poder del Espíritu Santo estaba con ellos y ellos se convirtieron en luces brillantes y ardientes.

La energía eléctrica no actúa por sí sola, sino a través de la lámpara. Nosotros sin el Espíritu Santo, no podemos hacer nada. Aunque la electricidad pase un contador eléctrico y por cables de electricidad, no ocurre nada. Nada en lo absoluto; no suena, no se ve, no alumbra. La electricidad necesita de la lámpara y la lámpara necesita de la electricidad. La salvación de este mundo es un esfuerzo mutuo. Nosotros necesitamos del poder de Dios, y Dios necesita de los seres humanos.

Nuestra misión es llevar el poder de Dios al mundo. Eso es todo lo que somos, hombres de poder que llevamos el poder a las vidas que no lo tienen. En una ocasión, escuché hablar de una mujer que pasó tiempo en una tienda escogiendo un televisor. Luego de pagar por el televisor, la señora dijo que no tenía electricidad en su casa. ¿Pensaría ella que el televisor funcionaría con gas? Algunas personas sólo tienen gas, ellas carecen de poder.

En 1 Corintios 4:20, Pablo dijo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Yo he escuchado algunas personas decir que Dios es quien hace la obra. Según ellos, Él llega al lugar de reunión y gana a cada uno de los allí presentes con su gracia suprema. Sin embargo, eso sería un acto de su omnipotencia. Algunas de las oraciones que se hacen para el avivamiento dan la impresión de que las personas se quisieran sentar y no hacer nada mientras Dios lo hace todo. A decir verdad, Él lo podría hacer; sin embargo, Él no lo va a hacer. Jesús dijo: “Id”.

Cualquier doctrina o filosofía que no se preste como conducto del poder de Dios, es una pérdida de tiempo. ¿Qué diferencia haría si algunos de nuestros problemas teológicos se resolvieran? ¿Sería la respuesta correcta derramar el poder Divino?

Dios sólo nos tiene a nosotros. Su poder depende de los seres humanos. Su poder necesita un instrumento. No podemos separar el poder del Evangelio de la unción de Dios que existe sobre los evangelistas. Si el poder de Dios se manifiesta sobre el mensaje, es por medio del mensajero. El Evangelio en los labios de un evangelista es un Evangelio Poderoso. El Evangelio es una obra de Dios y de los hombres; una combinación necesaria. El libro de los Hechos dice 66 veces que la Palabra del Evangelio fue predicada. Y son muchas las páginas que se usan para describir lo que ellos dijeron.

¿Qué significa predicar el Evangelio? Predicar el Evangelio es cuando un hombre comparte públicamente su experiencia con Dios, ungido por el Espíritu Santo, e inspirado por el gozo de su propia convicción. La forma en que algunos predican al Cristo crucificado, no es a manera de noticia, sino de historia. Si la experiencia personal del predicador es una experiencia muerta, él meramente comparte información. En ocasiones se ha dicho que los sermones deberían estar en el libro de record Guinness como la experiencia más aburrida que los hombres han conocido. Verdaderamente, puede ser algo así como tomar el té del día anterior.

La Gran Comisión


Analicemos las siguientes palabras: “Id por todo el mundo”. Estas palabras fueron tomadas de Marcos 16:15. Ese mandamiento se repite en cada uno de los Evangelios así como en el libro de los Hechos (Mateo 28:19-20, Lucas 24:47, Juan 20:21 y Hechos 1: 1-8). Todo el Nuevo Testamento habla de la Gran Comisión de forma indirecta. La predicación del Evangelio es el tema del Nuevo Testamento. Dios vino a confrontar al mundo con su amor. Descuidar la predicación del Evangelio, es una transgresión.

Sin embargo, leamos lo que dice Mateo 28:18-19: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…”. Marcos 16:17 dice: “Y estas señales seguirán a los que creen”. Lucas 24:47-49 dice: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Juan 20:21-22 dice: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. El libro de los Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” y Hechos 4:33 dice: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.


La Importancia de la Unción


La unción de Dios no es un lujo sino una necesidad. Es la razón por la que predicamos; el reino de Dios y su poder.

