Ministerio Evangelistico Shekinah
Ahora veras si mi palabra se cumple o no. (Números 11:23)
Muchas personas desean la unción para su vida, pero no saben cómo adquirirla ni para qué sirve.
En 2 Reyes 2 encontramos la historia de Elías y Eliseo. Eliseo siguió y sirvió a Elías hasta el fin, y antes de que este último fuera arrebatado por el Señor para ir al cielo, le dijo a Eliseo: “Pide lo que quieras que haga por ti, antes de que sea quitado de ti”. Y él le respondió: “Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”. Él le dijo: “Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas sino, no”. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: “¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto, golpeó las aguas, y dijo: “¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?” Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo (2 Rey 2:9-14).
La unción requiere humildad. Eliseo no tenía temor de imitar a Elías, sino que fue lo suficientemente humilde para aprender de su maestro y pedirle una doble porción de unción. Como es el maestro, es el discípulo. Tú debes tener la humildad de imitar a tu líder si es necesario. Eliseo golpeó las aguas del Jordán de la misma manera que lo hizo Elías, y después resucitó un muerto utilizando el mismo método. El poder de Dios vino a reposar sobre la humildad de Eliseo para hacer el doble de milagros que había hecho Elías. Es por eso que Dios usa a unas personas más que a otras, porque son lo suficientemente humildes para aprender de otros.
Alzando el manto
Dios no va ungir a nadie que no es capaz de agacharse y recoger el manto que otro dejó tirado.
Cuando Elías tiró el manto, Eliseo tuvo la humildad de recogerlo, inclinándose para tomar lo que otro había tirado. La Biblia dice que Eliseo alzó el manto de Elías. Cuando Eliseo levantó el manto, se fue inmediatamente al Jordán a hacer un milagro. El maestro Elías le enseñó que el manto era para hacer milagros, no para jactarse del poder del mismo.
No puedes caminar con la unción de Dios si tienes orgullo en el corazón. Por eso el Señor se va a encargar de levantar gente que te humille para que tu carne sea eliminada y puedas recibir la unción del Espíritu. La unción reside en quienes están muertos al yo.
La unción no se vende, Dios la da gratuitamente a quien Él quiere y a quien se la pida. El Señor conoce las intenciones de nuestro corazón y no le dará la unción a alguien que la busque para engrandecerse o jactarse de él mismo. La unción tampoco es para hacer una denominación alrededor de ella, ni para crear divisiones en la iglesia entre los que hablan lenguas y los que no, y entre los que tienen el gozo del Espíritu y entre los que no. La unción es para predicar el evangelio a un mundo perdido, para que a través de los milagros que se hagan a través de ella se testifique que Cristo salva y sana.
Administrando la unción
La historia de Elías y Eliseo es figura de Jesús y la iglesia. Cuando Elías fue transpuesto, dejó tirado el manto para Eliseo, que es figura de los discípulos que quieren la unción. Cuando Jesús subió al cielo, les dijo a sus discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que bajara el poder del cielo, es decir, el manto.
Jesús quería que con la misma unción que Él fue investido, fuéramos ungidos nosotros. Él dijo que haríamos cosas mayores de las que Él hizo (Juan 14:12.
Jesús citó la fe, y demando fe de todo aquel que quería ser su discípulo. La fe es imprescindible para fluir en la unción, ésta se hará evidente a medida que tú lo creas, la expresión de ella sobre tu vida es directamente proporcional a tu fe. No depende de cuánto conoces o sabes de la Palabra, sino de cuánto crees lo que has aprendido.
Cuando Eliseo tomó el manto, no se distrajo en el camino, ni presumió por tenerlo, él se fue directamente al Jordán a hacer milagros. Ve y usa la unción para lo que Dios la dejó: Bendecir a otros a través de la salvación y los milagros. La unción te va ha servir para que cuando prediques, la gente se convierta, para sanar enfermos, para vendar corazones quebrantados y para todo lo que Dios ha deseado. Así lo dice en las Escrituras en Isaías 61:1-3 donde se lee: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sión se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.
La unción es para servir, nunca para engrandecerte. A quien se engrandece por la unción le pasará como a Simón el mago, quiso comprar la unción para ser grande y famoso en el pueblo; por lo tanto, fue revelado su corazón y cayó en amargura.
Debes examinar tu corazón para ver por qué quieres la unción. Dios conoce las intenciones del corazón de cada uno, y dará a cada uno como Él crea. Y si ya tienes la unción, ve y haz lo que Dios te mandó hacer. Si crees, las señales de las que Jesús habló, te seguirán a donde vayas.
Con amor en Cristo
Rodrigo Rojas Garzon
email-conferenciasdepoder@hotmail.com
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