Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)
Sermón predicado por El Evangelista T.L. Osborn en el Estadio `Las Casas "San Juan, Puerto Rico.
(Tomado Taquigráficamente) y posteriormente publicado en "Jesucristo el Sanador" Ed. CLC.
Buenas noches a todos. Estamos de nuevo aquí esta noche para declarar las promesas de Dios y para esforzarnos en ayudar a aquellos de vosotros que creéis en estas promesas que están manifestadas en
Predicando ... Sanando
En Mateo 4:23-24,
Jesús siempre predicaba y enseñaba, predicaba y enseñaba, predicaba y enseñaba, y luego sanaba a sus enfermos. Pero siempre predicaba primero. Eso es lo que yo estoy haciendo en esta noche.
Alguna gente tiene la idea que Jesús meramente sanaba a cualquier persona que estuviera enferma dondequiera que la encontrara. El sanaba a aquellos que le seguían y creían sus palabras. Y aún sana El a aquellos que le siguen y creen Su Palabra.
El predicó y enseñó en la sinagoga, entonces sanó a los enfermos y a los poseídos de demonios. El no ha cambiado.
Repetidamente
Precisamente anoche, aquí mismo en el auditorio, tres enfermos mentales fueron completamente restablecidos por el poder de Dios. Creo que si cien lunáticos fueran traídos a la campaña, Dios desearía sanar a cada uno de ellos. Si mil pacientes de cáncer fueran traídos a las reuniones, Dios sanaría a cada uno de ellos si pudiera obtener la cooperación apropiada.
Busquen el capítulo ocho (8) de San Mateo. Deseo que ustedes vean todo lo que este capítulo dice sobre sanidad solamente. Noten en cuantos sitios diferentes vemos a Jesús, y en cada lugar que le vemos está bendiciendo y sanando a los enfermos. El no ha cambiado.
Sanando en Todas Partes
Versículo 1: "Y como descendió del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús sanó al leproso.
Versículo 5: "Y entrando Jesús en Capernaum, vino a El un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado". Y Jesús sanó a su siervo.
Versículo 14: "Y vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó".
Versículo 16: "Y cuando llegó la noche, trajeron a El muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos".
Versículo 28: "Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino". Y Jesús echó fuera los demonios y los hombres recobraron su normalidad.
Capítulo 9:1: "Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama"; Y Jesús sanó al hombre completamente.
Versículo 18: "Mientras El les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante El, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Y se levantó Jesús, y le siguió" yendo hacia su casa para sanar la niña.
Versículo 20: "Y mientras iba a sanar a la niña, he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto"; y Jesús la sanó.
Versículo 27: Pasando Jesús de allí, (de la casa en donde había resucitado a la niña muerta), le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!". Y Jesús tocó sus ojos y fueron sanados.
Versículo 32: —mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado", y Jesús libertó al hombre.
Versículo 35: "Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo".
En todas partes, Jesús estaba predicando el evangelio y sanando los enfermos. Donde quiera que usted ve a Jesús, está sanando a los enfermos. Siempre predicando. Siempre sanando.
El resultado fue, que en todo lugar donde la gente oyó que El estaba, "recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos a donde oían que estaba, y a dondequiera que entraba, en aldeas, o ciudades, o heredades, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que tocasen siquiera el borde de su vestido; y todos los que le tocaban quedaban sanos" (Mr. 6:55-56).
Mateo 12:9: "Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos. Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano"; y Jesús le ordenó extenderla y ser sanado.
Versículo 14: "Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle", pero mientras estaban conspirando para matarle, "Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos".
Marcos 7:24: "Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa", una mujer que tenía una hija poseída de demonios, le hizo presión hasta que sanó a su hija.
El Sanador Inmutable
En todas partes que vemos al Maestro, El estaba siempre sanando a los enfermos, ya en las calles o en los mercados; ya en las riberas del mar o en las sinagogas; ya en el campo o en las ciudades y aldeas; por todas partes estaba El sanando los enfermos. Su gran compasión y amor por los enfermos nunca le permitiría pasar por alto el clamor del necesitado. Y
Si Cristo Viniera a Esta Ciudad
Jesús sanó siempre a los enfermos. Si El, en persona, estuviera aquí hoy, ¿qué cree usted que El haría? Sanaría a los enfermos.