Permítame hacerle unas preguntas bien importantes. En el Día de Pentecostés, Jesús envió a sus discípulos a predicar, equipados con su poder. De manera que - ¿Cuánto les duró ese poder? ¿Cuán lejos llegaron ellos antes de que se les agotara el poder y se les vaciara el cántaro? Regresaron los apóstoles al Aposento Alto después de cada viaje misionero cantando: “Queremos otro Pentecostés. ¡Envía el Fuego!”.

Eso es algo que debemos considerar. Mire lo que dice Marcos – “Los discípulos predicaron por todas partes y el Señor fue con ellos confirmando la Palabra con señales”. Fue así que ellos comenzaron una misión eterna y mundial, equipados con todas las fuerzas espirituales que necesitaban, fuerzas tan confiables como sale el sol. Ése es el estándar de la Biblia – evangelistas con una unción inagotable. Cualquier otro concepto está tan fuera del Nuevo Testamento que no podríamos encontrarlo.

Ahora bien, una cosa es ir, pero mi preocupación personal es cómo iremos. Una de las características de muchos de los países africanos es la incertidumbre del suministro eléctrico y del sistema telefónico. Hoy funcionan, mañana no. Muchos ministros cristianos parecen ser igual de inconsistentes en cuanto al poder espiritual se refiere. Por eso es que constantemente están pidiéndoles a las personas que los respalden con sus oraciones. Yo pienso que ellos tienen miedo de que el impacto de sus obras no sea bendecido o que no tenga poder. Ellos creen que pueden levantar un clamor a Dios y que en respuesta a su petición, Dios respaldará sus obras.

Yo mismo les pido a las personas que oren por nuestro ministerio. Ahora bien, tener una experiencia del poder de Dios que se prende y se apaga sería algo totalmente absurdo para mí. La esencia de mi ministerio es demostrar que Jesús vive. Sin tener una garantía Divina, sería una locura de mi parte tomar un avión para ir a un país africano. Una experiencia inestable sería algo muy peligroso.

¿Es acaso esto arrogancia? ¿Egoísmo? Yo baso mi opinión en las cosas que escribió el apóstol Pablo. Él nunca estuvo inseguro. Romanos 15:28-29 dice: “Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”. Pasaría algún tiempo antes de que Pablo saliera en su viaje misionero. Aún así, Pablo declara abiertamente que iría en la totalidad de la bendición de Dios.

Pablo fue a Roma pero no como él había imaginado. Él fue como un prisionero. Eso le pudo haber robado la unción. Sin embargo, no fue así. Al llegar a Roma, con su vida bajo amenaza de muerte, Pablo aún estaba lleno del poder de Dios. La última epístola que Pablo le escribió a Timoteo no muestra ninguna señal de que su unción hubiese disminuido.

Pablo estaba seguro de la totalidad de la bendición de Cristo. Muchos evangelistas no tienen tal seguridad. Ellos piensan que eso es ser presumidos. Ellos dicen algo como esto: “Oh, yo no me atrevería a ponerme en el mismo nivel de poder de los apóstoles. Yo no estoy tan santificado como aquellos grandes hombres. Yo sólo aspiro a poderlos imitar a ellos. Yo deseo ser humilde”. A decir verdad, yo no creo que eso sea humildad. En mi opinión, eso parece ser incredulidad o cobardía espiritual.

