miércoles, 11 de julio de 2007

El Fuego del Señor

Ministerio Evangelistico Shekinah
¡Ahora veras si mi palabra se cumple o no.! (Números 11:23)

Un Dios de Fuego

“¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros habitará con la llamas eternas?”
(Isaías 33:14)

El profeta Ezequiel por ejemplo, utiliza con frecuencia palabras relacionadas al fuego para referirse a Dios. “Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 22:31).

¿Es acaso su Dios así? El único Dios verdadero es un Dios de Fuego. Nuestro Dios es como un fuego forestal y no como un témpano de hielo. A Él nunca se le asocia con la luz fría de la luna, sino con la luz radiante del sol. Su morada es la fuente de luz de los soles nacientes. Las obras que Él hace, las realiza con un deseo muy intenso y con un propósito apasionado. Él no puede habitar en vasos tibios. No existe nada sin color o sin brillo en su presencia. Así es nuestro Dios. ¿Puede usted aceptar este hecho? Isaías pregunta, “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor?” (Isaías 33:14). Efectivamente, ¿Quién?

Elías nos presenta un verdadero reto: “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio del fuego, ése sea Dios...” (1ra de Reyes 18:24). Ciertamente, si usted desea ser como Elías, usted debe servir al Dios que responde con fuego. ¿Está usted de acuerdo con este tipo de religión – una cristiandad ardiente, un Evangelio encendido, una fe de “fuego en los huesos”? O prefiere un Dios que sea más casual e indiferente. El Dios de Elías y de Isaías nunca hace las cosas a medias, él es un Dios de un ánimo incansable y una entrega total. ¡Él es un Dios apasionado! Todo cuanto Él hace, lo hace con mucha intensidad: “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (2da de Reyes 19:31).

El capítulo 33 de Isaías habla de la ira consumidora de Dios con respecto a la maldad. Para los enemigos de Israel, Dios era un fuego devastador. Los efectos de este fuego eran muy intensos: ”Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con la llamas eternas?” (Isaías 33:14). Ya sea dentro o fuera de Sión, Dios es un fuego consumidor.


Fuego – Una Promesa no una Amenaza


Dios es el mismo Dios para todos por igual, tanto para las personas que están en la iglesia como para las que están en el mundo. El Dios que a diario siente ira por los pecados, es el mismo Dios que nos ama. ¡Él nunca cambia! Una verdadera unión con Dios implica estar encendidos en su fuego. El Dios de fuego no disfruta de la compañía de personas frías. Él no se siente complacido con las personas tibias, frías y perezosas que no tienen disciplina y que laboran a tientas y a ciegas; personas que son indecisas. Dios no se adapta a nosotros; nosotros siempre tenemos que adaptarnos a Él. ¿Considera usted que Dios es un Dios demasiado exigente? ¿Un Dios demasiado apasionado e incesante en sus obras?

Tanto los pastores como los líderes de las iglesias representamos a Dios; al Dios de Fuego. El propósito de nuestros ministerios es revelar a Dios a las personas que aún no lo han conocido. Encendiendo de esa manera el fuego en sus corazones.

De acuerdo a Mateo 3:11-12 y Lucas 3:16-17, Jesús bautiza con fuego. Juan el Bautista dijo, “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.

Algunas de las personas que se dedican a estudiar la Biblia, ponen en tela de juicio la veracidad de las palabras de Juan el Bautista y cuestionan si verdaderamente Jesús hizo lo que Juan indicó. Algunos dicen que cuando Juan dijo que Jesús bautizaría en Espíritu Santo y Fuego, él en realidad se refería a que Jesús limpiaría y juzgaría a Israel. Yo estoy seguro de que los expertos están equivocados. Cuando Juan habló del bautismo en el Espíritu y en Fuego, estaba dando una promesa y no una amenaza. Este era un aviso acerca de las cosas que habrían de suceder.

A través de las Escrituras, el Fuego de Dios es enviado tanto para purificar como para bendecir. Dios no nos envía su Fuego para hacernos sentir cómodos sino para consagrarnos y estimularnos. Cuando Moisés vio que la zarza ardía, Dios le advirtió que el lugar donde estaba parado era tierra santa. Más adelante, Dios le informó a Moisés el grandioso evento que estaba próximo a realizar. Él iba a liberar al pueblo de Israel del yugo de Faraón (Éxodo 3). Cuando el templo donde se encontraba Isaías fue lleno de la presencia de Dios, Isaías reconoció sus faltas. Esto ocurrió antes de que Dios equipara a Isaías para que se convirtiera en uno de sus mensajeros (profetas) .

