En Marcos 16:15, Jesús dijo: “Id por todo el mundo”. Pero Él no se detuvo ahí, sino que más adelante añadió: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si Jesús no hubiese añadido esto, nadie hubiese podido salir a predicar el Evangelio.
Los discípulos confiaron totalmente en el Señor. En Juan 15:4-5, Jesús usó la parábola de la vid. Él dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Los discípulos vivían en una región donde se cultivaba la vid. Sin embargo, nosotros vivimos en una era tecnológica.
Hoy día, Jesús quizás hubiese usado una parábola relacionada con la electricidad. Si colocamos una bombilla en el receptáculo de una lámpara, en la noche tenemos que encender un fósforo para saber que está allí. Una bombilla es uno de los objetos más transparentes que he visto, no oculta nada. Sin embargo, por sí sola, sólo sirve de adorno. No sirve para nada más. Eso mismo ocurre con nosotros. Jesús dijo que sin Él no podemos hacer nada. Nosotros podemos tener una reputación transparente, podemos ser un dechado de virtudes, un adorno de la iglesia; pero por sí solos, no somos útiles. Una lámpara eléctrica no alumbra si no tiene electricidad. Nosotros estamos en esa misma situación, si no tenemos poder, no somos útiles.
Hemos Sido Llamados a Llevar el Poder
Ahora bien, veamos la misma bombilla cuando la corriente eléctrica pasa a través de ella. ¿Qué ocurre? Los filamentos de la bombilla se encienden, brillan. Alumbran la casa. El poder es lo que hace la diferencia.
La actitud de los discípulos después del Día de Pentecostés sorprendió a todos. Ellos habían visto a Jesús resucitar de los muertos, y sin embargo, Él los amonestó por su dureza de corazón y por su incredulidad. Después de la muerte de Cristo, los discípulos se retiraron de la vida pública y se encerraron en un aposento alto. Entonces, siete semanas más tarde, ellos salieron a las calles radiantes de poder y gozo. El poder del Espíritu Santo estaba con ellos y ellos se convirtieron en luces brillantes y ardientes.
La energía eléctrica no actúa por sí sola, sino a través de la lámpara. Nosotros sin el Espíritu Santo, no podemos hacer nada. Aunque la electricidad pase un contador eléctrico y por cables de electricidad, no ocurre nada. Nada en lo absoluto; no suena, no se ve, no alumbra. La electricidad necesita de la lámpara y la lámpara necesita de la electricidad. La salvación de este mundo es un esfuerzo mutuo. Nosotros necesitamos del poder de Dios, y Dios necesita de los seres humanos.
Nuestra misión es llevar el poder de Dios al mundo. Eso es todo lo que somos, hombres de poder que llevamos el poder a las vidas que no lo tienen. En una ocasión, escuché hablar de una mujer que pasó tiempo en una tienda escogiendo un televisor. Luego de pagar por el televisor, la señora dijo que no tenía electricidad en su casa. ¿Pensaría ella que el televisor funcionaría con gas? Algunas personas sólo tienen gas, ellas carecen de poder.
En 1 Corintios 4:20, Pablo dijo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Yo he escuchado algunas personas decir que Dios es quien hace la obra. Según ellos, Él llega al lugar de reunión y gana a cada uno de los allí presentes con su gracia suprema. Sin embargo, eso sería un acto de su omnipotencia. Algunas de las oraciones que se hacen para el avivamiento dan la impresión de que las personas se quisieran sentar y no hacer nada mientras Dios lo hace todo. A decir verdad, Él lo podría hacer; sin embargo, Él no lo va a hacer. Jesús dijo: “Id”.
Cualquier doctrina o filosofía que no se preste como conducto del poder de Dios, es una pérdida de tiempo. ¿Qué diferencia haría si algunos de nuestros problemas teológicos se resolvieran? ¿Sería la respuesta correcta derramar el poder Divino?
Dios sólo nos tiene a nosotros. Su poder depende de los seres humanos. Su poder necesita un instrumento. No podemos separar el poder del Evangelio de la unción de Dios que existe sobre los evangelistas. Si el poder de Dios se manifiesta sobre el mensaje, es por medio del mensajero. El Evangelio en los labios de un evangelista es un Evangelio Poderoso. El Evangelio es una obra de Dios y de los hombres; una combinación necesaria. El libro de los Hechos dice 66 veces que
¿Qué significa predicar el Evangelio? Predicar el Evangelio es cuando un hombre comparte públicamente su experiencia con Dios, ungido por el Espíritu Santo, e inspirado por el gozo de su propia convicción. La forma en que algunos predican al Cristo crucificado, no es a manera de noticia, sino de historia. Si la experiencia personal del predicador es una experiencia muerta, él meramente comparte información. En ocasiones se ha dicho que los sermones deberían estar en el libro de record Guinness como la experiencia más aburrida que los hombres han conocido. Verdaderamente, puede ser algo así como tomar el té del día anterior.
Analicemos las siguientes palabras: “Id por todo el mundo”. Estas palabras fueron tomadas de Marcos 16:15. Ese mandamiento se repite en cada uno de los Evangelios así como en el libro de los Hechos (Mateo 28:19-20, Lucas 24:47, Juan 20:21 y Hechos 1: 1-8). Todo el Nuevo Testamento habla de
Sin embargo, leamos lo que dice Mateo 28:18-19: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…”. Marcos 16:17 dice: “Y estas señales seguirán a los que creen”. Lucas 24:47-49 dice: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Juan 20:21-22 dice: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. El libro de los Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” y Hechos 4:33 dice: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.
La unción de Dios no es un lujo sino una necesidad. Es la razón por la que predicamos; el reino de Dios y su poder.