Poder para los Testigos del Evangelio

El Nuevo Testamento no dice que el poder de las personas que son testigos del Evangelio es condicional. Hoy día, hay miles de sermones que describen las condiciones necesarias para que Dios se mueva con poder. De acuerdo a este concepto, para que el poder de Dios se manifieste, debe haber unidad, arrepentimiento, confesión, sacrificio propio y santidad. No hay duda de que estaríamos mejor si tuviéramos los niveles ideales de santidad. Eso es algo que debemos esforzarnos por alcanzar; pero si no los obtenemos, ¿Podría ser esa la razón por la cual los avivamientos se han demorado? ¿Está el Espíritu Santo aguardando por nuestra perfección? ¿Es acaso el grado de nuestra virtud la medida de la obra del Espíritu? Es muy fácil encontrar faltas los unos en los otros, así como en la iglesia y decir que dichas faltas detienen la obra de Dios. Esto es algo que vende libros. Pero, ¿acaso nuestros defectos decepcionan a Dios? Él conoce nuestras faltas. Si nosotros no somos mejores que nuestros padres, tampoco somos peores que ellos. Para que las iglesias sean lo que algunos predicadores dicen que deben ser antes de que puedan recibir el poder de Dios, tendríamos que ser una nueva especie de seres humanos. A veces me pregunto si el avivamiento requiere de tan altas calificaciones. ¿Acaso fueron los hombres y las mujeres del pasado mucho mejores y merecedores de la gracia que las personas de hoy día? Decir: “Habían gigantes en la tierra en aquellos días”, es algo humanamente normal. Uno tiene que estar muerto por 50 años antes de convertirse en un “gigante”. Los seres humanos sólo adquirimos fama después de muertos. Yo me imagino que las personas se sienten seguras al rendirle tributo a los muertos en los funerales porque los muertos ya no pueden ser sus rivales. Los muertos no pueden ir frente a nosotros ni superarnos. Sin embargo, Jesús no actuó de esa manera. Aunque las personas dijeron que Él era el rival de Juan el Bautista, en Mateo 11:11, Jesús dijo que: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Parece ser que mientras más atrás en el tiempo, más excelentes eran los cristianos y la iglesia. Se dice que la primera iglesia fue el mejor ejemplo de lo que debemos ser; incomparable en fervor y dedicación. A través del mundo, ha surgido la idea de que el poder es una recompensa; el resultado de la santificación. Orar es algo que se promueve mucho como la más grande de todas las virtudes, e inclusive la mayor de todas las buenas obras. Según este concepto, el poder equivale al tiempo que uno pasa orando. Mientras más uno ora más poder tiene. En otras palabras, dos horas de oración producen dos veces más poder que una hora.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Demostración del Espíritu y del poder de Dios

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)

Como Dios es un ser real y personal que tiene sentimientos y emociones, se espera que tenga algún medio de compartir sus deseos y sentimientos con nosotros, sus hijos, y de actuar en nuestra vida de una manera que sea consecuente con su carácter. Dios hace todas estas cosas por medio de su "espíritu". Si deseamos conocer a Dios y tener una relación activa con Él, necesitamos saber qué es este "espíritu de Dios" y cómo funciona.

No es fácil definir exactamente lo que significa la palabra "espíritu". Por ejemplo, si Ud. ha ido a una boda, podría comentar: "¡Allí había un magnífico espíritu!". Con esto Ud. quiere decir que el ambiente era bueno; de algún modo todo lo referente a la boda era bueno; todos estaban bien vestidos; la comida era exquisita; la gente conversaba con amabilidad; la novia se veía hermosa, etc. Todas estas diversas cosas formaban el ‘espíritu de la boda’. Asimismo, el espíritu de Dios de algún modo resume todo lo referente a Él. La palabra hebrea que en el Antiguo Testamento se tradujo como "espíritu", significa literalmente "aliento" o "poder"; de este modo, el espíritu de Dios es Su "respiración", la esencia misma de Dios, que refleja su mente. En el Estudio 4.3 daremos ejemplos de cómo se emplea la palabra "espíritu" en relación con la mente o disposición de una persona. Que el espíritu no se refiere solamente al simple poder de Dios es evidente por Romanos 15:19: "El poder del Espíritu de Dios".

Es una enseñanza común de la Biblia que la forma de pensar de un hombre se expresa en sus acciones (Pr. 23:7; Mt. 12:34); un poco de reflexión sobre nuestras propias acciones confirmará esto. Pensamos en algo y entonces lo hacemos. Nuestro "espíritu" o mente puede reflejarse en el hecho de que tenemos hambre y deseamos alimento. Vemos un plátano que está disponible en la cocina; ese deseo del "espíritu" se traduce entonces en acción: tomamos el plátano, lo pelamos y comemos. Este sencillo ejemplo muestra por qué la palabra hebrea para "espíritu" significa tanto el aliento o mente como también el poder. Nuestro espíritu, lo esencial de nosotros, recurre a nuestros pensamientos y, por consiguiente, también a las acciones que tomamos para expresar aquellos pensamientos o disposiciones que hay dentro de nosotros. En una escala mucho más gloriosa, el espíritu de Dios es igual; es el poder por el cual Él da a conocer su ser esencial, su disposición y propósito. Dios piensa y, por consiguiente, hace cosas: "Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado" (Is. 14:24).

