domingo, 30 de marzo de 2008

Hombres de Fe I

Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)

Smith Wigglesworth

Juan Wesley
Charles Finney
Jim Elliot
Charles H. Spurgeon
D. L. Moody
Oswald J. Smith
Benjamin Simpson
Kathryn Kuhlman
Aimee Semple McPherson
William Carey
Jack Coe
William Branham





La mujer que mostró al Espíritu Santo como el Amigo

Kathryn Kuhlman, "la mujer que creía en los milagros"

En medio de este profundo silencio una voz dice: "¡Creo en los milagros!" y comienza un nuevo culto de milagros con Kathryn Kuhlman. Su ministerio, único, cambió el énfasis en el cuerpo de Cristo, que pasó de la demostración externa de los dones al Dador de los dones: el Espíritu Santo. Muchos han tratado de imitar su voz y sus movimientos teatrales, pero sin resultado. Ella fue un ejemplo de una persona que no temió pagar el precio de andar en el servicio de Dios. Por Roberts Liardon

Kathryn Johanna Kuhlman nació el 9 de mayo de 1907 en Misuri, Estados Unidos. Y tenía catorce años cuando nació de nuevo. Durante su vida relató muchas veces la historia de cómo respondió a lo que parecía ser un llamado soberano proveniente en forma directa del Espíritu Santo, no de ninguna persona. Ella venía de un trasfondo "religioso", más que espiritual, por lo que las iglesias a las que asistía nunca hacían llamados para recibir la salvación.
El padre de Kathryn estaba de pie en la cocina cuando ella llegó corriendo de la iglesia para compartir la buena noticia con él. Acostumbraba contarle todo. En sus propias palabras, se lanzó sobre él y le dijo: "Papá... ¡Jesús ha entrado en mi corazón!" Sin mostrar ninguna emoción, su padre sólo dijo: "Me alegro".
Kathryn recordaba que nunca estuvo realmente segura de si su padre había comprendido en verdad lo que le había dicho. Finalmente, la jovencita decidió asistir a la iglesia bautista a la que iba su padre, en lugar de la metodista a la que iba su madre. Aun entonces, ya tenía ideas propias.

La doncella evangelista


Una característica de aquellos que Dios usa en gran manera es que están dispuestos a dejarlo todo y seguir su dirección. En 1913, la hermana mayor de Kathryn, Myrtle, se casó con un joven y apuesto evangelista que estaba terminando sus estudios en el Instituto Bíblico Moody. Myrtle y Everett Parrott comenzaron un ministerio como evangelistas itinerantes. Aproximadamente diez años más tarde, en 1924, Myrtle y Kathryn persuadieron a sus padres de que la voluntad de Dios era que Kathryn viajara con ellos.
En ese momento, los Parrott tenían su base en Oregon. Habían conocido a un renombrado maestro y evangelista, el Dr. Charles S. Price, quien tenía un ministerio de sanidad y les enseñó sobre el bautismo en el Espíritu Santo.
Kathryn pasó cinco años con su hermana y su cuñado, se preparaba lo que sería la base de su propio ministerio. Trabajaba en la casa para aliviar cualquier carga que su presencia pudiera significar, y pasaba muchas horas leyendo y estudiando la Palabra.
En 1928, los Parrott llegaron a Boise, Idaho. Para este entonces habían adquirido una carpa y tenían una pianista llamada Helen Gulliford.
Poco tiempo después Helen y Kathryn, como Pablo y Bernabé en la iglesia del Nuevo Testamento, decidieron separarse de los Parrot. Un pastor de Boise les ofreció la posibilidad de predicar en un pequeño salón de billar que había sido reacondicionado para servir como salón de reuniones. Ese fue el comienzo del "Ministerio Kathryn Kuhlman".

"¡Quiero que sea grande!"


Después de predicar en todo Idaho, Kathryn y Helen fueron hacia Colorado. Luego de una campaña de seis meses en Pueblo, llegaron a Denver. Un hombre de negocios, Earl F. Hewitt, se había unido a ella en Pueblo, como administrador del ministerio. En ese año, 1933, la depresión estaba en su punto más alto. Sin embargo, ella creía que si servimos a un Dios de recursos limitados, entonces estamos sirviendo al dios equivocado. Kathryn vivía por el principio de fe y confiaba en Dios.
Por eso dijo a Hewitt que fuera a Denver y actuara como si tuvieran un millón de dólares. Le dijo: "Ve a Denver. Alquila el edificio más grande que encuentres. Consigue el mejor piano disponible para Helen. Llena el local de sillas. Manda a publicar un anuncio grande en el Denver Post y haz propaganda por radio, en todas las emisoras. Este es el negocio de Dios, y vamos a hacerlo a su manera: ¡A lo grande!"
Hewitt le tomó la palabra y siguió sus instrucciones. El lugar había sido un depósito de la compañía Montgomery Ward. Las reuniones se prolongaron por cinco meses, durante los cuales se mudaron a otro depósito. Después de cinco meses, un hombre se ofreció a dar un adelanto para un edificio que pudieran usar en forma permanente y que tuviera un gran cartel de neón que diría: "La oración cambia las cosas".
Dado que la respuesta a su ministerio era tan grande, Kathryn accedió a quedarse en Denver.
En febrero de 1935, se abrió el Tabernáculo del Avivamiento de Denver, con el enorme cartel de neón que le habían prometido: "LA ORACIÓN CAMBIA LAS COSAS". El auditorio tenía capacidad para dos mil personas sentadas. Durante los siguientes cuatro años, miles de personas asistieron a las reuniones. Se realizaban cultos todas las noches, excepto los lunes.

El paso en falso


En 1935, un predicador llamado Burroughs A. Waltrip, de Austin, Texas, fue invitado a predicar en el Tabernáculo. Era un hombre extremadamente apuesto, ocho años mayor que Kathryn. Pronto ambos descubrieron que había una atracción entre ellos.
El único problema era que este hombre estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Kathryn aparentemente ignoró las señales del Espíritu Santo en su interior, que le indicaban que esta relación era un error. Poco después de su primera visita a Denver, Waltrip se divorció de su primera esposa y dijo a todos que fue ella quien lo había abandonado.

El error


Después de dejar a su familia, Waltrip se mudó a Mason City, Iowa, presentándose como un hombre soltero, e inició un centro evangelístico llamado Radio Chapel. Se lo conocía como un evangelista dramático y sensacionalista, y comenzó a emitir diariamente desde la Capilla. Kathryn y Helen fueron allí para ayudarlo a reunir fondos para su ministerio.
Pronto, la relación romántica entre Kathryn y Waltrip, a quien ella llamaba "Mister" se hizo pública. Helen y otros amigos de Denver trataron de persuadir a Kathryn de que no se casara con el apuesto evangelista, pero ella insistía en que su esposa lo había dejado, lo cual lo hacía libre para casarse nuevamente.
Kathryn decidió creer la historia que Waltrip contaba, pero mientras preparaban la boda, su corazón estaba constantemente turbado. No tenía paz en su espíritu. La mayoría de la gente dice que "Mister" no amaba a Kathryn en absoluto. Lo que amaba era su capacidad para atraer multitudes y reunir fondos. Este hombre era bien conocido por su codicia y su estilo de vida extravagante.
Antes de la fecha decidida para el matrimonio en Mason City, Kathryn comentó el tema con sus amigas, Lottie Anthony y Helen. Lottie recuerda que Kathryn dijo: "Es que no logro encontrar la voluntad de Dios sobre este tema". Las mujeres trataron de convencer a Kathryn de que esperara y buscara tener paz en Dios. Pero ella no las escuchó.
Cuando los recién casados regresaron a Des Moines después de la ceremonia, Kathryn hizo algo extraño. Después de registrarse en el hotel, se negó a quedarse con su nuevo esposo. Su amiga Lottie Anthony dice que ella se metió en el auto y se dirigió rápidamente hacia el hotel donde ella y Helen se hospedaban.
Kathryn se quedó en el cuarto de sus amigas, llorando y admitiendo que había cometido un error al casarse, y que pediría la anulación del matrimonio.
Las tres mujeres salieron de Des Moines: esperaban explicar la situación a la congregación en Denver. Pero la congregación no les dio ninguna oportunidad. Estaban furiosos con Kathryn.

Sueños destrozados


La obra que Kathryn había construido tan diligentemente durante los cinco años anteriores se desintegró con rapidez.
Kathryn Kuhlman, la mujer que algunos habían adorado como "perfecta madonna" era, en realidad, un ser humano sujeto a tentaciones. Ella fue una gran mujer de Dios, pero lo que la hizo grande fue la decisión de actuar para recuperarse de su error.
Pero esto no se produjo de un día para otro. Kathryn pasó los siguientes ocho años en completo anonimato en lo que al gran ministerio se refiere.
Pero a partir del momento en que tomó su decisión, Kathryn nunca se apartó del llamado de su vida, nunca se desvió de la senda que Dios había trazado para ella.

Las muchas voces
Poco después de iniciar sus reuniones en el Gospel Tabernáculo (Pensilvania), comenzó un programa diario en la radio WKRZ en Oil City. A los pocos meses, la respuesta de la gente era tal, que sumó otra estación en Pittsburgh.
Repentinamente, en lugar de que las personas la acosaran, Kathryn se vio inundada de correspondencia; la estación de Oil City finalmente debió prohibir a las personas que entraran al estudio, porque no se podía trabajar.
En esta época del fin de la guerra, el Espíritu Santo se movía para restaurar al cuerpo de Cristo por medio del don de la sanidad. Las grandes campañas de sanidad estaban al orden del día.
En ese momento Kathryn aún oraba principalmente para que las personas fueran salvas. Pero también comenzó a orar e imponer las manos a quienes necesitaban sanidad. No tenía la más mínima idea de que esta área del ministerio le daría fama internacional.

A medida que su ministerio se desarrollaba, Kathryn comenzó a poner menos énfasis en la fe, y más en la soberanía del Espíritu Santo. En sus reuniones no había tarjetas de oración, ni carpas para los inválidos, ni largas filas de personas enfermas que esperaran que ella les impusiera las manos. Kathryn nunca acusó a los que no recibían sanidad de ser débiles en la fe. Parecía que las sanidades se producían en todo el auditorio mientras la gente estaba simplemente en sus asientos, concentrados en Jesús, con la mirada puesta en el cielo.