Si el Dios de Fuego toma control, todos aquellos que están sentados cómodamente en Sión, no tendrán una experiencia muy agradable. El propósito por el cual Dios nos llena de su Espíritu no es para que recibamos emociones agradables ni tengamos servicios preciosos en las iglesias, sino para que nos prepararnos para servirle. Al otorgarnos poder, Jesús establece claramente su propósito. “... y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Ser una persona ungida es algo maravilloso, pero el objetivo no es sólo tener servicios bonitos sino servir a Dios.

Una Vida sin Fuego


¿Podemos vivir sin fuego? No mientras estemos sobre esta tierra. El universo está lleno de fuego. El sol es una inmensa esfera ardiente. Cada estrella brilla con su propio fuego. Incluso, en el centro de nuestro planeta hay fuego – hierro derretido. Los volcanes son una ilustración viva del carácter de Dios. Él es un Vesubio de bondad, vida y energía.

Algunas personas piensan que Dios está extinto y han escrito libros que según ellos, afirman demostrar este hecho. En lugar de preguntarse, ¿qué le sucedió a Dios?, estas personas deberían preguntarse qué le ha sucedido a las estrellas. Si hoy día no las podemos ver, es debido a la contaminación ambiental. Ese es el precio que pagamos en nuestras ciudades – muchas luces pero pocas estrella. De haber vivido en esta época, a los Magos de Oriente se les hubiese hecho muy difícil encontrar la estrella que los habría de guiar hasta llegar a Belén. ¡Esta es una parábola moderna! Las personas no están encontrando el camino a Jesús debido a la contaminación. Aunque es imposible ver a Dios a través de un velo contaminado con dudas y pecado, Él se encuentra ahí, brillando eternamente.

En el Día de Pentecostés no sólo hubo fuego sino también viento. El viento dispersa la neblina y la bruma. Así como el fuego calienta la atmósfera, el viento la esclarece. Aún después de que Jesús había resucitado, los discípulos tenían muchas dudas. Leemos cómo Jesús se les apareció a once de sus discípulos mientras ellos se encontraban comiendo. Algunos de los discípulos que no habían estado presentes cuando Jesús se les apareció a los once, creyeron los testimonios de sus compañeros. En cambio otros, dudaron. Jesús reprendió a los incrédulos por tener los corazones endurecidos. Sin embargo, cuando la ráfaga de Dios rompió el velo de los cielos y entró en el Aposento Alto, no quedaron dudas. El torbellino y las lenguas de fuego repartidas sobre cada cabeza no fueron alucinaciones. Tal y como les había señalado, Jesús había obtenido el poder más importante del universo. ¡Él había cumplido su promesa!

La Importancia de Pentecostés


Jesús hizo todas estas cosas luego de haber ascendido al cielo. ¡Qué Jesús! ¿Muerto? ¿Olvidado? ¿Acaso puede un hombre muerto bautizar en fuego a 120 personas a la misma vez – y a primera hora de la mañana? Jesús no bajó a la tierra, se paró entre medio de ellos y dijo: “Reciban al Espíritu Santo”. Usted pensaría que para un evento histórico de tal importancia, Él hubiese supervisado el evento personalmente. Pero no fue así. El Espíritu Santo vino en su lugar – el Otro Consolador. Él podía ser y hacer todo cuanto Jesús había sido y hecho. En realidad, todo cuanto Jesús hizo, lo hizo por medio del Espíritu.

Esta es la importancia de Pentecostés. El Día de Pentecostés no fue un evento pequeño e insignificante. Jesús nació en Belén, la llegada del Consolador tomó lugar en Jerusalén, y el bautismo en el Espíritu Santo ocurre en cada uno de nosotros de una manera muy personal. Es como si el mismo Jesús volviese a la tierra y nosotros fuésemos sus discípulos. El Día de Pentecostés no fue un evento que los discípulos recordaron con nostalgia y anhelo. Ese día se convirtió en una parte muy importante del resto de sus vidas. En el recuento del Día de Pentecostés, la Biblia relata algunas de las experiencias que los discípulos vivieron. Sin embargo, no es hasta que leemos el libro de los Hechos en su totalidad que podemos conocer la historia completa – y aún así, no culmina ahí. El fuego de Dios no disminuye a medida que pasa el tiempo. El origen de este fuego es eterno, inagotable.