EL PODER DE DIOS

Muchos pasajes identifican claramente al Espíritu de Dios con su poder. A fin de crear la tierra, "el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz" (Gn. 1:2,3).

El Espíritu de Dios era el poder por el cual se hicieron todas las cosas, por ejemplo, la luz. "Su espíritu adornó los cielos; su mano creó la serpiente tortuosa" (Job 26:13). "Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca" (Sal. 33:6). Por lo tanto al Espíritu de Dios se le describe como:

-su aliento

-su palabra

-su dedo

-su mano.

Por consiguiente, es su poder por el cual ejecuta todas las cosas. De este modo, los creyentes nacen de nuevo por la voluntad de Dios (Jn. 1:13), la cual es por su Espíritu (Jn. 3:3-5). El espíritu pone la voluntad de Dios en acción. Hablando de toda la creación natural, leemos: "Envías tu Espíritu, son creados, y [así] renuevas la faz de la tierra" (Sal. 104:30). Este espíritu/poder es también el sostenedor de todas las cosas, así como también el medio por el cual fueron creadas. Es fácil darse cuenta de que esta vida trágica se tambalea sin este aporte activo del Espíritu de Dios. A Job, un hombre que se cansó de esta vida, le recordó de esto otro profeta: "Si él [Dios]... recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo" (Job 34:14,15). Cuando David estaba saliendo de un estado de depresión similar, le pidió a Dios que continuara sosteniéndolo con este espíritu, es decir, que preservara su vida (Sal. 51:12).

En el Estudio 4.3 veremos que el espíritu que se nos da a nosotros y a toda la creación es lo que sostiene nuestra vida. Tenemos el "aliento de espíritu de vida" dentro de nosotros (Gn. 7:22) que nos da Dios al nacer (Sal. 104:30; Gn. 2:7). Esto lo hace ser el "Dios de los espíritus de toda carne" (Nm. 27:16 compárese He. 12:9). Debido a que Dios es la fuerza vital que sostiene a toda la creación, su espíritu está presente en todas partes. David reconoció que por medio de su espíritu Dios estaba constantemente presente con él adondequiera que fuese, y por medio de ese espíritu/poder Él podía conocer cada rincón de la mente y pensamiento de David. De este modo el Espíritu de Dios es el medio por el cual Él está presente en todas partes, aunque personalmente está ubicado en el cielo.

"Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos... ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si... habitare en el extremo del mar, aun allí... me asirá tu diestra [es decir, por medio del Espíritu]" (Sal. 139:2,7,9,10).

Un entendimiento apropiado de este tema nos revela a Dios como un ser poderoso y activo. Mucha gente ha crecido con una vaga "creencia" en Dios, pero en realidad "Dios" es sólo un concepto en su mente, una caja negra en una parte del cerebro. Un entendimiento del Dios verdadero y de su muy efectiva presencia alrededor nuestro por medio de su Espíritu, puede cambiar totalmente nuestro concepto de la vida. Estamos rodeados por el Espíritu, que constantemente da testimonio de sus acciones, y nos revela a Dios. David encontró el estímulo de todo esto absolutamente sobrecogedor: "Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mi; alto es, no lo puedo comprender" (Sal. 139:6). No obstante, semejante conocimiento trae responsabilidades; tenemos que aceptar que nuestros pensamientos y acciones están totalmente abiertos a la vista de Dios. Al examinar nuestra posición ante Él, especialmente cuando pensamos en el bautismo, necesitamos tener esto presente. Las majestuosas palabras de Dios a Jeremías también se aplican a nosotros: "¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?" (Jer. 23:24).