Permítame hacerle unas preguntas bien importantes. En el Día de Pentecostés, Jesús envió a sus discípulos a predicar, equipados con su poder. De manera que - ¿Cuánto les duró ese poder? ¿Cuán lejos llegaron ellos antes de que se les agotara el poder y se les vaciara el cántaro? Regresaron los apóstoles al Aposento Alto después de cada viaje misionero cantando: “Queremos otro Pentecostés. ¡Envía el Fuego!”.
Eso es algo que debemos considerar. Mire lo que dice Marcos – “Los discípulos predicaron por todas partes y el Señor fue con ellos confirmando
Ahora bien, una cosa es ir, pero mi preocupación personal es cómo iremos. Una de las características de muchos de los países africanos es la incertidumbre del suministro eléctrico y del sistema telefónico. Hoy funcionan, mañana no. Muchos ministros cristianos parecen ser igual de inconsistentes en cuanto al poder espiritual se refiere. Por eso es que constantemente están pidiéndoles a las personas que los respalden con sus oraciones. Yo pienso que ellos tienen miedo de que el impacto de sus obras no sea bendecido o que no tenga poder. Ellos creen que pueden levantar un clamor a Dios y que en respuesta a su petición, Dios respaldará sus obras.
Yo mismo les pido a las personas que oren por nuestro ministerio. Ahora bien, tener una experiencia del poder de Dios que se prende y se apaga sería algo totalmente absurdo para mí. La esencia de mi ministerio es demostrar que Jesús vive. Sin tener una garantía Divina, sería una locura de mi parte tomar un avión para ir a un país africano. Una experiencia inestable sería algo muy peligroso.
¿Es acaso esto arrogancia? ¿Egoísmo? Yo baso mi opinión en las cosas que escribió el apóstol Pablo. Él nunca estuvo inseguro. Romanos 15:28-29 dice: “Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”. Pasaría algún tiempo antes de que Pablo saliera en su viaje misionero. Aún así, Pablo declara abiertamente que iría en la totalidad de la bendición de Dios.
Pablo fue a Roma pero no como él había imaginado. Él fue como un prisionero. Eso le pudo haber robado la unción. Sin embargo, no fue así. Al llegar a Roma, con su vida bajo amenaza de muerte, Pablo aún estaba lleno del poder de Dios. La última epístola que Pablo le escribió a Timoteo no muestra ninguna señal de que su unción hubiese disminuido.
Pablo estaba seguro de la totalidad de la bendición de Cristo. Muchos evangelistas no tienen tal seguridad. Ellos piensan que eso es ser presumidos. Ellos dicen algo como esto: “Oh, yo no me atrevería a ponerme en el mismo nivel de poder de los apóstoles. Yo no estoy tan santificado como aquellos grandes hombres. Yo sólo aspiro a poderlos imitar a ellos. Yo deseo ser humilde”. A decir verdad, yo no creo que eso sea humildad. En mi opinión, eso parece ser incredulidad o cobardía espiritual.
Poder para los Testigos del Evangelio
El Nuevo Testamento no dice que el poder de las personas que son testigos del Evangelio es condicional. Hoy día, hay miles de sermones que describen las condiciones necesarias para que Dios se mueva con poder. De acuerdo a este concepto, para que el poder de Dios se manifieste, debe haber unidad, arrepentimiento, confesión, sacrificio propio y santidad. No hay duda de que estaríamos mejor si tuviéramos los niveles ideales de santidad. Eso es algo que debemos esforzarnos por alcanzar; pero si no los obtenemos, ¿Podría ser esa la razón por la cual los avivamientos se han demorado? ¿Está el Espíritu Santo aguardando por nuestra perfección? ¿Es acaso el grado de nuestra virtud la medida de la obra del Espíritu? Es muy fácil encontrar faltas los unos en los otros, así como en la iglesia y decir que dichas faltas detienen la obra de Dios. Esto es algo que vende libros. Pero, ¿acaso nuestros defectos decepcionan a Dios? Él conoce nuestras faltas. Si nosotros no somos mejores que nuestros padres, tampoco somos peores que ellos. Para que las iglesias sean lo que algunos predicadores dicen que deben ser antes de que puedan recibir el poder de Dios, tendríamos que ser una nueva especie de seres humanos. A veces me pregunto si el avivamiento requiere de tan altas calificaciones. ¿Acaso fueron los hombres y las mujeres del pasado mucho mejores y merecedores de la gracia que las personas de hoy día? Decir: “Habían gigantes en la tierra en aquellos días”, es algo humanamente normal. Uno tiene que estar muerto por 50 años antes de convertirse en un “gigante”. Los seres humanos sólo adquirimos fama después de muertos. Yo me imagino que las personas se sienten seguras al rendirle tributo a los muertos en los funerales porque los muertos ya no pueden ser sus rivales. Los muertos no pueden ir frente a nosotros ni superarnos. Sin embargo, Jesús no actuó de esa manera. Aunque las personas dijeron que Él era el rival de Juan el Bautista, en Mateo 11:11, Jesús dijo que: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Parece ser que mientras más atrás en el tiempo, más excelentes eran los cristianos y la iglesia. Se dice que la primera iglesia fue el mejor ejemplo de lo que debemos ser; incomparable en fervor y dedicación. A través del mundo, ha surgido la idea de que el poder es una recompensa; el resultado de la santificación. Orar es algo que se promueve mucho como la más grande de todas las virtudes, e inclusive la mayor de todas las buenas obras. Según este concepto, el poder equivale al tiempo que uno pasa orando. Mientras más uno ora más poder tiene. En otras palabras, dos horas de oración producen dos veces más poder que una hora.
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