Para el mismo tiempo en que ocurrió el Día de Pentecostés en Jerusalén, en Roma existían unos acueductos que transportaban agua desde las colinas hasta la ciudad. Hoy día, lo único que permanece de esa increíble estructura arquitectónica son las ruinas. Los arcos han sido destruidos y los canales están secos. ¿Ocurrió acaso lo mismo con el Día de Pentecostés? ¿Pertenece el Día de Pentecostés a una época antigua, 20 siglos antes de la era moderna? ¿Habrán desaparecido el Aposento Alto, el viento recio y el fuego? ¿Es acaso un idealizado recuerdo en mosaicos el único remanente que tiene la iglesia de lo que en un tiempo fue su vitalidad?

Leamos lo que el mismo Jesús dijo: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11: 11-13).

Observe bien lo que dijo Jesús. Si un hijo pide pan, pescado y huevos – en otras palabras, las necesidades básicas de la vida. Jesús no habló de caviar, camisones de seda, vinos caros, oro, diamantes, y otros lujos; sino de pan, pescado y huevos. El Espíritu Santo es también una necesidad – él es un regalo que forma parte de las necesidades básicas de nuestras vidas. Dios constantemente nos da pan, pescados y huevos y lo ha hecho así por miles de años. Él también nos da al Espíritu Santo. Yo podría vivir sin pescado, pan y huevos; pero, ¿por qué habría de vivir así? ¡No quisiera ni tan siquiera intentarlo! Yo podría vivir sin chocolates y muchas otras cosas; pero, ¿por qué habría de hacerlo? De manera que, ¿por qué tengo que resignarme a vivir sin el Espíritu Santo?


El Fuego del Señor - II

¡Muchos Pasan por Alto el Evento Más Importante!


En 1ra de Corintios 15:6, Pablo dice que en esa ocasión, Jesús se les apareció a más de 500 hermanos a la vez. Este evento ocurrió antes del Día de Pentecostés. Entonces, yo me pregunto, ¿Dónde estaban esos hermanos en ese histórico Día de Pentecostés cuando el Señor bautizó en el Espíritu Santo y Fuego a los 120 que se encontraban presentes en el Aposento Alto? En aquellos tiempos, en el Día de Pentecostés los judíos hacían una fiesta en el templo y todas aquellas personas que vivían a unas 20 millas de Jerusalén estaban en la obligación de asistir. De manera que, esos quinientos hermanos, pudieron haber estado presentes en el Aposento Alto pero no lo hicieron. Hoy día, muchos cristianos pasan por alto el “Día de Pentecostés” – quizás porque están muy ocupados en otros asuntos. Para muchas personas, el hablar en otras lenguas es tan excitante como tomar aceite de hígado de bacalao. En mi opinión, nadie tiene el derecho de despreciar los dones del Espíritu Santo. El Espíritu Santo imparte sus dones de acuerdo a su voluntad y no a nuestros deseos. Quizás esos primeros hermanos en la fe tenían la leve sospecha de que en el Aposento Alto iban a ser repartidas lenguas de fuego y decidieron permanecer en el Templo, entre ritos sencillos y familiares. Quizás el Dios del fuego no es apropiado para todas las personas. Sin embargo, de ser así, estas personas tienen un gran problema ya que les guste o no, no existe ningún otro Dios.

Del mismo modo en que el Señor encendió el fuego en los altares de Israel, es El Señor quien enciende el verdadero fuego en nuestros corazones. Levíticos 9:24 describe el primer altar que hizo Moisés. El fuego de ese altar, no se encendió frotando madera con madera, como era la costumbre en aquellos días. La Palabra dice, “Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros”. Años más tarde cuando Salomón inauguró el primer templo en Jerusalén, dice la Biblia en 2da de Crónicas 7:1-3, que él oró y el fuego descendió. “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”.