EL ESPÍRITU SANTO

Hemos visto que el Espíritu de Dios es un concepto inmenso que es necesario captar; es su mente y disposición, y también el poder por el cual Él pone sus pensamientos en acción. "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Prov. 23:7); y así, Dios es lo que son sus pensamientos, en ese sentido Él es lo que su Espíritu es (Juan 4:24), aunque esto no significa que Dios no es una persona. Para ayudarnos a tratar de abordar esta inmensidad del Espíritu de Dios, a veces leemos acerca de su "Espíritu Santo".

El término "Espíritu Santo" aparece casi exclusivamente en el Nuevo Testamento. Esto es equivalente a las frases "Espíritu de Dios" o "Espíritu de Jehová" que se encuentran en el Antiguo Testamento. Esto es evidente en pasajes tales como Hechos 2, que relata el derramamiento del Espíritu Santo sobre los apóstoles en el día de Pentecostés. Pedro explicó que esto fue un cumplimiento de la profecía de Joel, en donde Dios lo describe como el derramamiento de "mi Espíritu" (Hch. 2:17). El principal cumplimiento de esto será cuando Jesús regrese (Is. 32:15,16). También Lucas 4:1 consigna que Jesús "lleno del Espíritu Santo", regresó del Jordán; después, en el mismo capítulo, Jesús relaciona esto con Isaías 61: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí". En ambos casos (y en muchos otros) se equipara al Espíritu Santo con el término antiguotestamentario "el Espíritu de Dios".

Note, también, cómo en los siguientes pasajes se hace un paralelo entre el Espíritu Santo y el poder de Dios:

-"El Espíritu Santo vendrá sobre ti [María], y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc. 1:35).

-"...el poder del Espíritu Santo... con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios" (Ro. 15:13,19).

-"[La predicación de] nuestro evangelio... llegó a vosotros... en poder, en el Espíritu Santo" (1 Ts. 1:5).

-Se habló de la promesa de conferir el Espíritu Santo a los discípulos, indicando que sería "investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49).

-A Jesús mismo se le "ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hechos 10:38).

-Pablo podía respaldar su predicación con un innegable despliegue del poder de Dios: "... mi palabra... mi predicación fue... con demostración del Espíritu y de poder" (1 Co. 2:4).

El Espiritu Santo es la promesa del hijo de Dios a nosotros sus dicipulos .El es quien esta con nosotros aqui en la tierra dando tesminio del reino...Por favor amados, no lo ignoren es sus vidas,sus ministerios permitanle que desempeñe su papel como ecencia de la deidad entre el padre el hijo.

La demostracion de un evangelio con poder de Dios.Depende nuestra identidad con las palabras y los mandamientos que nos dejo Jesus y una relacion profunda con el Espiritu Santo como Persona de la Trinidad que es.

Que lugar ocupa el Espiritu Santo en tu relacion con Dios?

Con amor en Cristo

Rodrigo Rojas Garzon
Evangelista


domingo, 11 de noviembre de 2007

El Secreto del Poder del Evangelio

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)

A través de gran parte de la historia, el Espíritu Santo no ha sido mucho más que un nombre. Sin embargo, el Espíritu Santo es mucho más que eso, el Espíritu Santo es Dios operando en la tierra.

Durante siglos, las personas pensaban que el “Espíritu Santo” era sólo eso, un espíritu. Una cierta fragancia religiosa o atmósfera que se encontraba en las iglesias góticas. A la Majestad del Todopoderoso, la Tercera persona de la Trinidad, sólo se le conocía como una atmósfera misteriosa. ¡Qué reducción de estatus tan grande!

Cuándo y Dónde

Para poder hablar del Espíritu Santo, primero tenemos que identificarlo. Él es el poder de Pentecostés. Él fue quien comenzó la iglesia cristiana en el año 29 DC durante el festival judío del Día de Pentecostés que se celebró 50 días después de la crucifixión de Cristo. Esa mañana, el Espíritu de Dios llegó al mundo con un estallido; no como una dulce influencia, sino como un huracán. Él anunció su llegada con el milagro que ocurrió cuando 120 discípulos hablaron en otras lenguas. Ese alborotoso estallido captó la atención de la primera congregación cristiana.