Demasiados como para nombrarlos a todos
¿Cuáles fueron algunos de los milagros más destacados? Aunque hubo miles y miles de milagros, el mayor milagro, para Kathryn, era que una persona naciera de nuevo. En cierta ocasión, un niño de cinco años, paralítico de nacimiento, caminó hacia la plataforma sin ayuda de nadie. Otra vez, una mujer que había estado paralítica y confinada a una silla de ruedas durante doce años, caminó hacia la plataforma sin ayuda de su esposo. En Filadelfia, un hombre al que le habían colocado un marcapasos ocho meses antes, sintió un dolor intenso en su pecho cuando Kathryn le impuso las manos. Al llegar a su casa, descubrió que la cicatriz de la operación se había borrado, y no estaba seguro de si el marcapasos funcionaba. Más tarde, cuando el médico ordenó tomarle algunas radiografías, descubrieron que el marcapasos había desaparecido ¡y el corazón estaba totalmente sano!
Era común que los tumores se disolvieran, los cánceres se esfumaran, los ciegos vieran y los sordos oyeran. Las migrañas eran sanadas instantáneamente. Aun los huecos en los dientes eran rellenados por intervención divina. Sería imposible dar una lista de los milagros que se produjeron a través del ministerio de Kathryn. Sólo Dios lo sabe.
Ella solía llorar de gozo al ver los miles de personas sanadas por el poder de Dios. Algunos recuerdan que las lágrimas caían hasta sobre sus manos.
También se dice que Kathryn lloraba al ver las personas que se iban de sus cultos aún en sus sillas de ruedas o enfermas. Nunca trató de explicar por qué algunos recibían su sanidad, y otros no. Ella creía que la responsabilidad era de Dios. Le agradaba referirse a sí misma como "vendedora", no "gerente". Cualquier cosa que la Gerencia decidiera hacer, ella estaba obligada a obedecer. Pero solía decir que esa era una de las primeras preguntas que le haría a Dios cuando llegara al cielo.

Estoy bien con mi Dios


El último culto de milagros de su ministerio fue realizado en el Auditorio Shrine de Los Ángeles, California, el 16 de noviembre de 1975. Cuando Kathryn abandonaba el auditorio, una empleada de su oficina de Hollywood vio algo que nunca olvidaría.
Mientras todos salían del auditorio, Kathryn caminó en silencio hasta el final de la plataforma. Una vez allí, levantó la cabeza y recorrió lentamente con su mirada la planta alta de asientos, como si estudiara a cada uno, durante un tiempo que pareció una eternidad. Luego bajó la mirada a la segunda sección, siguió cada fila y cada asiento con la mirada. Finalmente estudió detalladamente cada uno de los asientos de la planta baja.
Solo podemos imaginar lo que pasaba por la mente de Kathryn: los recuerdos, las victorias, las sanidades, las risas, las lágrimas. ¿Sería posible que ella supiera que jamás volvería a pisar la plataforma? ¿Sería posible que en ese momento estuviera despidiéndose de su ministerio terrenal?
Sólo tres semanas después de ese día de noviembre, Kathryn agonizaba en el Centro Médico Hillcrest de Tulsa, Oklahoma, después de una operación a corazón abierto.

"Quiero irme a casa"


Oral y Evelyn Roberts estuvieron entre las pocas personas a las que se permitió visitar a Kathryn en el Centro Médico. Cuando entraron a su cuarto y se acercaron a su cama para orar por su sanidad, Oral recuerda que sucedió algo muy importante. "Cuando Kathryn se dio cuenta de que estábamos allí para orar por su recuperación, extendió sus manos como formando una barrera y las levantó hacia el cielo". Evelyn Roberts miró a su esposo y dijo: "No quiere que oremos. Quiere irse a casa".
Kathryn Kuhlman fue un tesoro muy especial. Su ministerio fue pionero en llevar a nuestra generación al conocimiento del Espíritu Santo. Ella intentó mostrarnos cómo tener comunión con Él, y amarlo. Kathryn verdaderamente tenía la capacidad de revelarnos el Espíritu Santo como nuestro Amigo. Por esto, nadie puede cerrar este capítulo mejor que ella misma:

"El mundo me ha llamado tonta por haberle dado mi vida entera a Alguien que nunca he visto. Sé exactamente lo que voy a decir cuando esté en su presencia. Cuando mire el maravilloso rostro de Jesús, tendré sólo una cosa para decir: 'Lo intenté'. Me entregué lo mejor que pude. Mi redención será completada cuando me encuentre frente a quien todo lo hizo posible".


El testimonio de un evangelista usado por Dios


Jack Coe, "El hombre de la fe temeraria"
Jack Coe fue un gran evangelista usado por Dios en sanidad. También fue una figura de "padre" amoroso y compasivo para los huérfanos de su hogar de niños. Fue considerado un evangelista radical porque, junto con otros, hizo mucho para combatir los prejuicios raciales en la iglesia.

Jack Coe nació el 11 de marzo de 1918, en Oklahoma. Su padre tenía el mal hábito de jugar y beber. Cuando Jack tenía cinco años de edad, su padre lo abandonó al perder los muebles y aun la casa por deudas del juego.

Su madre, Blanche, se mudó con sus hijos a Pensilvana, donde trató de darles una vida decente. Vivían en un sótano. Mientras la hermana mayor cuidaba de los niños, su madre trabajaba de lavandera durante el día y asistía a la escuela de enfermería por la noche.

La voz de Dios
Para cuando Coe tenía nueve años, su madre se sentía abrumada por la responsabilidad de cuidar ella sola a sus hijos. Entonces llevó a Coe y a su hermano a una casa muy grande. Después de hablar con las personas que vivían allí y despedirse de sus hijos, se alejó; dejó al pequeño Coe y a su hermano en los escalones de entrada de un orfanato. Jack permaneció allí ocho años. Durante este tiempo, sabía muy poco sobre Dios. Cuando cumplió diecisiete años, comenzó a beber y andar de juerga, y al poco tiempo se había convertido en un alcohólico como su padre.

Una noche volvió a su casa nuevamente envuelto en el sopor del alcohol. Intentó dormir, pero no lo logró. Entonces, al buscar un vaso de whisky, escuchó que alguien estaba con él en el cuarto. Sorprendido, notó que su corazón le molestaba. Comenzaba a latir, y luego se detenía. Entonces escuchó una voz: "Esta es tu última oportunidad", le dijo la voz. "Te he llamado varias veces, y esta es la última".Ante estas palabras, saltó de su cama y cayó de rodillas, llorando: "Oh, Dios, dame hasta el domingo. Si me das tiempo hasta el domingo, arreglaré mis cuentas contigo".

"¡Caracoles, lo tengo!"
Llegó el domingo, y Coe no tenía idea de adónde ir. Así que fue a su oficina para buscar en la guía telefónica. Tomó el grueso libro y lo dejó caer, y al abrir los ojos, vio el nombre y la dirección de una iglesia nazarena y fue para allá. Después del sermón, cuando el pastor preguntó si alguien quería ir al cielo, y dijo: "Tenemos para usted una experiencia en la que puede nacer de nuevo", Coe corrió hacia el altar, mientras gritaba: "¡Eso es lo que yo quiero! ¡Eso es lo que yo quiero!" Una pequeña señora de cabello gris oró con él. Entonces, repentinamente, sintió algo que nunca antes había sentido. Dado que no conocía la "jerga cristiana", comenzó a correr por toda la iglesia y gritaba: "¡Caracoles, lo tengo! ¡Caracoles, lo tengo!" Regresó a su casa a las 04:00 de la madrugada. Se había quedado en la iglesia todo ese tiempo, orando y alabando a Dios.

"¿Qué te han hecho?"
Durante los seis meses siguientes, Jack Coe fue un hombre "hambriento". Iba a la iglesia todas las noches y allí se quedaba hasta la madrugada. Devoraba la Biblia, y muchas veces se imaginaba ocupando el lugar de ciertos personajes bíblicos. Su madre, a través de su testimonio también encontró al Señor.

Después de un año y medio de ser salvo, Jack se encontró con una iglesia pentecostal donde recibió el bautismo en el Espíritu Santo. Lo único que pudo hacer durante los tres días siguientes, fue hablar en lenguas. Para hacerse entender en inglés, tenía que escribir en un papel.

Instituto Bíblico, Juanita y el ejército
Desde 1939 a 1940, Coe asistió al Instituto Bíblico Southwestern, de las Asambleas de Dios. P. C. Nelson era presidente del Instituto en ese momento. Mientras estudiaba allí, Coe conoció a una joven llamada Juanita Scott. Después de algunos años, se casaron. Durante este tiempo, también comenzó a orar y pedir entendimiento con relación a la sanidad divina.

Su hermana tenía neumonía doble y los médicos habían dado por perdidas todas las esperanzas. Coe fue inmediatamente a verla. Cuando entró a la habitación en el hospital, supo que después de una serie de críticos eventos totalmente fuera de lo común, Dios había sanado a su hermana... a último momento.

En 1945, fue a Texas, donde estudió y oró continuamente por el tema de la sanidad divina. Pidió a Dios una manifestación especial de su poder, y luego decidió anunciar una reunión de sanidad. "Dios va a abrir los ojos de los ciegos esta noche, y hará que los cojos caminen y los sordos oigan. Lo hará aquí, en esta iglesia, mañana por la noche", fue su osada confesión de fe. La noche siguiente, la iglesia estaba atestada de gente. Después que predicó, la gente formó una fila. Las enfermedades no parecían gran cosa. Algunos dolores de estómago, de cabeza, dolencias menores. Pero entonces Coe levantó la vista y vio... a una mujer ciega. "Oh, Señor, ¿qué voy a hacer con ella?", pensó. Después de esquivarla, oró y ungió a la mujer con aceite. Sus ojos se abrieron y la mujer comenzó a gritar: "¡Puedo ver! ¡Puedo ver!"

El hombre y el ministro Su fe era "temeraria y desafiante", pero a la gente que era sanada, esto no parecía molestarle en absoluto. También fue el primer evangelista que atrajo y recibió a grandes cantidades de personas de la comunidad negra en sus reuniones. Predicaba en forma directa y brusca, y llamaba a las cosas por su nombre.

El niño con pecas
Una noche, en Lubbock, Texas, durante una reunión, un niño pecoso se acercó al evangelista. Abrazado a sus piernas, el niño dijo: "Por favor, ministro, déjame ir a casa contigo". Entonces, una mujer lo apartó, mientras Coe se quedaba mirando. Pero la impresión causada por ese niño permaneció en él toda la noche. Al día siguiente, lo buscó, pero no pudo encontrarlo. Coe siempre había sentido que algún día abriría un hogar para otros niños sin hogar, como él lo había sido. Un día se decidió y le preguntó a su esposa: "Querida, ¿qué dirías si te dijera que Dios me ha estado hablando de abrir un hogar para niños?" Económicamente, parecía imposible. Pero Juanita dijo: "Siempre pensé que debería trabajar en un hogar de niños, así que quizá sea este el momento. ¡Adelante, obedezcamos a Dios!"

De a poco y en paz
En obediencia, los Coe dieron un anticipo por un pequeño lote en Dallas, y continuaron con sus cruzadas de sanidad. En cada campaña, informaba a la gente de sus planes de construir un hogar para niños, y pronto comenzó a recibir donaciones de madera y materiales. Los Coe pusieron en venta su propio hogar, que se vendió en solo una semana. Entonces se mudaron a una parte del hogar de niños que aún estaba en construcción, y vivieron allí hasta que estuvo terminado. Poco a poco, Dios fue proveyendo los recursos para el hogar de niños. La gente les donó cortinas, mantas y ropas, y poco después, pudieron tener su inauguración. El hogar estaba listo, y comenzaron a recibir niños.