La religión de Israel tenía fuego y gloria. Era responsabilidad de los sacerdotes el evitar que el fuego original se apagara. El fuego se encontraba en el centro del Templo. Cuando Salomón oró y el fuego y la gloria de Dios descendieron, nadie se opuso. La multitud allí reunida respondió con una gran expresión de asombro y alabaron a Dios. Nadie dijo: “En esos servicios hay mucha conmoción; mejor voy a un lugar que sea más tranquilo”. De haber sido así, el lugar ideal hubiese sido el cementerio.

De hecho, una fe sin fuego es una fe muerta. Una fe sin fuego iría en contra de la naturaleza de Dios. Dios es fuego consumidor, y yo no puedo imaginarme cómo sería nuestra fe si Dios no fuera tal y como Él es. Yo no puedo visualizar a Dios como un Dios frío. Dios es como el sol del medio día, caliente, siempre en la cúspide. Si mi experiencia religiosa no tiene sentimientos, ni pasión, ni me consume por dentro, y si no tiene fuerza para empujarme, entones todo cuanto poseo es la húmeda oscuridad de un sepulcro. ¡El sólo hecho de pensar en esto me da escalofríos! Cuando usted disminuye la intensidad del fuego, desanima a Dios y entristece al Espíritu Santo. Algunas personas dicen que Dios no tiene pasión pero sí compasión. Yo no estoy de acuerdo con esto. Él es una fuente eterna de pasión. Ciertamente, Dios no demuestra su pasión del mismo modo que nosotros. De ser así, como dijo Malaquías, su pasión nos consumiría.

Fuego Extraño


Sin embargo, existe otro lado de la moneda. De acuerdo con Levítico 10:1-3, “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”.

Nosotros ni queremos un fuego extraño ni tampoco lo necesitamos. Aunque Nadab y Abiú pudieron haber tomado el fuego del altar de Dios, ellos decidieron hacer el suyo propio. El fuego de Dios es único. El fuego creado por el hombre tiene emoción pero no tiene pasión. En el caso de Nadab y Abiú, ellos desafiaron la ley de Dios ya que entraron al altar juntos cuando la ley claramente establecía que en el altar sólo podía haber un sacerdote a la vez. Aunque estemos en compañía de otros, jamás tendremos seguridad si encendemos fuegos extraños.

Antes de que usted pueda recibir el fuego del Espíritu, usted debe anhelarlo. Quizás esa fue la razón por la cual solamente 120 personas se reunieron en el Aposento Alto. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. (Mateo 5:6)

Enfrentando la Realidad


Ahora bien, vamos a ver la realidad. El fuego es un símbolo del Espíritu Santo y no únicamente una de sus cualidades. El Espíritu no es solamente gozo. Él tiene otras características – él es una paloma, el agua celestial, nuestro consejero, el que fue enviado en lugar de Jesús para que estuviese con nosotros; él es el viento celestial y el aceite de ungir. Por lo tanto, su obra debe apreciarse dentro del contexto de todo cuanto él representa. Las facetas del Espíritu Santo son manifestadas a través de nosotros a media que somos llenos y nos movemos por el Espíritu. Es importante mencionar que toda obra cristiana depende del Espíritu. El punto que estoy tratando de establecer es que toda obra del Espíritu viene acompañada del fuego de Dios.

Si usted desea salvar las almas de una manera discreta, amable y sin emociones, al Espíritu Santo se le va a ser difícil cooperar con usted. Algunas personas quieren obtener una experiencia Pentecostal manteniendo la compostura, sin embargo, por lo general, el obtener una experiencia Pentecostal viene acompañado de estar “borracho” en el Espíritu. El poder del Espíritu de Dios es más fuerte que nuestros frágiles cuerpos. Cuando el fuego de Dios cayó en el Templo todos los allí presentes cayeron al suelo.