El Espíritu Santo no vino solamente para manifestar cosas maravillosas ni para ofrecer una experiencia única que las personas pudiesen recordar cuando envejecieran. En aquel día, los discípulos fueron envestidos de poder. Ellos dejaron a un lado la timidez y desafiaron al mundo. Durante miles de años, no importando dónde uno mirara, los hombres vivían rodeados de supersticiones y tradiciones. En el año 29 DC aquellas personas que vivían en un lugar oscuro del mundo, se volvieron más grandes que la vida misma; dispuestas a desafiar al diablo, al mundo y hasta la historia misma.

Esta era la nueva forma de vida que Cristo había prometido. Él subió al Padre y envió la evidencia de que así había sido: el Espíritu Santo. Cristo le dio al mundo evidencia física de que estaba sentado a la diestra del trono celestial. Los discípulos vivieron algo nunca antes visto en la tierra.

A pesar de tales experiencias tangibles, a medida en que el tiempo pasó, las experiencias que los apóstoles vivieron se fueron olvidando y el Espíritu Santo se convirtió en una presencia lejana. Aunque con el tiempo, se escribió una gran oración acerca de Jesús y sus obras: el Credo de los Apóstoles. Ese credo, que ha sido recitado unos cincuenta mil domingos por millones de cristianos, a penas menciona al Espíritu Santo – “Yo creo en el Espíritu Santo…”. No sabemos quién escribió el credo pero una cosa es cierta, no fueron los apóstoles. Quienquiera que haya sido, no conocía al Espíritu Santo ni su influencia en las vidas de los primeros discípulos.

El Dr. Arthur Headlam, ex-Obispo de Gloucester, dijo en su comentario bíblico que no estaba claro cuáles eran los dones del Espíritu Santo que habían sido manifestados en la época de los primeros cristianos. Sin embargo, en Gálatas 5:25, Pablo habló como si la experiencia del Espíritu Santo fuera una parte normal del diario vivir: “si vivimos por el Espíritu…”. El gran traductor bíblico J.B.Lightfoot, conocía poco acerca del Espíritu cuando dijo que vivir por el Espíritu era “un ideal en lugar de una vida”. Ese parecía ser el punto de vista aceptado a fines del siglo 19. La realidad del Espíritu Santo se había desaparecido.


El Dios de Pentecostés
El Espíritu Santo es Dios, y Dios no está lejos. Estar lejos no fue nunca su intención. Debemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos al Padre y al Hijo. El Padre y el Hijo son uno, pero también se pueden diferenciar. Podemos reconocer sus funciones. ¿Cuál es la función del Espíritu? ¿Cuáles son sus características?

El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad obrando aquí en la tierra. Todo lo que Dios hace aquí, fuera del cielo, lo hace por medio del Espíritu. Todas las experiencias de los creyentes, el perdón, la contestación a nuestras oraciones, la seguridad, el gozo, la sanidad y las señales son obra de Dios por medio del Espíritu Santo. Hoy día, Dios está obrando a nuestro alrededor a través del Espíritu Santo. El Nuevo Testamento nos muestra quién es el Espíritu. El libro de los Hechos de los Apóstoles, en su totalidad, ha sido llamado: “Los Hechos del Espíritu Santo”.

Una de las verdades bíblica más importante es que Dios se da a conocer a sí mismo por medio de hechos y no por palabras. El Espíritu Santo es acción. Él es el viento celestial que siempre se está moviendo. Si conocemos al Espíritu, conocemos a Dios. Todos podemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos a Jesús.

El Espíritu Santo es la maravillosa ayuda que Jesús nos prometió. Antes del Día de Pentecostés, el Espíritu no era muy conocido. Los discípulos necesitaban descubrir ese nuevo poder. El libro de los Hechos cuenta la historia de sus experiencias. Los discípulos habían sido enviados por Jesús para realizar una labor que parecía imposible: llevar el Evangelio al mundo y luz a la oscuridad. Sin embargo, a pesar de que ellos eran sólo pescadores y campesinos, el Espíritu Santo los convirtió en gigantes espirituales que aún son reconocidos unos 2000 años más tarde. El Espíritu Santo es el Dios de Pentecostés. El Espíritu de acción, poder, amor, fortaleza y milagros.