Un moderno diluvio
Coe también estaba presente cuando se produjo la inundación más grande de la historia de los Estados Unidos, en la ciudad de Kansas. Antes de llegar a la ciudad, soñó con una gran inundación que cubría todo. Pero esto no lo detuvo: levantó una gran carpa. Dios hablaba de juicio en las reuniones, por medio del don de profecía, pero la mayoría de la gente ignoraba las advertencias. Algunos de ellos, riendo y burlándose, abandonaban las reuniones. Llovía todas las noches, y mientras miles de personas respondían al llamado evangelístico, la tierra quedaba empapada. Pero Coe continuaba sintiéndose algo inquieto en espíritu. Durante dos noches no pudo dormir y decidió sacar la carpa.

Mientras se dirigía a desmontar la gran carpa, la gente comenzó a cuestionar sus motivos. "¿Qué está haciendo?" "¿No habrá culto esta noche?" "No creo que haya nada de qué preocuparse." "Lo máximo que podría hacer el agua si el río subiera, sería mojar las sillas." "No hay peligro de que el agua rebase los diques." "No deje que el diablo lo detenga." Pero Dios le había hablado claramente a Coe: "Saca la carpa de aquí".

Pero para las 19:30, el equipo no había hecho grandes progresos, así que Coe los organizó, urgiéndolos para que se apresuraran. Estaban aprestándose para bajar la parte del techo, cuando otro ministro se acercó y le dijo: "No levantes la carpa. Dios puede cuidarla". A esto, Coe respondió: "Sé que Dios puede cuidar de ella, y por eso es que la estoy levantando. Dios me dijo que la quitara, y voy a quitarla". Finalmente, tres horas después, mientras sacaban la última estaca, el arrancador se trabó y no pudieron moverlo ni un solo centímetro más.

En ese mismo momento, todos los silbatos y las sirenas de la ciudad comenzaron a sonar a todo volumen. Y llegó el aviso: "¡Los diques se están rompiendo!" Cuarenta hombres comenzaron a trabajar con Coe para cargar la lona. Cuando terminaron, salieron rápidamente de la ciudad. Después de haber hecho todo lo posible, y mientras cruzaban el puente hacia un lugar seguro, y al mirar atrás, Coe vio que en el lugar donde había estado la carpa, el nivel del agua era de aproximadamente seis metros. La carpa habría quedado completamente destruida.

Nueva iglesia, nuevo hogar, nuevo entendimiento
Coe construyó un "hogar de fe". Allí se permitiría estar a los enfermos hasta que recibieran su sanidad. Diariamente habría oración y clases sobre sanidad. Lo abrió al lado de su “Hogar de Niños Heraldo de Sanidad”, en el verano de 1954.
En julio de ese año, tuvo la campaña en carpa más grande de la historia de su ministerio. Había llevado la "Carpa Grande" a Pittsburgh, Pensilvania, donde se estima que nacieron de nuevo 30.000 personas. Una noche se dedicó solamente a los "casos de camillas". Más del 75% de quienes llegaron en camilla se levantaron y caminaron. Una estación de televisión local transmitía las reuniones, lo que atraía aún más gente.

Sin embargo, esta campaña de un mes de duración fue la última del ministerio de Coe. En enero de 1954, abrió la nueva Iglesia Centro Evangelístico de Dallas. Era un edificio sencillo y bello, con una enorme cruz blanca que brillaba en el frente. En el Centro se realizaban reuniones todas las noches. Un autobús recogía a quienes no tenían otra forma de llegar, y una ambulancia estaba lista para trasladar a cualquier persona que deseara venir de un hospital, o de su hogar, para recibir oración.

Una muerte temprana
En diciembre, mientras predicaba en Hot Springs, Arkansas, el evangelista de la sanidad cayó gravemente enfermo. Era un hecho sabido que Coe había descuidado terriblemente su propia salud. Tenía un programa de actividades tremendamente riguroso, con tres reuniones por día, durante tres a seis semanas por campaña. El exceso de trabajo, el estrés y la falta del reposo necesario pronto se hicieron sentir. Debido a los desgastes excesivos a que sometía su cuerpo, se dice que su organismo era el de un hombre de noventa años.

Al principio, Coe pensó que estaba sufriendo de agotamiento, pero pronto llegó el diagnóstico: polio. Su esposa quiso que lo internaran en un hospital, y Coe accedió para dejarla tranquila. En el hospital, permaneció inconsciente la mayor parte del tiempo. Hubo muy pocos momentos en que pudo recobrar la capacidad de hablar y hacer conocer sus deseos. Según su esposa, el Señor habló a Coe y le dijo que se lo llevaría a su Casa. A principios de 1957, Jack Coe fue a estar con el Señor. Su ministerio, simplemente, había sido cumplido.

Deja al pasado en el pasado
Una de las características más importantes de Coe fue que nunca permitió que su pasado lo detuviera. Su pasado podría haber influido en su actitud, pero nunca lo detuvo ni lo obligó a retirarse.

¡Pero era un hombre dispuesto a hacer algo con ese anhelo que había en su corazón! Estaba decidido a tomar control de esa vida que lo había puesto en una terrible desventaja, en lugar de permitir que continuara controlándolo.



EL PODEROSO TESTIMONIO DE WILLIAM CAREY
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«Esperen obras magnificas de Dios, intenten obras magnificas por Dios». -William Carey-

Viajó a la India en 1793 con su reacia esposa y cuatro hijos para llevar el mensaje de Jesucristo a estos hombres y mujeres viviendo sin la esperanza del evangelio. Enfrentó tanto sufrimiento allí que es asombroso que William Carey no haya abandonado su misión y regresado a su país. Todo lo contrario, se quedó por 40 años y enseñó la Palabra de Dios a este país.

Una de las tradiciones que atormentaba al misionero Carey era el sati — la costumbre de quemar vivas a las viudas apenas moría el esposo. Carey trabajó duro para absolver el sati. A través de su ardua labor en contra del sati, los indios vieron que realmente William Carey les amaba. Fue nombrado «Amigo de la India» y «Padre de las Misiones Modernas».

Carey supervisó más traducciones de la Biblia que se hayan hecho en la historia del cristianismo. La vida nunca le fue fácil, pero Carey simplemente se negó a abandonar su llamado.

Su fe se probó cuando un fuego desbastador destruyó todo su trabajo literario. Su vida ha inspirado a un sin número de personas tanto de su época como del presente. Una Llama en la oscuridad muestra una vida dedicada a Dios y obediente a su llamado. Esta obediencia le llevó a hacer un gran impacto para la obra de Dios.

Cinco hombres –todos jóvenes– de personalidades dispares, procedentes de distintas zonas de Estados Unidos llegaron a Ecuador con un objetivo común. Ellos habían respondido a una misma demanda: la de predicar el evangelio donde nunca hubiese sido predicado. Un mismo y feroz pueblo se les aferró al corazón: los aucas. Para evangelizarlos, sin embargo, deberían estar dispuestos a perderlo todo.


"Operación Auca"

El domingo 8 de enero de 1956 habría de ser una fecha inolvidable, aunque dolorosa, para las misiones en las selvas ecuatorianas, en Sudamérica.

Ese día el misionero Nate Saint salió temprano de Arajuno, la base de operaciones de la “Operación Auca”, y sobrevoló por enésima vez en su pequeño Piper Cruiser la aldea de los temibles aucas. Notó en ella una ausencia de hombres, lo cual le llenó de alegría. De vuelta hacia la cabeza de playa, que los misioneros habían denominado ‘Palm Beach’, en el río Curaray, vio un grupo de unos diez hombres que caminaban precisamente hacia ese lugar. Adelantándose al grupo, en un par de minutos aterrizó junto a sus compañeros:

—¡Por fin, muchachos! ¡Vienen hacia acá!

Durante tres meses y dos días habían estado provocando sucesivos acercamientos por avión, dejando caer regalo tras regalo, con mensajes de buena voluntad, y ahora, por fin, había llegado la hora de verse cara a cara, en tierra. Los cinco misioneros habían invadido territorio auca hacía cinco días y éstos habían decidido por fin acercarse.

Con esa buena noticia, Nate llamó a las doce y media a su esposa Marj, que seguía atenta sus movimientos a través de la radio, en Shell Mera, la base de las misiones cristianas en Ecuador oriental. Con palabras entrecortadas le dijo:

— Una comisión de diez hombres viene en camino. Parece que van a estar aquí para el servicio de esta tarde temprano –dijo, bromeando–. Oren por nosotros. ¡Este es el día! Hablaremos otra vez a las cuatro y media.

Cinco vocaciones irrenunciables

La “Operación Auca” fue la puntada final de una estrategia misionera que había comenzado muy atrás en el corazón de cinco jóvenes misioneros norteamericanos.

De muy joven, Jim Elliot, nacido en 1925, se había preparado para la que creía sería la misión de su vida: predicar el evangelio a gentes que nunca lo habían oído en algún país hispanoamericano. Desde niño se familiarizó con las Escrituras, y desde los años de Colegio –donde fue un alumno aventajado– se interesó en aprender el español.

Poco antes de terminar el Colegio escribía a sus padres: “En esta vida no hay tal cosa como una realización completa ... Quiera el Señor enseñarme lo que significa vivir teniendo en cuenta el fin, como Pablo dijo: “Ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi carrera con gozo ...”

En agosto de 1951 Jim se encontró con un viejo amigo, Peter Fleming. Nacido en 1928, se había titulado recién en esos días como Licenciado y profesor, y estaba buscando la dirección divina en cuanto a su vida. Como fruto de esa conversación, ambos se dieron cuenta que tenían un destino común. En febrero de 1952 Jim y Pete cumplían su sueño y viajaban a Ecuador.
Tras seis meses de estudio del español en Quito, se internaron en la selva hasta Shell Mera, donde estaba la base de la Asociación Misionera de Aviación (M.A.F., por sus iniciales en inglés). De allí prosiguieron viaje hasta Shandia, una estación misionera quichua.

En septiembre de 1953 se les unió Ed McCully, antiguo compañero de colegio de Jim, deportista y orador destacado. Hijo de un predicador, por sus extraordinarias dotes había pensado hacerse abogado, pero un día antes de matricularse en esa carrera, decidió obedecer al llamado de Dios. Ahora él, con su esposa Marilou y su pequeño hijo, se unían al pequeño grupo misionero en Shandia.

Nate Saint y su esposa Marj Farris había llegado a Shell Mera algunos años antes que ellos, en 1948, como piloto de la M.A.F. De profesión mecánico de aviones, su misión en la M.A.F. consistía en transportar misioneros, sus provisiones, enfermos hasta y desde las avanzadas más lejanas en su pequeño Piper Cruiser.

Roger Youderian, nacido en 1924, era paracaidista del ejército, y había peleado en la Segunda Guerra Mundial. Estando en Berlín sintió el llamado a servir como misionero. Desde 1953 había estado sirviendo entre los indios jíbaros y los atshuara.