Lo que quiero decir es lo siguiente – usted no puede mantenerse calmado cuando el fuego del Espíritu cae sobre usted. En realidad, luego de una experiencia como ésta, usted nunca será igual. Cuando el rey Saúl recibió un toque del Espíritu, se convirtió en otro hombre. Si usted no desea ser diferente, no busque este fuego. Ya que si usted recibe este fuego dentro de la iglesia, también lo tendrá fuera de la iglesia. Usted será diferente, tan diferente como un cardenal en medio de gorriones. Y eso es precisamente lo que el mundo necesita – personas diferentes. Personas que brillen como luceros “en medio de una generación maligna y perversa”. (Filipenses 2:15) Moisés vio cuando la zarza ardía y dijo, “...Iré yo ahora y veré esta grande visión...” (Éxodo 3:3). ¡Qué extraño! ¡Sí, divinamente extraño! ¿Cómo podremos impactar a las personas si somos iguales a ellas? Nosotros debemos ser hombres y mujeres cuyos corazones estén encendidos – lo cual no es necesariamente algo placentero. En una ocasión, Pablo se rasuró el cabello de la cabeza para mostrar que había hecho una promesa. (Hechos 18:18) Las personas se fijan en ese tipo de cosas – ¿Un apóstol sin cabello? Vale la pena mencionar que Pablo no sentía vergüenza de verse así. A través de este acto, Pablo les mostró a todos que él era un hombre de mucha devoción que le había ofrecido una promesa a Dios. ¿Qué impide el que los creyentes que han sido bautizados en fuego hagan lo mismo?

Usualmente, el ser Llenos del Espíritu es un Evento Público


Los discípulos salieron del Aposento Alto transformados. Pedro obtuvo la atención de todos cuando dijo: “Todos somos testigos” (Hechos 2:32). En otras palabras, “Somos testigos de que Jesús vive - sólo basta con mirarnos a nosotros mismos”. ¿Cómo se ven las personas cuando salen de las iglesias los domingos en la mañana? Supongamos que el fuego del Señor se derrame en Westminster Abbey y todos salgan “emborrachados” en el Espíritu. Cuando una persona es llena del Espíritu no lo puede ocultar. Usualmente, el ser llenos del Espíritu es un evento público. Dios no nos otorga su Espíritu con el propósito de proporcionarnos certeza y consuelo. De hecho, puede que lo que nos provoque sea disgustos. El Espíritu Santo no nos es dado para que nos acomodemos sino para que salgamos de esa pequeña guarida donde nos encontramos y nos lancemos al crudo mundo en que vivimos. Una vez bautizado, usted tendrá un propósito en la vida – “pescar” seres humanos que se encuentran en aguas turbulentas.

El Espíritu de Dios no es una sensación o un poder, sino una Persona; la Persona del Espíritu Santo. Así como usted no puede repartir a su esposa(o) o a su hija(o), ningún predicador o evangelista puede impartir el Espíritu de Dios. El Santo Espíritu de Dios es una Persona. Él no es impartido con el fin de crear efectos asombrosos en los escenarios, como si fuese un acto de magia. Su verdadero propósito es revelar a Jesús. Elimine a Jesús, y estará eliminando también al Espíritu Santo. Si eso ocurre, usted se quedará solo.

Levántese, Hable y No permanezca Callado


Deseamos una iglesia bautizada en fuego. Ya es tiempo de que nos levantemos, hablemos y jamás callemos. Dejemos que el Espíritu Santo ponga el fuego en nuestras bocas. En la antigüedad, muchos cristianos fueron quemados vivos para que iluminaran los jardines de Nerón. Nosotros debemos brillar como llamas Divinas en la oscuridad de este mundo incrédulo en el que vivimos. Un hombre que está “encendido” en el fuego del Señor, no tiene miedo de lo que los hombres le puedan hacer. Nosotros conocemos a Aquél que es verdadero; vamos a hablar mostrando que lo conocemos. El fuego tan sólo puede hacer aquello que le permitimos. El Espíritu Santo sólo llevará bendiciones donde nosotros vayamos.

Debemos encender el fuego aunque sea a base de argumentos. Sí, seremos figuras controversiales pero también seremos la causa de que la maldad sea expuesta. Señalando así, que la maldad es digna de desprecio. La incredulidad y el rechazo a Cristo producen todo tipo de perversidad y maldad a su paso. ¡El mundo está loco! Es una verdadera locura el dudar de Dios, de la resurrección de Cristo y de la Palabra de Dios. Si las personas resplandecieran y las iglesias ardieran con el fuego del avivamiento, ese fuego se esparciría como un fuego en un bosque forestal. El avivamiento es fuego. Todo avivamiento está compuesto por personas que han sido llenas del verdadero fuego de Dios y que están ardiendo delante de todos los hombres. El avivamiento nunca llegará mientras usted permanezca cómodamente dentro de su casa pidiéndole a Dios que actúe. Una vez Dios lo bautice en Fuego, lo enviará al mundo de la misma manera en que Sansón envió a las zorras con antorchas en sus colas. (Jueces 15:4-5)

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