Si Cristo viniera a esta gran ciudad para conducir
una campaña, ¿ignoraría los lamentos de aquellos que sufren por causa de enfermedad? ¡No! Sanaría a los enfermos.
Y nosotros somos sus representantes. Se sapone que actuemos como El lo hizo. Como un ministro del Evangelio y como un discípulo de Cristo, soy responsable de ministrar a los enfermos. Esa no es necesariamente mi elección, pero es mi responsabilidad.
No tenemos derecho a decir: "Me siento particularmente atraído a esta fase del ministerio". Si predicamos el Evangelio, somos responsables de predicar
Si El viniera aquí personalmente a celebrar una campaña, sanaría a los enfermos, y El dijo: "Como Tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo" (Juan 17:18). Esto lo dijo El a todos los que le seguían de cerca.
Representantes de Cristo
Somos los representantes de Cristo. Somos Sus seguidores. Somos Sus embajadores. Tenemos que traerle ante ustedes. Tenemos que actuar representativamente en Su Nombre. Por tanto, en esta campaña estamos orando por los enfermos, y la gente está viniendo a recibir Sus bendiciones. El está aquí esta noche, no en forma física, pero sí de modo espiritual. El está aquí en Espíritu y en Verdad. En esa capacidad, El está aquí con el mismo poder y autoridad que tendría si estuviera aquí en forma física. El está aquí en
Durante siete años prediqué el Evangelio de perdón sin declarar los beneficios de la sanidad para el cuerpo. Hubo unos pocos convertidos por los cuales estoy profundamente agradecido. Un alma es digna de toda una vida de ministerio. Pero desde que he estado predicando los beneficios de la sanidad conjuntamente con los beneficios del perdón (Salmo 103:3), he visto más almas convertidas en una sola noche, que las que vi convertirse anteriormente durante los siete años combinados de mi ministerio sin predicación de sanidad divina.
Por Qué Las Multitudes
CRISTO ofreció los beneficios físicos de Su Padre a la gente y
PEDRO predicó y practicó los beneficios físicos ofrecidos por Cristo, y el resultado fue que "tanto que sacaban los enfermos á las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, á lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían á Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados", (Hechos 5:15-16).
FELIPE predicó los beneficios de la sanidad a la gente de Samaria, y todos los habitantes de esa ciudad "Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad". (Hechos 8:6-8).
La gente seguía a Cristo, Pedro, Esteban, Felipe, Pablo, Byrum, Wigglesworth, McPherson, Ritchie, Dowie, y aún a Osborn -¿por qué?- Por los milagros que ellos vieron efectuados en aquellos que estaban enfermos.
Desde luego, la sanidad del cuerpo no es la parte más importante del Evangelio, pero estoy indicando claramente que, como estos otros hombres lo experimentaron, así también en mi propio ministerio, por medio de la predicación de todos los beneficios del Calvario para el cuerpo y el alma, he podido llevar más almas a Cristo en una sóla noche, que las que pude llevar a El durante siete años, sin predicar acerca de los beneficios para el cuerpo.
Ministerio de Sanidad
Por cuanto el ministerio de sanidad es parte de
Si Cristo sufrió para proveer la sanidad del cuerpo, entonces es nuestra responsabilidad predicar esa bendición a la gente. El Evangelio de Sanidad debe ser valorado conforme a lo que le costó a Cristo proveerlo. Si tal precio costó a Cristo proporcionarnos una bendición semejante, debemos darle a esta bendición un valor igual al costo de su provisión. Si Cristo no hubiera sufrido para proveernos sanidad, entonces estaría perfectamente bien que no mencionáramos esta bendición. Pero por cuanto le costó tal precio proveer sanidad para nuestros cuerpos, lo menos que podemos hacer, es hablar a la gente acerca de esta provisión. Y lo menos que usted puede hacer es creer en esta provisión. Y el resultado es, que usted será sanado. Eso está sucediento cada noche y sucederá esta noche. El Evangelio es siempre poder de Dios para aquellos que lo creen. Si usted cree
La sanidad no es la parte más importante del Evangelio, repito. La parte más imporante es: "El es quien perdona todas tus iniquidades". Pero El también es "El que sana todas tus dolencias", por tanto, ¿por qué no disfrutar de ambas bendiciones? Mientras la sanidad sea parte del Evangelio, y yo sea un predicador del mismo, debo predicar sanidad divina a la gente.