Una carga especial

Aunque de distinta procedencia y con distinto trasfondo, los cinco jóvenes misioneros sentían una carga especial por el pueblo auca. Todas las otras tribus cercanas habían sido alcanzadas: los jíbaros, los quichuas, los colorados, los cayapas, pero los aucas se habían resistido fieramente. ¿Quiénes eran y por qué eran tan hostiles?

Los aucas eran una tribu –y un territorio– impenetrables. Todos los misioneros anteriores, desde Pedro Suárez, en 1667 habían sido asesinados. No obstante, por largos períodos, ellos se habían abierto a la civilización, pero vez tras vez la experiencia terminó en tragedia. Así que volvían a cerrarse. La hostilidad hacia el hombre blanco había sido exacerbada por los buscadores de caucho, a comienzos del siglo XX, quienes los habían robado, torturado, esclavizado y matado. Eso había sumido a los aucas en la desconfianza y en el temor.

Muchas conjeturas se habían hecho los misioneros respecto de ellos. ¿Son asesinos natos? ¿Matan por preservar su territorio, por robar? Esas preguntas no tenían respuestas. Sin embargo, un par de cosas parecían muy claras: para los aucas, el hombre blanco era indeseable, y quien se atrevía a pisar su territorio ponía en riesgo su vida.

La “Operación Auca” comenzó en septiembre de 1955.

El primer movimiento hacia esa zona la hizo Ed McCully, quien se estableció en Arajuno, un poblado quichua de unas cien personas en el borde mismo del territorio auca. Separados de ellos sólo por el río Arajuno, Ed puso alrededor de su casa un alambrado eléctrico y se propuso tener siempre a la mano una pistola o una escopeta para usarla para intimidar en caso de ataque. La estación de Arajuno llegó a ser la base de la Operación.

El 19 de septiembre, Nate y Ed sobrevo-laron la tupida selva buscando poblados. Tras varias pasadas, descubrieron unos quince lugares despejados y unas pocas casas. Dos semanas después, Nate y Pete pudieron realizar una nueva exploración y constataron la existencia de media docena de casas grandes a sólo quince minutos de vuelo de Arajuno. ¡Ya estaba localizado el objetivo!

Para superar la barrera del idioma, Jim viajó a una hacienda cercana donde vivía una mujer auca que había huido de su pueblo. Ella enseñó a Jim algunas frases que permitieran a los misioneros un primer acercamiento.

El 6 de octubre comenzaron con el lanzamiento regular cada semana de regalos desde el aire, usando la técnica que Nate habilidosamente había creado. Según esta técnica, que denominó “de la cuerda en espiral”, se lanzaba un balde de lona amarrado a una cuerda. El avión volaba en círculos cerrados a una cierta velocidad que permitiera que el balde quedara casi quieto en un punto central. Abajo, una persona podía recogerlo con la mano, sacar lo que éste contenía, y aun poner en él lo que deseara antes de que éste fuera alzado de nuevo desde el avión.

Se comenzaron a suceder las visitas y los regalos uno tras otro. Los aucas los recibían con agrado. Para el cuarto viaje, Nate instaló en el avión un parlante a batería para enviar los mensajes amistosos que Jim había aprendido. A la sexta semana, los aucas empezaron a poner, de vez en cuando, algún regalo de vuelta en la canasta. Cada signo amistoso de los aucas era recibido con alborozo por los misioneros.

Para el 3 de diciembre ya llevaban nueve visitas. A medida que pasaba el tiempo, veían más cercano el día que podrían acercarse a ellos por tierra. Para tal fin empezaron a explorar el terreno. Encontraron una playa junto al Curaray apta para aterrizar, ubicada a unos 7 kilómetros de la “Ciudad Terminal”, la población que solían visitar por avión, y decidieron establecerse allí el 3 de enero.

El plan estaba trazado hasta en sus mínimos detalles. Cada misionero tenía a cargo una parte de la “Operación”. Incluso Marj, tendría la importante función de atender el equipo de radio en Shell Mera, manteniéndose en contacto permanente con el avión. Por su parte, Bárbara (la esposa de Roger) se quedaría en Arajuno con Marilou (esposa de Ed) en la preparación de la comida que llevaría diariamente a Palm Beach.

A esta altura, las cinco esposas habían barajado ya de manera muy realista la posibilidad de quedar viudas, y la conclusión para ellas era clara: a la hora de casarse ellas aceptaron que nunca habría dudas en cuanto a quién ocupaba el primer lugar en sus matrimonios: Dios y su obra.

El 18 de diciembre, Nate había escrito en su Diario: “Al sopesar el futuro y buscar la voluntad de Dios ¿parece justo que pongamos en peligro nuestras vidas por sólo unos pocos salvajes? Al hacernos esta pregunta, nos damos cuenta que no es el llamado de los miles necesitados, sino más bien la simple insinuación de la Palabra profética de que habrá en su presencia en el último día algunos de cada tribu; y sentimos en nuestros corazón que es agradable al Señor que nos interesemos en abrir paso a la prisión auca para Cristo.”

La mañana del 3 de enero, los cinco hombres cantaron uno de sus himnos favoritos y se dispusieron a marchar. En tres viajes sucesivos, el avión trasladó los enseres necesarios, incluyendo una pequeña casa que instalaron en el tronco de un árbol, a diez metros de altura, junto a la playa.

El miércoles y jueves, Nate y Peter, que iban a Arajuno a dormir, sobrevolaban la “Ciudad Terminal” invitando a los hombres a venir a Palm Beach. Algunos pequeñas señales les anunciaban su próxima aparición.

El viernes a las 11:15 resonó una voz al otro lado del río, e hicieron su aparición tres aucas: un hombre y dos mujeres. Los misioneros les acogieron amistosamente. Como el hombre mostrara interés por el avión, Nate lo invitó a volar por encima de su propio poblado. El resto del día transcurrió sin sorpresas.

El día “D”

El domingo 8 Nate vio desde el aire acercarse decididamente un grupo de aucas, y entonces llamó a su esposa, para que estuviera atenta para un contacto por radio para las cuatro y media.

A las cuatro y media las esposas se conectaron, unas desde Shell Mera, las otras desde Arajuno. Llamaron a Palm Beach, pero sólo había silencio. Esperaron hasta última hora esa noche, queriendo creer que el silencio se debía sólo a algún pequeño contratiempo. Las horas transcurrieron largas y dolorosas.

A las siete de la mañana del lunes 9, Johnny Keenan, colega de Nate en la M.A.F., volaba raudo hacia Palm Beach para obtener noticias de sus compañeros. A las nueve y media Johnny remitió su informe, que Marj retransmitió escuetamente a todos.

—Johnny ha encontrado el avión sobre la playa. Le han arrancado toda la tela. No hay señal de los muchachos.

Los días posteriores

El miércoles, colegas misioneros y militares norteamericanos y ecuatorianos organizaron una cuadrilla de rescate que partió de Arajuno rumbo a Palm Beach. Ellos abrigaban aún la esperanza de hallar en cada curva del río, a lo menos, a alguno de los cinco misioneros regresando a pie.

Cuando llegaron a Palm Beach descubrieron cuatro cuerpos; el quinto había sido avistado poco antes, pero fue imposible recuperarlo aguas abajo. La patrulla de salvamento llevó a cabo una pequeña ceremonia de sepultura bajo el gran árbol con la casita.

El sábado, las viudas fueron invitadas a sobrevolar Palm Beach y pudieron ver por unos instantes la tumba común de sus esposos. Al virar de regreso el avión, Marj Saint, la viuda de Nate, dijo:

—Ese pequeño cementerio es el más hermoso del mundo.

El muro se rompe

El martirio de los cinco misioneros, publicada por los diarios, despertó la inmediata reacción en el mundo entero. De todas partes empezaron a llegar saludos y condolencias a las cinco viudas. El ejemplo de los mártires alentó a muchos otros a servir al Señor como misioneros.

Entre tanto, se formularon rápidamente planes para continuar la obra de los mártires. Johnny Keenan retomó los vuelos con regalos sobre las aldeas aucas para demostrarles su intención amistosa. La obra entre los vecinos quichuas experimentó un sorprendente aliento. Ellos mismos comenzaron a orar también por los aucas.

El 3 de septiembre de 1958, tres años y ocho meses después del martirio, tres mujeres aucas convertidas y adoctrinadas por Elisabet Elliot y Raquel Saint –hermana de Nate– volvieron a su aldea, donde permanecieron tres semanas hablando del amor de Dios, manifestado a través de las misioneras.

Unos días después, Elisabet y Raquel Saint entraron ellas mismas en esa aldea, como respuesta a una invitación. Allí fueron recibidas como hermanas.

La muerte de cinco hombres había logrado romper la desconfianza ancestral. El camino para la palabra de verdad se había abierto: los aucas podrían ser alcanzados con el evangeli


Un hombre de Dios movido por el Espíritu
Smith Wigglesworth: "Apóstol de fe"


Resucitar a los muertos fue sólo una de las increíbles facetas del ministerio de Smith Wigglesworth. Para él la simple obediencia a lo que uno creía no era una característica extraordinaria; era simplemente el fruto de la fe. Se dice que su propia fe era inquebrantable y algunas veces implacable. Pero también se dice que poseía una unción especial para la enseñanza y un claro sentido de la compasión, que tenían por fruto incontables salvaciones y milagros en su ministerio, todos los días. Por Roberts Liardon


Smith nació el 8 de junio de 1859 en un pequeño pueblo de Inglaterra. Aunque sus padres no eran cristianos, no hubo nunca un tiempo en que el joven Smith no buscara a Dios. No le enseñaron a orar en su hogar, pero siempre estaba en esa búsqueda por su cuenta. Su abuela era una antigua wesleyana que creía en el poder de Dios y siempre hacía que Smith la acompañara a las reuniones. Cuando Smith cumplió ocho años, quiso cantar él también en la iglesia. Al comenzar a cantar, "un claro conocimiento del nuevo nacimiento" vino a él, y comprendió lo que Jesucristo había hecho por él por medio de su muerte y resurrección. El joven Wigglesworth se convirtió inmediatamente en un pescador de almas. La primera persona que ganó para Cristo fue su propia madre.

¡Hay algo diferente en ti!
Desde los trece años Smith participó activamente en la Iglesia Metodista Wesleyana. Su vida espiritual cobró nuevo significado, y comenzó a anhelar el Espíritu de Dios. Tiempo después, los metodistas planeaban una reunión especial de predicación, y siete jovencitos fueron invitados a participar, incluso Smith. Con tres semanas para prepararse, el joven "vivía en oración". Cuando llegó el día, tomó la plataforma para predicar durante quince minutos, y al terminar, no recordaba ni una palabra de lo que había dicho. Lo único que recordaba era el increíble ardor que lo cubría, y los gritos de aliento de la gente. En 1875, se unió al Ejército de Salvación para compartir su amor por los perdidos. Creía que el Señor lo ayudaría en todo, y comenzó su ministerio. En 1877 fue a casa de un plomero para pedirle trabajo. El hombre le dijo que no necesitaba ayudantes, así que Smith le agradeció, se disculpó por haber usado su tiempo, y se volvió para irse. Pero repentinamente el hombre lo llamó y le dijo: "Hay algo en ti que es diferente. Creo que no puedo dejar que te vayas". Y lo contrató. Smith hacía un trabajo tan excelente que decidió mudarse a Liverpool, con su experiencia en plomería. Con el poder de Dios que descansaba firmemente sobre él, comenzó a ministrar a los niños de la ciudad y a predicarles el evangelio, movido por su deseo de ayudarlos.