El Espíritu Santo no vino al mundo para establecer una atmósfera acogedora en las iglesias. Nosotros no podemos seducir al Espíritu tratando de crear una atmósfera correcta, independientemente de si es una atmósfera callada y tranquila o alborotosa y exuberante. El Espíritu no necesita ser atraído, invocado, persuadido o seducido. Él no es un invitado renuente o indiferente, sino que de su propia voluntad y deseo, llega y habita en medio nuestro.

Los apóstoles no oraron para recibir al Espíritu. Sin embargo, él llegó e invadió aquel aposento alto. Cualquier tipo de atmósfera que ellos hubiesen creado, desapareció al ser invadida por el “viento recio” (Hechos 2:2). El Espíritu es la atmósfera del cielo, y el cielo desciende junto con él. Él es el pneuma, el viento del cielo soplando en medio de nuestras tradiciones y nuestra pasividad. Puede que cantemos “Espíritu Santo bienvenido a este lugar”, pero él no viene en respuesta a nuestras alabanzas. Él no es un visitante ni un extraño que sólo ha sido invitado por una o dos horas. Él es el Señor de los cielos y es él quien nos invita a entrar en su presencia. Donde hay fe y se predica la Palabra, allí está el Espíritu de Dios.

Un Evangelio Sobrenatural


El Espíritu no escoge a los hombres fuertes y aptos, aunque tampoco los ignora. Su propósito es fortalecer a los débiles y a los necesitados, a aquellos que no piensan mucho de sí mismos. La debilidad de estas personas atrae el poder del Espíritu. Ese poder absoluto y vivificante. El Espíritu fue enviado a todos; a los mejores y los peores de nosotros. Esa fue la promesa del Padre enviada por el Hijo. ¡Qué regalo!

Leemos con gozo y asombro cómo era el Espíritu en los tiempos bíblicos. Ese es el mismo Espíritu del que estamos hablando aquí. Él es el Espíritu eterno. No existe diferencia entre antes y ahora. De hecho, los días del Antiguo Testamento no fueron sus mejores días. Él es el Espíritu del Nuevo Testamento. Él es la esencia de la fe cristiana que llega a nosotros por medio del Evangelio. Sin él, no existiría el cristianismo. Él no es un accesorio, sino la esencia misma de nuestra fe. Él es Dios en la tierra, habitando con poder y saturando cada una de nuestras experiencias. En otras palabras, el cristianismo es una fe sobrenatural. Un Evangelio que no es sobrenatural es sólo un Evangelio en apariencia.



Nosotros Necesitamos al Espíritu Santo

El Nuevo Testamento no contiene ni una sola palabra que sugiera que el Espíritu se alejaría o cambiaría. Somos nosotros quienes contristamos o afligimos al Espíritu. Él ni se aparta de nosotros ni nos deja solos. En el Salmo 51:11, David dijo: “no quites de mí tu santo espíritu”. David dijo esas palabras unos mil años antes de que el Espíritu habitara entre nosotros. Nuestra falta de fe y algunas de las cosas que hacemos, entristecen al Espíritu. Sin embargo, si él no habitara entre nosotros, no podríamos entristecerlo ni afligirlo. El mundo no tiene el “extraño” privilegio de afligirlo o entristecerlo, sólo los creyentes lo pueden hacer.

La obra más importante del Espíritu Santo es la salvación. Su prioridad no son los cristianos que están preocupados por los escrúpulos y los detalles de la santidad y la espiritualidad. Cualquier virtud que tengamos desaparece ante el poder de su santa presencia.

Los apóstoles necesitaban al Espíritu y nosotros lo necesitamos más que ellos. En los tiempos bíblicos, el mundo tenía 300 millones de habitantes, todos sin conocimientos del Evangelio. Hoy en día, el mundo tiene casi siete mil millones de habitantes y muchos de ellos han sido evangelizados. Nosotros tenemos que hacer lo que hicieron los apóstoles. Si lo hacemos, Dios nos va a dar lo mismo que les dio a ellos.



