jueves, 20 de noviembre de 2008

Danzamos frente al velo y rehusamos entrar en la presencia de Dios

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)


La Palabra de Dios nos dice que el velo que separaba el lugar santo del Lugar Santísimo en el templo, fue roto o rasgado por la muerte de Jesús en el Calvario y que, a partir de entonces, tenemos entrada libre a la presencia de Dios mediante la sangre de Jesús. Pero no entramos. En ocasiones,alguien cae o tropieza en su camino con el velo durante muchas sesiones de danza y regresa luego con mirada fija y extraviada. Por lo general regresamos a nuestra danza acostumbrada frente al velo.


Nos entusiasmamos mucho con la posibilidad de entrar, pero en realidad jamás consumamos todo el proceso. El propósito de la unción es ayudarnos a hacer la transición de la carne a la Gloria. Una razón por la cual nos gusta permanecer en la unción es que hace que la carne se sienta bien. De otro lado, cuando la Gloria de Dios se manifiesta, la carne no se siente muy cómoda.Cuando la Gloria de Dios se manifiesta nos sentimos como se sintió el profeta Isaías.


Nuestra carne se debilita por su presencia de modo que llega a ser innecesario que el ser humano haga cualquier otra cosa que no sea contemplarlo en su Gloria. Yo he llegado a la conclusión de que en su presencia soy un hombre sin vocación ni oficio. No hace falta que yo predique si Dios muestra su Gloria. La gente ya es convencida de la santidad de Dios, sencillamente por su presencia. Al mismo tiempo se sienten convictos de su impiedad y de su necesidad de arrepentirse y de vivir una vida santa. Están conscientes de su indignidad para rendir adoración y alabanza y son atrapados por un apremiante deseo de profundizar su relación con Dios y de guiar a otros a su presencia.Jacob oró y luchó por una bendición pero lo que recibió fue un cambio. Su nombre, su caminar y su conducta fueron cambiados.


Yo estoy convencido que a fin de producir un cambio Divino en nuestra vida, a veces Dios coloca una pequeña marca de "muerte" en nuestros cuerpos. (como ocurrió con la cadera de Jacob) Algo de nosotros muere en nuestro interior cada vez que confrontamos su Gloria. Es como poner un punto de contacto para lo santo. Así como Isaías recibió los carbones encendidos en sus labios y fue cambiado, así recibimos el pan caliente de su presencia y somos transformados para siempre. A medida que nuestras pasiones, impulsos y deseos carnales mueren, más de nuestro espíritu, y del hombre interior, cobra vida. Los primero seis capítulos de la profecía de Isaías están dedicados a los "ayes" El dice: "Ay de mí!", Ay de tí!", Ay de todo el mundo!"...Pero cuando el profeta vio al Señor alto y sublime, comenzó a hablar de cosas que solo pueden comprenderse en el contexto del Nuevo Testamento.Una cosa no ha cambiado: el proceso de recibir la bendición, con el toque en la cadera o con los carbones encendidos en nuestros labios carnales, todavía nos hace sentir mal.


Nos hace sentir muy incómodos cuando danzamos frente al velo. Los sacerdotes antiguos, en forma instintiva, sabían que la Gloria de Dios era algo con lo cual no se podía bromear. Por eso es que ataban una cuerda al tobillo del sumo sacerdote antes de que traspasara el velo. Sabían que si entraba en la presencia de Dios en pecado, no saldría de allí caminando. Tendrían que sacar su cuerpo muerto arrastrándolo fuera del velo, y confiar que las cosas ocurrieran mejor la próxima vez. En el día de hoy, tenemos que encarar los mismos asuntos al obedecer el llamado de Dios, para que la Iglesia haga su transición de la unción a la Gloria manifiesta.