El matrimonio
Uno de los grandes atributos de la vida de Smith Wigglesworth fue su esposa, Mary Jane "Polly" Featherstone. Polly era tan fuerte, o más, algunas veces, que su esposo. Nunca se negaba a acompañarlo, y Smith estaba de acuerdo. Dios comenzó a usarla para salvar a los perdidos a tal punto que los ministros metodistas la llamaban a evangelizar en sus iglesias, y cientos de personas se convirtieron con su ministerio. El poder de Dios descansaba poderosamente sobre ella. Empujado hacia el púlpito A fines del siglo XIX, Smith viajó a Leeds para comprar materiales para su trabajo de plomería. Mientras estaba allí, asistió a un culto en una iglesia donde se ministraba sanidad divina. Observó las maravillosas sanidades que se producían, y su corazón se conmovió. Entonces comenzó a buscar a los enfermos en su ciudad, Bradford, y pagaba sus viajes para ir a las reuniones de sanidad de Leeds. Como comprendían que Smith necesitaba "un empujoncito" para comenzar su ministerio público, los líderes del Hogar de Sanidad de Leeds tomaron una decisión, y le pidieron que los reemplazara en el púlpito mientras ellos iban a la convención de Keswick. Smith dudó al principio, pero los ministros le aseguraron que él podía hacerlo. Cuando llegó el día de ministrar, Smith estaba a cargo de la reunión, pero no había quién predicara. Todos estuvieron de acuerdo en que él debería hacerlo. Vaciló, pero comenzó a ministrar, y al terminar su mensaje, quince personas se acercaron para que orara por su sanidad. Un hombre que andaba con un par de muletas, se acercó, y cuando Smith oró por él, comenzó a saltar por todos lados, sin sus muletas, totalmente sano. ¡Nadie estaba más sorprendido que Smith!

Bañado en el poder y la gloria
En 1907 llegó otro punto crucial en la vida de Smith Wigglesworth. Había oído que un grupo de personas en Sunderland habían sido "bautizadas en el Espíritu Santo" y "hablaban en otras lenguas". Entonces decidió ver este fenómeno por sí mismo. Smith, buscaba a Dios con todo su corazón para experimentar este "bautismo en el Espíritu Santo", y fue a un centro de reuniones cercano del Ejército de Salvación para orar. Tres veces el poder de Dios lo abatió al suelo. Smith estaba decidido a conocer a Dios en esa área. Durante cuatro días estuvo delante del Señor mientras esperaba hablar en otras lenguas, sin resultado. Finalmente, desalentado en su espíritu, sintió que era hora de regresar a Bradford. Pero antes de partir, se dirigió a la casa pastoral para despedirse de la esposa del vicario, la Sra. Boddy. Le dijo que tenía que regresar a su casa y que aún no había logrado hablar en lenguas. Ella le respondió: "No es el hablar en lenguas lo que usted necesita, sino el bautismo". Smith le pidió que le impusiera las manos antes de partir. Ella oró una oración sencilla pero llena de poder, y luego salió del cuarto. Fue entonces que cayó el fuego. Bañado en el poder y la gloria del Señor, Smith vio una visión de la cruz vacía con Jesús exaltado a la diestra del Padre. Lleno de adoración y alabanza, abrió su boca y comenzó a hablar en otras lenguas, comprendió finalmente que aunque antes había recibido la unción, ahora era bautizado en el Espíritu Santo como en el día de Pentecostés.

"Déjala ir"
Uno de los dolores más grandes en la vida de Smith estaba a punto de ocurrir. Mientras esperaba en la estación del tren para partir hacia Escocia, recibió una noticia devastadora. Polly se había desplomado a causa de un ataque cardíaco mientras regresaba de la obra misionera de la calle Bowland. Smith corrió a su lado y descubrió que su espíritu ya había partido para estar con el Señor. No dispuesto a aceptarlo, inmediatamente reprendió a la muerte y su espíritu regresó, pero sólo por un breve tiempo. Entonces el Señor le dijo: "Yo deseo llevarla a casa conmigo ahora". Así que, con el corazón destrozado, Smith dejó en libertad a su compañera, aquella a la que había amado tantos años, para que fuera con el Señor. Polly Wigglesworth sirvió al Señor hasta el último minuto de su vida, el 1º de enero de 1913. Algunos dicen que después de su muerte, Smith pidió una doble porción del Espíritu. A partir de ese momento, su ministerio tuvo aún más poder.

Este es el secreto...
Smith comenzó inmediatamente a ministrar por todo el país, viajaba con su hija y su yerno. Tenía una increíble revelación en el tema de la fe, y su enseñanza al respecto atraía a las masas. Wigglesworth no se quedaba "con la esperanza" de que la oración diera resultado. Su revelación sobre la fe era concreta, y ablandaba aún los más duros corazones para llevarlos al amor de Jesucristo. Para 1921, el ministerio de Wigglesworth florecía. Su hogar estaba inundado de invitaciones para ministrar en otros países, y se embarcó en el más largo viaje de toda su vida. Aunque era muy popular en la Europa continental y en los Estados Unidos, nadie pareció notar su llegada a Colombo, Ceylán (Sri Lanka). Pero pocos días después, las multitudes llenaban el edificio para tratar de conseguir un lugar. Muchos quedaron afuera. Cuando la reunión terminaba, Smith pasaba por entre medio de miles de personas, las tocaba y creía en el poder de Dios para con ellas. Según los relatos, decenas de personas fueron sanadas con el solo paso de "su sombra" por encima de ellas. En 1922 viajó a Nueva Zelandia y Australia. Algunos creen que las reuniones de Smith fueron el punto de partida de las iglesias pentecostales en estos dos países. Aunque sólo pasó unos meses allí, miles de personas fueron salvas, sanadas y llenas del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas. Australia y Nueva Zelandia experimentaron así el mayor avivamiento espiritual que jamás hubieran conocido.

Las aflicciones tuvieron que ceder
Aunque los ojos de Wigglesworth habían visto muchos milagros y sanidades instantáneas, él mismo no recibió esos milagros. En 1930, cuando ya tenía setenta años, sufría de tremendos dolores. Oró, pero no recibió alivio, así que fue a ver a un médico, que después de sacarle algunas radiografías le dio un diagnóstico de un caso severo de cálculos en el riñón en un estado avanzado. Su única esperanza era una operación, dado que, según el médico, si continuaba en este doloroso estado, moriría. Smith le respondió: "Doctor, el Dios que creó este cuerpo es quien puede sanarlo. Ningún cuchillo me cortará mientras yo tenga vida". Smith pensó que este sufrimiento acabaría pronto, pero duró seis largos y dolorosos años. Durante este tiempo, nunca dejó de asistir a las reuniones programadas, con frecuencia ministraba dos veces por día. En algunas reuniones, oraba por hasta ochocientas personas mientras se retorcía de dolor él mismo. Algunas veces abandonaba el púlpito cuando el dolor se volvía insoportable, para luchar en el baño mientras despedía otra piedra. Luego regresaba a la plataforma y continuaba con la reunión. Con frecuencia se levantaba de su propia cama para ir a orar por la sanidad de otros. Muy pocos sabían que él mismo estaba atravesando la más grande prueba de su vida. Algunas veces perdía tanta sangre que su rostro estaba pálido y tenía que envolverse en mantas para recobrar calor. Después de los seis años, tenía más de cien piedras en una botella de vidrio.

Y no fue más... Porque Dios lo llevó
Dos años después de iniciada su batalla contra los cálculos en los riñones, Smith no se daba por vencido. En cambio, en 1932, pidió a Dios quince años más para servirle. Dios le otorgó lo que había pedido, y durante esos años, visitó gran parte de Europa, Sudáfrica y Estados Unidos. Su más grande gozo era ver la Palabra confirmada con señales y prodigios, a través de la fe de la gente. Su principal meta era que las personas vieran a Cristo, no a Smith Wigglesworth. El 12 de marzo de 1947, inclinó la cabeza, y sin pronunciar palabra ni experimentar dolor alguno, fue a estar con el Señor.

Fe, compasión y milagros
¿Acaso el poder de Dios en que anduvo Smith Wigglesworth ha dejado la Tierra? ¿Se fue con él cuando murió? ¡Por supuesto que no! El mismo poder con el que operaba Wigglesworth está a nuestra disposición hoy; no necesitamos más poder. Sólo necesitamos utilizar nuestra fe y compasión para que ese poder opere. Wigglesworth operó con la fe más osada que yo jamás haya visto desde el Libro de los Hechos, pero esa fe era encendida por la compasión. Smith le tomó la Palabra a Dios y se dejó mover por su compasión hacia las personas, y esa combinación produce milagros.
El desafío ahora ha pasado a nuestra generación. Dios ha convocado a hombres y mujeres para que invadan ciudades y naciones con el poder del cielo. ¿Responderás al llamado de Dios? ¿Te atreverás a "sólo creer"? Despierta el don que hay en ti, e invade tu hogar, tu comunidad y tu nación con el poder de Dios. Que la voluntad del cielo se haga en la Tierra...¡a través de ti¡

El Rev. Alberto Benjamín Simpson

La Alianza Cristiana y Misionera debe su existencia a la visión de Alberto Benjamín Simpson (1843-1919), un ministro presbiteriano que abandonó una acaudalada congregación en Nueva York para pastorear, en cambio, las masas desposeídas de esa misma ciudad.

Según describe el propio Simpson: "...Por lo tanto, después de tres años de gran compañerismo y perfecto entendimiento con estas queridas personas, y sin que mediasen desacuerdos de ninguna clase, les dije francamente que Dios me llamaba para un trabajo diferente, y pedí al Presbiterio de Nueva York que me dejase en libertad con el propósito de llevar el evangelio a las masas" (A. E. Thompson, A. B. Simpson, His Life and Work, Christian Publications.)

Alberto Benjamín Simpson nació en la Isla Prince Edward (Canadá) el 15 de Diciembre de 1843. Fue dedicado al Señor mediante las oraciones de John Geddie, el pastor de la familia, quien fuera él mismo, más tarde, un gran misionero conocido por su labor en las islas Nuevas Hébridas, en el Pacífico Sur.

En 1847, la familia Simpson se trasladó a la provincia de Ontario, donde adquirieron una granja. Allí, Alberto recibió la influencia espiritual de la estricta tradición calvinista y puritana de la Iglesia Presbiteriana Escocesa, influencia que fue balanceada por la lectura de la obra de Walter Marshall acerca del Misterio Evangélico de la Salvación, la que llevó a este joven de 15 años a comprender los conceptos de salvación y de santificación cristianos.