Posibilidades Ilimitadas

El libro de los Hechos de los Apóstoles no muestra la manifestación máxima del poder del Espíritu Santo, sino solamente lo que los primeros discípulos hicieron por medio del él. La Biblia no dice en ningún lugar que eso era lo máximo que se podría lograr. Para Dios no existen límites. Los primeros cristianos no son nuestros modelos a imitar. Sus historias son sólo una muestra inicial de las posibilidades del poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está a nuestra disposición. En Efesios 1:18-20, Pablo dijo: “que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa. Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales…”.

El Poder de Dios

Los cristianos no fueron creados para pelear contra el mundo o contra el diablo, con sus propios recursos – no importando si vivieron en le siglo I o en el XXI. Romanos 1:16 dice que el Evangelio es el “poder de Dios” – por medio del Espíritu Santo. Sin embargo, eso no es posible si lo ignoramos. ¿Cuántas de las predicaciones de hoy día suenan como si el predicador hubiese acabado de salir del aposento alto junto con los apóstoles? ¿Cuántas suenan como si el Evangelio fuera realmente el poder de Dios? Los predicadores que les hablan a sus congregaciones como si fueran doctores en una clínica (con indiferencia), no le dan al Espíritu Santo una oportunidad. Los cristianos no pueden cumplir su misión sin la unción del Espíritu y lo sabemos. Efesios 5:18 dice, “sed llenos del Espíritu”. Ser guiados por una meta es parte del proceso, pero ser dirigidos por el Espíritu es la base del Nuevo Testamento. El Espíritu es la inspiración y la fuerza que nos motiva.

El medio millón de palabras del Antiguo Testamento son un tratado de Dios acerca del Espíritu Santo. Por medio de sus páginas, Dios nos muestra cómo naciones enteras caminan por el camino que conduce a la tragedia si ignoran al Espíritu de Dios. En el Antiguo Testamento, el Espíritu sólo tocó a una que otra persona en Israel. De ahí en fuera, la nación iba camino a un abismo. Sin embargo, cuando el Espíritu llegó todo cambió. El Evangelio se convirtió en un Evangelio sobrenatural con resultados revolucionarios.

Aunque inicialmente la fe cristiana fue propagada, al pasar del tiempo, se tornó en una fe débil y secular. Su historia sugiere que la iglesia no pudo entender el poder del Espíritu. El Espíritu ha estado siempre obrando ya que Él no descansa. Puede que en el pasado a él no le hayan dado mucho reconocimiento, pero él se encontraba actuando contra la corriente de corrupción que existía en la iglesia. Durante muchos años, la iglesia ha estado envuelta en intrigas, políticas, doctrinas erróneas, contiendas destructivas, debates sobre temas que no tienen nada que ver con la iglesia y ajena a la realidad del Espíritu Santo.

Para nosotros es imprescindible conocer quién es el Espíritu Santo y lo que Jesús dijo acerca de él con relación al secreto del poder del Evangelio. Nosotros no tenemos que estar batallando y sudando para recibir al Espíritu, sólo tenemos que dejar que él venga a nosotros. No somos nosotros los que hacemos que el Espíritu sea eficiente. Nosotros no podemos generar el poder del Espíritu Santo con nuestras oraciones, sudor, agonía, tiempo, esfuerzo, buenas obras, o cualquier otra cosa. El Padre nos da al Espíritu como un regalo, no como una recompensa ni como una forma de pago o como algo que nos hayamos ganado. Si nosotros nos pudiésemos convertir en personas tan buenas que mereciéramos al Espíritu Santo, no lo necesitaríamos.

Al igual que Eliseo, nosotros hemos sido llamados a recoger el manto de Elías. Sin embargo, nuestro Elías es Cristo Jesús. Nosotros no tenemos que preguntarnos: “¿Dónde está el Dios de Elías?, (2 Reyes 2:14), sino ¿Dónde está el Dios de nuestro Señor Jesucristo?” UNO más grande que Elías vino al mundo.

Rodrigo Rojas Garzon
EVANGELISTA