Otros También
Jesús sanó a los enfermos. Luego designó doce más, y como no pudieron hacer frente a una tan grande necesidad, Cristo, por tanto, ordenó setenta más y les mandó: "En cualquier ciudad donde entréis. . . sanad a los enfermos que en ella hubiere". (Lucas 10:8-9). Juntos, eran ochenta y tres personas, y no eran aún suficientes para llenar la necesidad. Y había por lo menos otros orando por los enfermos, porque los discípulos le dijeron a Jesús que habían visto a un hombre sanando en Su Nombre. Jesús les dijo: "Dejadle ir; si no está contra nosotros, está por nosotros". Había por lo menos ochenta y cuatro predicadores ministrando a los enfermos alrededor de Jerusalén.
Desearía que pudiéramos conseguir ochenta y cuatro predicadores en este país que pudieran ministrar la sanidad de Cristo a la gente. Podrán ganar este territorio para Dios si ustedes lo hacen. Si no llegaran hasta mí llamamientos de muchas otras partes del mundo, me quedaría aquí con ustedes hasta que pudiera aprender su lenguaje, pero debo marchar hacia otros países, así como he venido aquí. Pero este ministerio no terminará con mi partida. Continuará. Ha tenido un buen comienzo. Yo desearía que cada ministro en este estadio ocupara una ciudad para Dios; busque a los enfermos, y en lugar de Cristo, ministre todos los beneficios provistos por nuestro Señor a toda la gente en cada ciudad. Yo creo que lo harán.
Jesús sanó a los enfermos. Luego nombró a doce hombres más. Después designó setenta más. Aún eso no era suficiente porque cada vez que alguien era sanado, las nuevas se esparcían, y otra multitud venía deseando sanidad y bendición.
¡Oh!, ¡la necesidad lamentable de la doliente humanidad! Los doctores están realizando una gran labor, pero no están llenando esa necesidad. Los hospitales son una bendición para millones de personas, pero el clamor de otros millones más brota de la tierra. La ciencia médica está llevando a cabo una labor encomiable y valiosa, pero necesitan ayuda, nuestra ayuda, la ayuda de hombres con fe en Dios.
Yo desearía que ellos enviaran a nuestra campaña todos los casos incurables. Me gustaría que nos mandaran a todos los que no tienen esperanza, y más allá de toda ayuda médica. Prediquémosles
Olvide su enfermedad y esté consciente de la promesa de Dios. Olvide su condición y observe al Sanador. Mantenga su atención fija en Sus promesas. Está escrito que para Dios ninguna cosa es imposible. El es el Sanador de "todas tus enfermedades", dice
Cuatro Estudiantes de Colegio
Cuatro estudiantes de colegio se me acercaron al finalizar un servicio en Rochester, Nueva York. Estaban airados. Exigieron de mí que les dijera quién me había dado autoridad para venir a Rochester y hablar como lo estaba haciendo. Yo les contesté:
"El Señor me dió esta autoridad ".
Rápidamente me preguntaron: "¿Ha hablado usted con Dios?
Les dije: "El me ha hablado por medio de Su Palabra escrita".
"¿Cree usted en
"Ciertamente", repliqué. "Cada una de sus palabras".
"Usted está loco", dijo bruscamente uno de ellos.
"¿Pueden ustedes probar que
"Yo probé esta noche que
"Leí de
"No vimos a nadie que se sanara", contestaron.
"Entonces tenían sus ojos cerrados", les dije. Entonces les recordé: "¿No vieron ustedes a la mujer que trajo a la plataforma aquella niñita de pelo rizado que era completamente ciega? ¿ Y no me vieron ustedes orar por ella, y no la vieron ustedes contar mis dedos después de la oración, y no vieron a la niñita mirar a todos lados, y a todo, llena de excitación y dar pequeños gritos de alegría, y no la vieron ustedes descender y ascender los escalones sola y volver junto a su madre sin ayuda alguna? ¿No vieron ustedes eso?
"Sí", se mofaron, "pero, en primer lugar, ¿cómo sabemos nosotros que ella estaba ciega?".
Le pregunté al que de los cuatro parecía tener todavía suficiente sentido común para razonar, "¿Pensó usted en algún momento ir donde la mujer y preguntarle sobre la niña?".