Al terminar sus estudios escolares, hizo clases durante un tiempo, con el fin de reunir el dinero necesario para poder matricularse en el Colegio Knox de la Universidad de Toronto, graduandose a los 21 años, luego de lo cual fue recibido como pastor de la Iglesia Presbiteriana de Knox, en Hamilton, Ontario.

Después de ocho años de ministerio exitoso y de haber ganado 750 nuevos miembros para su iglesia, se decía de él que era mejor que ningún otro en cuanto a elocuencia, habilidad y éxito en su labor ministerial. (A. E. Thompson, A. B. Simpson, His Life and Work, Christian Publications.)

A la edad de 32 años, en Diciembre de 1875, Simpson fue llamado a ocupar el púlpito de la mayor iglesia presbiteriana de Louisville, Kentucky, la iglesia presbiteriana de la calle Chestnut. Allí se embarcó en un esfuerzo evangelístico a nivel de toda la ciudad, que le sirvió para apreciar la trascendencia del ministerio evangelístico.

Al cabo de cinco años allí, su atención fue atraída por las masas de inmigrantes recién llegados a la ciudad de Nueva York, fundando una misión junto a las puertas de la Iglesia Presbiteriana de la calle Trece, donde, después da haber llevado hasta el Señor una cantidad de más o menos 100 inmigrantes italianos, la congregación le sugirió que buscara otra parte para proseguir este ministerio. En consecuencia, Simpson, dándose cuenta que Dios lo llamaba a un "ministerio diferente", dejó su cargo para dedicarse de lleno a su labor con las masas de Nueva York.

El llamado de Dios en la vida de A. B. Simpson dio como resultado una doble visión. Por una parte, su concepto de la totalidad y de la centralidad de Cristo en la doctrina, dio origen a lo que ha sido llamado el "evangelio cuádruple" : Jesucristo es nuestro Salvador, Santificador, Sanador y el Rey que viene, fórmula que es compartida también por las Asambleas de Dios y por las iglesias del Evangelio Cuádruple.

En segundo lugar, la visión de las almas perdidas y de la gente que perece sin Cristo, le impulsó a enviar los primeros equipos de misioneros al Congo. La creencia y la estrategia de Simpson era hacer que las personas llenas del Espíritu Santo se convirtieran en siervos activos de la obra del Señor.

El resultado de estas dos visones fue el desarrollo de un mensaje centrado en Cristo y en la extensión del ministerio más allá de la iglesia local en lo que hoy día es la Alianza Cristiana y Misioner.

Juan Wesley -fundador de la iglesia Metodista y uno de los más grandes evangelistas conocidos en la historia.

Aun los historiadores seculares respetados dicen que a través del ministerio de Juan Wesley, sus ayudantes y convertidos y el Gran Despertar sobre Inglaterra que resultó, Inglaterra fue librada del terrible baño de sangre que caracterizó la Revolución Francesa que ocurrió dos años antes de la muerte de Wesley. Se dice que durante su ministerio, viajó más de 400,000 kilómetros a lomo de caballo (una distancia equivalente a dar diez vueltas alrededor de la tierra sobre el Ecuador), y predicó más de 40,000 mensajes. ¿Cuál fue su secreto?

Interesantemente, él ya era un ministro ordenado de la Iglesia Anglicana aun antes de experimentar su nuevo nacimiento en 1838. Unos seis meses después, tuvo un poderoso encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias palabras: "Estábamos reunidos y en constante oración, cuando alrededor de las tres de la mañana, el poder de Dios vino poderosamente sobre nosotros, a tal grado que clamamos con un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto que nos recuperamos un poco de ese asombro y maravilla ante la presencia de Su majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te alabamos, Oh Dios, te reconocemos como el Señor!’"

A partir de allí, él comenzó a predicar con una unción y poder extraordinarios, y su predicación resultaba en convicción poderosa de pecado en los corazones de multitudes de personas.

La verdad es que si uno se pone a leer sus mensajes hoy día, diría que no había nada en ellos como para provocar emoción. Y sin embargo Dios los usó para llevar a miles de personas al Señor. No era la palabra; era el poder de Dios sobre la palabra.

Siempre al terminar su mensaje oraba pidiéndole a Dios que "confirmara su palabra" que pusiera su sello sobre ella, y que "diera testimonio de ella". Y Dios lo hacía así. Los pecadores sentían su culpa y clamaban a grito abierto y en gran angustia, pidiendo misericordia, bajo la influencia de la profunda convicción de su pecado. Muchos caían al suelo bajo el poder de Dios, en el momento del arrepentimiento. Unos pocos minutos después, estarían regocijándose con la seguridad de que sus pecados habían sido perdonados, y con una profunda conciencia de la paz de Cristo.

Wesley relató la siguiente experiencia en su diario personal:

"Supimos que muchos se ofendieron al oír los clamores de aquellos sobre quienes descendió el poder de Dios; entre ellos un médico, quien dijo que podría tratarse de un engaño o falsedad. Hoy una de las primeras personas en clamar misericordia fue una mujer a quien dicho médico conocía por años. Al verla llorar, le pareció increíble que fuese la misma persona. Se acercó a ella y observó todos los síntomas; vio que por la cara le corrían gruesas gotas de sudor y se estremecía hasta los huesos. Al ver eso, no supo qué decir, pues quedó convencido de que no se trataba de ningún engaño, ni tampoco de ningún desorden natural. Mas cuando su cuerpo y alma fueron sanados en un instante, el médico vio el dedo de Dios en lo que le había ocurrido a la mujer".

Pero las manifestaciones de la presencia de Dios no se limitaban a las reuniones; algunos eran sobrecogidos por una tremenda convicción hasta tres semanas después: De repente echaban tales gritos como si estuvieran en angustia de muerte, se arrepentían, y posteriormente se regocijaban por el perdón de pecados.

Declaraciones de Wesley:

Wesley creía que los Dones del Espíritu eran para nuestros tiempos. En una carta escrita en junio de 1746, declara: "No recuerdo de ninguna Escritura donde se nos enseñe que los milagros debían confinarse a la edad apostólica o cualquier otro período de tiempo. Es cierto que San Pablo dice que las profecías y las lenguas cesarán, pero en ningún momento dice que estos milagros cesarán antes de que cesen la fe y la esperanza..."

En cuanto a la clase de personas que impactarán en el Reino:

En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacerle para lograr que mucha gente viniera a escucharle. La respuesta de Wesley fue:

"Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán para ver el fuego."

"Dame cien predicadores que no le temen a nada excepto al pecado, y no desean nada excepto a Dios, y no me interesa ni una paja que sean clérigos o laicos, ellos sacudirán las puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos en la tierra."

El secreto del poder y la bendición espiritual - Oswald Smith

Algunos son usados por Dios; otros, no. Algunos trabajan bajo la unción del Espíritu, en tanto que otros lo hacen en la energía de la carne. Para algunos la obra de Dios es penosa; para otros es un gozo y un deleite. Muchos están buscando constantemente, buscando lo que no saben; otros están siempre satisfechos, han entrado en su reposo.

Hay algunos que tienen la idea de que si pudieran conseguir alguna experiencia grande, excepcional, extraordinaria, quedarían satisfechos para siempre; llegarían a ser hombres poderosos en Dios. Han leído las vidas de Wesley, Finney, Moody y han descubierto que estos hombres tuvieron una experiencia de este tipo, una manifestación especial de la presencia divina. Y piensan que si ellos tuvieran así mismo esta experiencia, también ellos pasarían a ser gigantes espirituales.

Y así, con estas visiones delante de sus ojos, siguen buscando. Se pasan horas incontables en la oración y el ayuno. Confiesan los pecados y los ponen a un lado.

Algunas veces hacen restitución. Dejan el trabajo sin hacer y dedican todo momento a clamores y ruegos agonizantes pidiendo el poder del Espíritu Santo.

Y, digámoslo claro, en muchos casos sus oraciones son contestadas. Tienen la experiencia que buscan. Y luego hablan de esta experiencia. Se glorían en ella. Éste es su único y exclusivo testimonio. Y cuando los hombres escuchan se emocionan. «¡Oh, si tuviéramos una manifestación similar!», exclaman. Y durante un tiempo andan en las cumbres de la fe. No hay sombras. No hay pecado, o por lo menos así se lo parece. No hay tentaciones. Cada día es un día de gozo, y todo va bien, porque por fin han conseguido poder-, la unción está sobre ellos, y en el poder de esta unción maravillosa ministran la Palabra de vida.

Pero gradualmente, al pasar el tiempo y ser honrados por Dios, van asumiendo la actitud del «soy más santo que tú». Poco a poco su círculo se va reduciendo. Los otros cristianos al principio observan, y luego se van retirando. Aparecen señales de orgullo, de orgullo espiritual. Exigen que los otros reciban lo que ellos tienen. Luego siguen la división, la pugna y las discordias. Y, finalmente, la tentación, el pecado y la oscuridad. Después de lo cual buscan otra experiencia semejante, exactamente de la misma manera que antes y con parecido resultado.

Otros, en cambio, se concentran en la doctrina. Leen libros, estudian las opiniones de los hombres, escudriñan lo que piensa este maestro y el otro. Usan palabras para expresar sus teorías que no están en la Biblia: pecado ingénito, erradicación, segunda obra de la gracia, perfección sin pecado, etc. Quieren la santidad porque saben que la santidad es poderosa, pero están convencidos de que con tal que la doctrina sea correcta, conseguirán la experiencia. Al fin creen que lo tienen todo correcto y procuran conseguirlo, se trate de ésta o de aquella bendición. Y de nuevo la consiguen y la pierden.

Cuando la consiguen, se sienten seguros de que la doctrina da resultado y la predican con toda su alma. Las personas se ponen en contacto con ellos y reciben grandes bendiciones y se sienten animados a creer lo mismo, y de este modo obtener la bendición. Pero luego, cuando el brillo se va desgastando, y el gozo ha levantado el vuelo y ha huido, aunque todavía tienen la misma doctrina, no reciben la bendición. Al fin entran en la servidumbre y se echan atrás. Y de nuevo vienen las divisiones y las contiendas. Otros cristianos se apartan, y ellos se hallan ministrando a un círculo muy reducido, constituido, en su mayor parte, por los que sostienen doctrinas similares, pero están desprovistos de poder, en tanto que la iglesia en general se mantiene al margen.

Y, con todo, han sido sinceros, sí, verdaderamente sinceros. Han procurado y buscado lo mejor que Dios puede ofrecerles. Pero ni la doctrina ni la experiencia pueden producir la espiritualidad. Después de todo, es la práctica lo que es importante. Por ello, preferiría tener mala la cabeza y recto el corazón, que recta la cabeza y malo el corazón. Y preferiría que la práctica fuera recta y la teoría equivocada, que tener la teoría recta y la práctica equivocada.

No paso por alto la experiencia. En modo alguno. Las experiencias de Wesley, de Finney y de Moody eran reales. Yo no buscaría una manifestación especial de Dios, pero le daría gracias si llegara. Mas, como hemos de andar por fe y no por vista, no por sentimiento o experiencia, no quisiera depender de ella para el poder espiritual. No quisiera adoptar la actitud de que si tuviera una gran experiencia sería ungido de una vez para siempre. Las experiencias vienen y van. Es lo que sigue a la experiencia lo que cuenta.

«El mundo no ha visto todavía», dijo D. L. Moody, «lo que Dios puede hacer por medio de un hombre que se le haya rendido.» Moody fue ungido, pero fue el hecho de que rindiera su vida lo que le transformó en la potencia que era; en otras palabras, su contacto diario con Dios cuando recibía una nueva unción para cada nuevo servicio.

Por ejemplo, aquí hay fuego y un trozo de hierro. Si quiero que el hierro se caliente, he de colocarlo en contacto con el fuego. Y si quiero darle una experiencia excepcional, que no ha tenido nunca, lo introduzco súbitamente en el fuego, con lo que se volverá rojo, candente. Pero esto no cubre su necesidad de calor para todo el tiempo futuro. No puedo decir:

«Al fin he tenido una gran experiencia, sentimientos maravillosos; estoy candente, y candente para todo el tiempo venidero. Y ahora todo lo que toque se pondrá también candente.» Y luego, pensando que esto es suficiente en sí, intencionalmente abandonar el fuego y salir con la misión que sea, dando por sentado que toda la escoria ha sido eliminada y ahora puedo impartir su calor por donde vaya. ¡Oh, no! Pronto el hierro volverá a estar frío y totalmente incapaz de impartir calor. ¿Qué hemos de hacer, pues? Hemos de tenerlo cerca del fuego, y sólo así participará del calor del fuego. Sólo así podrá impartir su calor.

Lo mismo te ocurre a ti, amigo. Es posible que tengas una gran experiencia. Que participes del fuego divino. Puedes haber tenido visiones y revelaciones maravillosas. Pero a menos que sigas en contacto diario con el fuego de la presencia de Dios, pronto te hallarás frío e impotente. Si la unción ha de permanecer, será necesario que estés en comunión diaria con el que unge. La bendición sólo puede ser mantenida por medio del contacto constante con el que bendice. No hay caminos fáciles; no sé de ninguna experiencia que dure para toda la vida. Hay que pagar el precio. Y el precio en este caso es el contacto diario con Dios. Y este precio sólo pocos están dispuestos a pagarlo. Procuran bendiciones y manifestaciones. Agonizan y oran. Buscan visiones y revelaciones. Pero esta espera diaria en Dios, que establece y consolida, esto lo descuidan.

¿Tienes establecido, amigo, un lugar en que encontrarte con Dios? ¿Has asignado una hora? ¿O bien estás siempre ocupado? ¿Observas la vela matutina, la hora quieta? ¿Es Jesucristo real para ti? ¿Le conoces? ¿O bien te lo han presentado meramente? Le has encontrado, naturalmente. Le has encontrado cuando te convertiste. Pero, ¿le conoces? ¿Te has familiarizado con Él? ¿Le visitas regularmente? ¿Qué significa para ti? Yo he conocido a mucha gente, pero muy pocos de modo íntimo. Tienes que vivir con las personas que conoces íntimamente. Pasa mucho tiempo hasta que se establece esta relación. ¿Le dedicas el tiempo? Has de andar con Dios.

Supón que tu esposa te sirve de modo fiel. Supón que siempre está lavando platos, haciendo camas, preparando comidas, aseando la casa, y todo ello lo hace por ti. Dime, ¿estarías satisfecho? No, si es que la amas. Creo que si es así, habrá ocasiones en que darías casi cualquier cosa con tal que cesara en su trajín, se sentara a tu lado, te abrazara y simplemente te mostrara que te ama. Te deleitaría si ella cesara lo bastante en su tarea para mostrarte un corazón en comunión real. Y ¿quiere Dios, amigo, tu trabajo, o te quiere a ti? ¿No tiene Él deseos de tener comunión con los suyos? ¡Ay, sí! Y Él quiere estar contigo cada día. Y si tú has de participar del fuego divino, tienes que estar en contacto constante con Él, o vas a enfriarte. Tienes que andar con Dios.

¿Recuerdas a María y Marta? Marta era muy activa, estaba siempre ocupada. Quería hacer cosas por Jesús. Marta no tenía tiempo para la comunión y la amistad. El tiempo lo dedicaba al servicio, en tanto que María estaba sentada a los pies de Jesús. Marta le daba su trabajo; María se daba a sí misma. María tenía tiempo para la comunión. Le gustaba hablar con Él. Y, ¡oh, cuánto le gustaba a Él hablar con ella! «María ha escogido la mejor parte», dijo Jesús. Porque María le conocía como Marta nunca lo conseguiría.

Nunca tienes que buscar la bendición, amigo. No es necesario que estés esperando la plenitud del Espíritu. Sólo hay dos cosas que Dios puede exigirte, dos cosas que has de preguntarte. «¿Me he apartado de todo lo que sé es malo, de todo lo que contrasta al Espíritu Santo? ¿He cedido todo mi yo, cuerpo, alma y espíritu a Jesucristo? ¿Soy su esclavo voluntario?» Esto es todo. Nada más. No hay necesidad de nada más. Esto satisface a Dios. ¿Qué más puede pedimos? ¿Qué más puede pedir un esposo a su esposa? Nada. Si ella se ha apartado de todo lo que le desagrada a él, y si se ha entregado del todo a él, él lo tiene todo. Ningún hombre puede exigir más. No importa tanto la doctrina. No busques la experiencia. Entrégate del todo a Él. Y luego... luego serás lleno del Espíritu.

Y para seguir siendo lleno del Espíritu, para vivir una vida santificada, no hagas nada que El desapruebe, sigue cediéndote de modo incondicional a Él, y estando en contacto diario con Él. Esto es todo. No puede haber nada más. Es simple, ¿no? Sí, simple, pero verdadero, porque produce resultados. Lo que es maravilloso es que produce resultados. Y de esta manera, amigo, entrarás en el reposo del corazón. Residirás en la Tierra de Promisión. Serás lleno del Espíritu, y tu vida será ungida por el Espíritu. Porque el contacto diario con Dios es el secreto del poder y la bendición espiritual.

Charles Finney

Charles Finney, un brillante abogado, arreglo sus cuentas con Dios, de rodillas, un dia en que se encontraba en un bosque en las afueras de Adams, Nueva York.
Las asombrosas consecuencia de aquella primera elección fueron tan notables que casi sobrepasan cualquier intento de descripción.
Durante mas de cincuenta años, decenas de miles de pecadores se entregaron al Señor, movidos por el poder y la unción con que Finney predicaba la Palabra de Dios.
La historia de su vida es un relato de medio siglo de avivamientos, quizás superado solamente por el apóstol Pablo.
Finney llego a experimentar la vida abundante a tal plenitud, que en cualquier lugar adonde iba, esta vida parecía fluir de el y alcanzar a otras personas como las llamas de un incendio azotado por el viento.
Es imposible leer la vida de Charles Finney y no sentirse conmovido e impulsado a emular, aunque sea en parte, los extraordinarios logros de este gigante de la fe.

Un Bautista llamado "Príncipe de los Predicadores"

Sin manipulación de llamadas al altar, sin utilizar métodos sensacionalistas o emocionales, Spurgeon confiaba solo en Dios para convencer a los pecadores, como él mismo dijo, “No vengo a este púlpito esperando que quizás alguno por su propia voluntad quiera volverse a Cristo. Mi esperanza está puesta en otra cosa, espero que mi Maestro traerá algunos de ellos y dirá, “eres mío, y serás mío, te reclamo para mí”. Mi esperanza surge del ofrecimiento de la Gracia que se ofrece gratuitamente, y no de la libre voluntad del hombre”.

Charles Haddon Spurgeon, nació en Kelvedon, Essex, Inglaterra el 19 de Junio de 1834. Tanto su padre como su abuelo fueron pastores, fue criado en un hogar Cristiano, pero fue en Enero de 1850 que se convirtió. Spurgeon predicó su primer sermón en Agosto de ese mismo año. Spurgeon leyó El Progreso del Peregrino a la edad de seis años y parece que luego lo leyó unas 100 veces. Antes de sus 20 años había predicado cerca de 600 veces. Spurgeon típicamente leía 6 libros por semana, y podía recordar lo que había leído y la fuente aún años después.

Es interesante notar que a pesar de que Spurgeon fue un eminente pastor Bautista durante todo su ministerio, Spurgeon encontró a Cristo en una Iglesia Metodista Primitiva. Cuando adolescente Spurgeon dudaba de Dios y una mañana de Domingo se levantó para ir a su iglesia, pero debido a una tormenta de nieve no pudo llegar a la Iglesia a la cual se dirigía y llegó a esta pequeña Iglesia Metodista. El pastor de la iglesia no llegó al servicio porque estaba enfermo. Entonces uno de los feligreses laicos fue al púlpito y empezó a predicar. Predicó sobre Isaías 45:22, “ Mirad á mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo soy Dios, y no hay más.” y luego según las palabras de Spurgeon “El me miró bajo la galería, y me atrevo a decir que siendo pocos los presentes, sabía que yo era un extraño. Fijando sus ojos en mí, como si conociera mi corazón, el dijo, “joven, pareces miserable. Y siempre serás miserable en la vida, y miserable en la muerte. Si no obedeces el texto; pero si lo obedeces ahora, en este momento serás salvo. Joven mira a Cristo Jesús, ¡míralo!, ¡míralo!, ¡míralo! No tienes otra cosa qué hacer sino mirarlo y vivir”. Spurgeon dijo, “Así como con la serpiente de bronce que fue levantada, la gente miraba y era sanada, así fue conmigo”

Tomó poco tiempo para ver el fruto de su Salvación. Spurgeon comenzó a trabajar para el Señor con mucho celo. Empezó a repartir tratados y después empezó a testificar a la gente acerca de Jesús. Luego empezó a enseñar en la Escuela Dominical. Predicó su primer sermón cuando tenía solo 16 años, y la gente se admiraba de que un adolescente predicara con tanto poder la Palabra de Dios. Cuando tenía 17 años, se convirtió en pastor de una pequeña iglesia en el pueblito llamado Waterbeach. Luego cuando tenía 19, llegó a ser pastor de la Capilla de New Park Street, Southwark, Londres. Llegó allí como aspirante en calidad de prueba por tres meses y estuvo allí por el resto de su vida. Londres fue bendecido por sus predicaciones y la gente comenzó a venir de todas partes y muy pronto Spurgeon llegó a ser el pastor del Tabernáculo Metropolitano. En un año 200.000 copias de sus tratados-sermones se distribuían en las universidades de Oxford y Cambridge. Sus sermones se tradujeron a veinte idiomas. Los periódicos americanos imprimían sus sermones cada semana y le llamaban el predicador de la era. A través del tiempo Spurgeon publicó 3.561 sermones.

El púlpito de la iglesia de New Park Street y del Tabernáculo Metropolitano donde predicó Spurgeon, coleccionaron sus sermones durante su ministerio que llenaron 63 volúmenes. Los sermones contienen de 20 a 25 millones de palabras lo cual equivale a 27 volúmenes de la novena edición de la Enciclopedia Británica. Las series de Spurgeon se mantiene como el más grande conjunto de libros escritos por un solo autor en la historia del Cristianismo. La biblioteca personal de Spurgeon contenía 12.000 volúmenes. Spurgeon miraba su trabajo como ministro como un reformador porque trabajaba tratando de hacer que la gente volviera a las antiguas verdades de las cuales se habían apartado.