"No", admitió un poco frustrado mentalmente, "nunca lo hice".
Les dije: "Ella está aún en la carpa. Si ustedes no lo creen, vayan e investiguen ustedes mismos".
No estaban dispuestos a hacerlo, pero con ésto, estos cuatro orgullosos "agnósticos" de un seminario religioso se sobrecogieron un poco, siendo entonces posible razonar con ellos. Después de unos instantes, me estaban dando gracias por mi interés en ellos y por haberles concedido tanto tiempo para discutir el asunto. Admitieron estar profundamente impresionados por el servicio de esa noche.
Me siento muy feliz porque tengo autoridad para hacer lo que estoy haciendo. Represento el Gobierno del cielo. Yo represento a Cristo. Tengo Su autoridad. Tengo Su mandamiento. Estoy bajo Su comisión. El dijo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi Nombre echarán fuera demonios ... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán", (Marcos 16: 15-18).
Tres Clases
Note esto: Había tres clases de personas necesitadas a quienes se nos ha ordenado ayudar -a quienes se nos ha comisionado a ministrar a los pecadores, a los endemoniados y a los enfermos.
Jesús comisionó estrictamente a todos los creyentes y a los ministros del Evangelio para cuidar de todas estas tres clases de necesitados. No sé por qué algunos ministros solamente ministran a una clase. Ministran a los pecadores, pero envían al manicomio a los endemoniados y mandan a los enfermos al hospital. Usted no tiene que hacer eso. Tenemos que actuar conforme a toda Su comisión.
Hay tres clases de necesitados y Cristo nos comisionó a toda las tres clases. Somos ministros del Evangelio, no ministros del manicomio y de los hospitales. Somos representantes de Cristo y de Su poder libertador, no representantes de la ciencia médica y de la sugestión mental para los dementes.
Somos ministros del Evangelio, y si es así, hemos de ministrar el Evangelio de acuerdo con el Evangelio. Somos responsables de ministrar a todas las tres clases que necesitan la liberación de Dios.
He oído a ministros decir: "Hermano Osborn, admiro su ministerio, pero por alguna razón, nunca me he sentido llamado a ese aspecto del Evangelio".
No importa si usted no se "siente" llamado a ese "aspecto" del Evangelio. Mientras usted obedezca a su Maestro y Señor, tendrá que ministrar en Su Nombre, en Su lugar, en Su poder, actuando como El lo hizo, y como El lo comisionó a usted que hiciera.
Usted no puede decir: "No me siento atraído hacia esta fase particular del ministerio". Esto no es una "fase ". Esto es el Evangelio. Esta es nuestra responsibilidad. Esta es nuestra ORDEN. Esta es nuestra COMISION. Si somos ministros del Evangelio, tenemos entonces que ministrar, conforme al Evangelio, a todas las tres clases de necesitados. Si decide usted representar su "escuela de pensamiento" especial, o su particular "Seminario Teológico", o sus "teorías e ideales" especiales, entonces eso es distinto, pero yo estoy hablando a MINISTROS DEL EVANGELIO.
Nosotros los que ministramos el Evangelio debemos ministrar a los pecadores, a los endemoniados y a los enfermos. Tenemos tanta autoridad y somos tan responsables de ministrar liberación a los enfermos y a los endemoniados, como a los pecadores. Los pecadores son los más necesitados, pero los otros también lo están.
Se nos manda a predicar a Cristo a los pecadores, y a echar fuera los demonios de los endemoniados y a poner las manos sobre los enfermos para su sanidad. Se nos ordena a hacer esto. Se nos comisiona a hacerlo. Estas son nuestras órdenes.
No es asunto de si queremos hacerlo o no. Jesús no dijo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura, y si os sentís guiados a brindar alguna atención a los enfermos, así hacedlo pero si no os sentís movidos o atraídos por las necesidades de la doliente humanidad, entonces ignorad sus clamores y enviadlos a los hospitales".
El ordenó: "Predicad a Evangelio a toda criatura. Echad fuera los demonios y poned las manos sobre los enfermos para su sanidad". Estas son nuestras órdenes. Es por esto que yo hago eso. Por esta misma razón usted debe hacer lo mismo.
Confesión de un Predicador
Un predicador me dijo: "Hermano Osborn, nunca había visto ésto así. Nunca había comprendido que fuera nuestra responsabilidad como ministros, traer liberación a los enfermos y a los endemoniados, así como a los pecadores. Siempre pensé que se necesitaba alguna unción o fe especial para tratar con los enfermos, y especialmente con los endemoniados, pero ahora veo que se requiere solamente tanta fe como la requerida para esperar que el perdón de Dios sea otorgado al pecador cuando lo acepta. Ahora veo que sólo necesita fe suficiente para hacer lo que Dios dijo que hiciéramos".
El último mensaje que prediqué en Jamaica, en la primavera de 1949, al cabo de trece semanas de avivamiento durante las cuales más de cien sordo-mudos y noventa ciegos fueron sanados, fue el siguiente: "Que no se requiere tanta fe para traer liberación a los enfermos y a los endemoniados; esto sólo requiere comprensión de la situación en general". Aquellos que hagan un estudio de los demonios y de la enfermedad descubrirán que éstos sufrieron su completa y total derrota en el Calvario por Cristo Jesús. Ya que ambos están derrotados y ninguno de ellos tiene autoridad alguna, mientras que nosotros tenemos autoridad legal sobre ambos, entonces es fácil ejercitar esta autoridad y poner a los cautivos en libertad.
Jesús nos ha dicho exactamente cómo actuar en cada caso y ha hecho promesas definitivas en cada caso.
Primera Campaña de Sanidad
Recuerdo que cuando iba a celebrar mi primera campaña de sanidad, había ayunado durante cuatro días. Estaba orando desde lo profundo de mi corazón. Parecía que tenía una gran responsabilidad sobre mis hombros.
El Señor me habló con Su suave y tierna voz diciéndome: "¿Con qué propósito estás ayunando?".
Yo dije: "Señor, para que Tú sanes a los enfermos cuando yo ponga mis manos sobre ellos".
El me dijo: "¿No he prometido Yo hacer eso?". Entonces continuó diciendo, "Tú no has hecho todavía lo que dije que hicieras. Yo no puedo sanarlos hasta que no les prediques acerca de Mi promesa para ellos, y hagas lo que te dije que hicieras primeramente ".
Yo dije: "Señor, comprendo lo que Tú quieres decir. Debo ir y predicarles, poniendo mis manos sobre ellos, entonces Tú harás conforme has prometido ".
Le di gracias al Señor, comí pollo y me fuí al servicio.
No estoy por esto atacando el ayuno. Creo en el ayuno, porque
Fui a la campaña esa primera noche. Prediqué sobre la promesa de Cristo de sanar. Entonces formé una "línea de oración" y puse mis manos sobre ellos exactamente como Cristo me había dicho que lo hiciera, esperando que El cumpliera Su promesa, y eso fue exactamente lo que El hizo y ha estado haciendo desde entonces. No puede El dejar de hacerlo. Algunos fueron sanados instantáneamente y otros fueron sanados gradualmente, o estaban creyendo la promesa de Cristo, "se sanarán", y así sucedió. Y todavía se siguen sanando. Y no se necesitó mucha fe para poner mis manos sobre ellos después dei predicarles la promesa de Cristo. Es fácil. La res-, ponsabilidad es del Señor, y El nunca falla.
Una Promesa Definida
La fe ha sido hecha muy difícil, pero no lo es. Fe es simplemente creer que Dios dijo la verdad. Aquí hay una promesa definida para cada clase de gente necesitada. Cristo no nos envió sin Sus promesas. A los pecadores El promete, "Serán salvados". Yo no tengo que salvar al pecador. Si hay aquí un beodo, un jugador, o un asesino, Dios también le salvará. Cristo lo ha prometido así. Ahora, ustedes están de acuerdo con éso, y, no se maravillan de mi fe cuando digo que Dios salvará al más vil pecador. No importa cual sea su condición, Cristo prometió que si usted cree, será salvo. Se supone que yo le diga a usted eso.
Cuando veo a una persona moralmente buena, le digo que Dios le salvará. Cuando veo a un criminal, le digo que Dios le salvará también. No importa que usted sea bueno o malo, Cristo dice que usted será salvado. Los otros días prediqué en una cárcel a 364 presos, y más de 100 de ellos aceptaron a Cristo, creyeron Su promesa y fueron salvos.
¿Qué de los enfermos? Es lo mismo, con un dolor de cabeza como con la tuberculosis. Yo estoy aquí para hablarles de las promesas de Dios, y El hace el resto.