A pesar de que los pastores protestantes eran evangélicos, eran pobres en doctrina. La meta de Spurgeon estaba en enderezar a la iglesia con doctrina fuerte. Spurgeon dijo, “Mi labor diaria es revivir las viejas doctrinas de Gill, Owen, Calvino, Agustín y Cristo”. La teología de Spurgeon estaba centrada en Dios, centrada en Cristo. Su amor por el Señor se manifestaba en sus predicaciones, tenía un gran amor por las almas del mundo. Los Cristianos se alimentaban y los pecadores necesitados eran confortados bajo su ministerio, pero sobre todo los pecadores eran llamados a venir a Cristo. En uno de sus primeros sermones el terminó diciendo lo siguiente: “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado, pecador fatigado, pecador rumbo al infierno, aquellos que están bajo el yugo del diablo, reprobados, rameras, ladrones, adúlteros, fornicarios, borrachos, blasfemos! Hablo a ustedes como a todos. No hago excepción de hombres. Dios no ha hecho excepciones aquí. Todo el que crea en el nombre de Jesucristo será salvo. El pecado no es barrera, la culpabilidad no es obstáculo. Todo aquel, aunque sea tan oscuro como Satán, y tan culpable como un demonio – todo aquel que esta noche crea, será perdonado de sus pecados, sus iniquidades serán borradas; será salvo en el Señor Jesucristo, y estará en el cielo salvo y seguro. Este es el glorioso evangelio. Dios te lleva al hogar y te da fe en Jesús” También dijo de una manera fuerte, “Hay suficiente polvo en algunas de vuestras Biblias que podéis escribir con vuestros dedos sobre ella la palabra: condenación”

Cuando Spurgeon llegó a la Iglesia de New Park Street en 1854, esta congregación que en años anteriores había tenido alrededor de 1200 miembros, tenía solo 232 miembros ahora, pero durante el ministerio de Spurgeon por 38 años el número se había incrementado a 5.311. La iglesia era la congregación bautista independiente más grande del mundo. Spurgeon llevó a sus servicios al Primer Ministro W.E. Gladstone, a miembros de la familia Real, miembros del Parlamento, etc.

Luego un santuario más grande se construyó y fue llamado el Tabernáculo Metropolitano. Durante la construcción del edificio, entró al salón y para probar la acústica repitió el versículo “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Estas palabras fueron escuchadas por un hombre que trabajaba en alguna parte del edificio. Más tarde ese hombre vino a Spurgeon y le dijo que el versículo había tocado su corazón y por medio de esto había venido a Cristo. Una vez que se terminó el edificio, fue la congregación más grande en la historia que era alcanzada con la voz de un hombre en tiempos en los que no había micrófonos.

Lo siguiente es una porción de su primer sermón en el nuevo santuario en Marzo, 31 de 1861.

“Que envíe Dios el fuego de Su Espíritu aquí, para que el ministro esté más y más apegado de su Maestro. Vendréis a pensar cada vez menos con respecto al que habla y más con respecto a la verdad que se expone... Veremos entonces que esta iglesia se convierte en dos..., tres, y cuatro mil fuertes iglesias. Tendremos el salón de lectura bajo esta plataforma lleno en cada reunión de oración, y veremos en este lugar jóvenes consagrándose al Señor, se levantarán ministros, se levantarán y llevarán este fuego a otras partes del planeta... Si Dios nos bendice, seremos de bendición para otras multitudes. Al enviar Dios su fuego, los pecadores más perdidos de este vecindario se convertirán a Dios, los borrachos dejarán sus copas, el blasfemo se arrepentirá de su blasfemia, el lascivo dejará su lujuria – Los huesos secos se levantarán y serán revestidos con frescura. Y corazones de piedra se volverán de carne...

Spurgeon dijo en otra ocasión, “Supongamos que Dios trajera a los hombres a la Salvación por causa de los méritos de ellos. ¿Dónde estarías vosotros borrachos? ¿Qué harías vosotros maledicientes? Vosotros que habías sido impuros y sucios, y cuyos corazones habían rechazado a Dios, y que aun hoy no lo amáis, qué harías? Pero cuando entendemos que es por pura Gracia, entonces toda la vida pasada, tan oscura y maligna como haya sido, no puede retenerte para que no vengas a Jesús.”

Spurgeon era un hombre de oración, que vivía en su espíritu en comunión con Dios. Según el Doctor Wayland Hoyt un americano: “Yo estaba caminando con el (con Spurgeon) en el bosque, y cuando llegamos a cierto lugar simplemente dijo, venga arrodillémonos junto a esta cabaña y oremos, y así elevó su alma a Dios en la más reverente y amorosa oración que he oído”. Orar era tan natural para él como respirar. También, según el Dr. Theodore Cuyler, mientras caminando por el bosque tuvieron un tiempo de humorismo, Spurgeon paró de repente y dijo, “Venga Theodore, agradezcamos a Dios por la risa” y allí mismo oró.

Spurgeon era un hombre muy humilde, a pesar de que miles de personas iban a escucharlo, nunca tomó la gloria para sí mismo, porque se veía a sí mismo como nada y daba toda la gloria a Dios. Spurgeon dijo: “Siempre estoy inclinado a tomar la habitación más baja en la casa de mi Padre, cuando entre al Cielo, será para estar entre el más pequeño entre los pequeños de los santos, y con el más pecador de los pecadores”

Por muchos años fue afectado por una agonía física severa pues sufría de gota, además su esposa fue semi-inválida toda la vida, sin embargo fue siempre su secretaria personal y fue la que continuó el trabajo de publicación de sus escritos aun después de la muerte de él. Muchas veces estuvo con gran dolor mientras predicaba. El sabia lo que era sufrir, y su ministerio fue atacado por oponentes. La siguiente es una carta que escribió a su hermano.

Mi Querido Hermano, fui llevado enfermo mientras trataba de predicar el Jueves y una horrible depresión y sensación de choque hizo mi que sintiera una gran miseria en mi predicación, me dieron medicina dos veces pero me sentía medio muerto. Podrías venir preparado con un sermón para el Domingo en la noche porque es posible que sea capaz de predicar? Mis dientes me ponen nervioso, mi hígado me molesta y mi corazón me da gran pesar. Espero llevar a cabo la Conferencia, pero ayer estaba muy lejos de lograrlo, es terrible. Deseo terminar el Reporte del Colegio, y se me acaba el tiempo ...

Con amor y de corazón, Tu agradecido hermano, Charles.

A pesar de estar enfermo, Spurgeon tomaba tiempo para escribir a un muchacho que nuncao conoció, y del cual solamente sabía por las oraciones de sus padres. Durante sus últimos días estuvo parcialmente consciente, la Señora Spurgeon y los doctores sabían que pronto se iría. Cayó en completa inconciencia desde el 28 de Enero hasta la tarde del 31 de Enero de 1892, cuando entró por la puerta celestial para estar con su Padre a la edad de 58 años.

Los mensajes de Spurgeon eran completamente evangelísticos. En uno de sus sermones suplicaba a los pecadores: “ Pecadores, confiad en Jesús; y si perecéis confiando en Jesús, yo pereceré con vosotros. Tendré mi cama en el infierno a la par de vosotros, pecadores, si fuera posible que perezcáis habiendo confiado en Cristo, y allí estaréis, y me azotaréis por toda la eternidad por haberos hecho confiar en una falsedad. Esto haced si pereciéramos. Pero eso nunca podrá ser; aquellos que confían en Jesús, no perecerán, ni nadie los podrá arrebatar de su mano. Venid a Jesús, El no os rechazará jamás.

¡Que el Señor bendiga las palabras que he hablado! Aunque rápidamente fueran sugeridas en mi mente y fervientemente entregadas a vosotros, el Señor las bendiga, para la causa de Cristo. Amen.

DWIGHT LYMAN MOODY
(1837-1899)

Dwight Lyman Moody nació el 5 de Febrero de 1837 en Northfield, Massachusetts. Fue el sexto hijo de Edwin y Betsy Holton Moody. Dwight recibió educación académica hasta el quinto grado. Sin mucha inclinación hacia la vida en el campo, a la edad de 17 años salió de su hogar para buscar empleo en Boston. Al no encontrar el puesto esperado, busca trabajo con su tío Samuel Holton quien, no sin , le da trabajo en la tienda de zapatos que poseía. Para mantener al joven Dwight sin hacer travesuras, su tío le pone una condición al darle empleo: tendría que asistir a la iglesia Mount Vernon.

En Mount Vernon vino a ser parte de la escuela dominical enseñada por Edward Kimbal. El 21 de Abril de 1855, Kimbal hizo una visita a la zapatería Holton. Encontró a Moody en el almacén y conversó con él acerca del amor de Cristo y Moody aceptó ese amor.

Al año siguiente Moody se trasladó a Chicago con grandes planes en el negocio de zapatos. Al triunfo en dicho negocio siguió el interés en proveer una escuela dominical para los niños de Chicago. La escuela dominical se formó fué creciendo hasta convertirse en salón de reuniones ya estrecho para los asistentes. Ante esto, los asociados de Moody le aconsejaron que formara su propia iglesia. El 28 de Febrero de 1864 la Iglesia de la calle Illinois abrió sus puertas con Moody de pastor.

Al abandonar el mundo de los negocios, Moody se entregó con fervor de negociante a una continua labor religiosa. En unos cuantos años dejó a un lado el pastorado y se dedicó a dar recorridos evangelísticos cubriendo América y Gran Bretaña. Esta sería su labor hasta el día de su muerte en 1899.

Durante este período, la pasión de Moody por la educación creció. En el verano de 1870, Moody conoció a la señorita Emma Dryeer, directora y maestra en la Universidad del estado de Illinois. En el año siguiente Emma desarrolló un ministerio de ayuda a desamparados por el incendio en Chicago, llevando juntamente un programa estudio bíblico a los hogares. Moody convenció a la señorita Dryer para que permaneciera en Chicago y condujera este estudio de la Biblia bajo el auspicio de su Iglesia.

El la década siguiente Moody continua su trabajo evangelístico y Dryer desarrolla su programa bíblico entre las mujeres de Chicago. En todas las oportunidades ella le alienta a formar un escuela preparatoria para jóvenes.

A comienzos del año 1883 muchos residentes de Chicago comienzan a tener reuniones semanales de oración pidiendo que Moody regrese a Chicago y establezca la escuela. El 22 de Enero de 1886, durante una reunión para planificar una evangelización en la ciudad, el tema de la escuela preparatoria surge una vez más. Esta vez la persistencia de la señorita Dryer a dado resultado pues Moody se dirige a los reunidos diciendo: "Les diré lo que quiero y lo que anhela mi corazón. Creo que necesitamos un bloque de jóvenes. Hombres que estén







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