Siempre me ha parecido raro, que cuando la gente ve a un pecador malo venir al servicio y oír el mensaje, en sus corazones están diciendo: "¡Oh, Aleluya! Ese terrible pecador será salvado esta noche". ¿Cómo tiene usted fe para esperar eso? Es un tremendo milagro lo que usted espera. ¿Dónde obtuvo usted toda esa fe? Usted la recibió de la promesa de Cristo que usted conoce. Usted sabe que Cristo prometió salvación a todos y se regocija porque cree usted Su promesa. Esto es fe.
En cambio, viene una persona malamente tullida y usted dice: "¡Oh!, desearía tener fe para creer que esa pobre persona será sanada. Yo sé que Dios sana dolores de cabeza, pero nunca he visto algo como éso sanarse. No sé si Dios lo hará o no. Espero que lo haga".
Esa actitud ata las manos de Dios. Eso es duda y Dios no puede honrar la duda. Dios sólo puede bendecir por medio de nuestra fe, y Su promesa es la base para nuestra fe. Dios salvará a cada pecador que crea el Evangelio. Si mil pecadores vienen a esta campaña, y yo les predico el Evangelio de perdón, y creen al Evangelio y aceptan a Cristo como su Salvador. ¿Cuántos de ellos serán salvos? "Todos ellos", vociferó la concurrencia. Perfectamente bien. Cada uno de ellos.
Traemos mil pecadores y declaramos que Dios salvará a cada uno de ellos. Pero traemos mil enfermos y usted dice que Dios ha enviado la enfermedad sobre algunos de ellos, que Dios quiere enseñar a algunos a tener paciencia, que otros están enfermos para la gloria de Dios, que algunos otros deben permanecer enfermos para perfeccionar su carácter cristiano, etc., etc., etc., etc. La verdad del asunto es que los que así dicen, no creen que Dios realmente sanará a alguno de los pobres enfermos, y por causa de esa actitud, Dios no puede manifestar Su poder sanador, como muestra Su poder perdonador.
Tenemos exactamente el mismo fundamento para la fe que trae sanidad que para la que alcan za el perdón. Tenemos tanto como apoyo de nuestra fe para sanidad de los enfermos como para el perdón del pecador. La misma Biblia que prometió perdón a cada pecador, prometió sanidad para todos los enfermos. La misma Biblia que declara que cada pecador puede ser salvado, declara que cada enfermo puede ser sanado.
"No olvides ninguno de Sus beneficios". David proclama en el mismo instante, "El es quien PERDONA TODAS tus iniquidades, el que SANA TODAS tus dolencias"; (Salmo 103:3).
Tiene uno tanto derecho a declarar que el perdón no es para el pecador, como a predicar que la sanidad no es para el enfermo.
La expresión, "todo aquel" es usada cuando se invita al pecador a aceptar el perdón, y las palabras "todo", "cualquiera" y cada uno" se usan cuando se habla de la promesa de sanidad para los enfermos. Todas estas palabras significan lo mismo. Cristo siempre perdonó pecados y siempre sanó a los enfermos. La enfermedad y el pecado son ambos del diablo.
Cristo llevó ambos por "todo" aquel que creyere, (Mateo 8:17; 1 Pedro 2:24). El cargó el pecado para que nosotros no tuviéramos que llevarlo, mas fuésemos perdonados. El llevó nuestras enfermedades para que nosotros no tuviéramos que sufrirlas, mas fuésemos sanados.
La misma palabra hebrea usada para indicar que Cristo quitó nuestros pecados, es también usada para expresar que El quitó nuestras dolencias. La palabra hebrea "Nasa", es usada en ambos casos. Significa "llevarse", "remover a distancia".
Uno de los más grandes estudiantes de hebreo y de griego en América dice que es un disparate hacer que la palabra "nasa" signifique algo distinto cuando se refiere a enfermedad que cuando se usa en relación con los pecados.
Si mil pecadores creen, todos serán salvos. Si mil endemoniados vienen y ordenamos a los demonios que salgan en el Nombre de Jesús, Su promesa es exactamente tan positiva como la otra. "ECHARAN FUERA DEMONIOS". Si mil enfermos vienen y creen, todos serán sanados.
Usted está convencido. No necesito predicar más. Vamos a orar.